No hay marcha atrás

801 104 15
                                    

-¡Oye! ¡Hey, chico! —Un chico venía persiguiendo a Yuta, quien estaba con auriculares puestos escuchando TVXQ!

Yuta se volteó cuando el chico se cayó con su propia maleta. Y claro, como buen ser humano que es, fue a ayudarlo.

El pelinegro le entregó la documentación al japonés. Lo miró, después a sus documentos sorprendido.

-¿Qué? —Yuta vio como el chico hablaba, pero no lo podía escuchar por la música, así que se sacó un auricular.

-Se te había caído y te vengo persiguiendo hace 8 metros atrás pero la gente no me dejaba pasar. —el chico se acomodó la chaqueta.— Hola, me llamo Youngho.

-Yo me llamo Yuta, un gusto.

-¿Vas a Japón? —Yuta asintió desconfiado.— ¡Yo también!

-¿En serio?

-Sí, hombre.

Un viaje junto a un desconocido con su misma personalidad fue lo único bueno que le pudo haber pasado a Yuta.

Al bajar del avión intercambiaron números y cada uno se fue por su lado.

Al llegar a la casa de sus padres, se encontró a la escoria hecha humano; su padre.

-No, ni siquiera tengas el descaro de decir algo. —Yuta había entrado y estaba cerrando la puerta. Se volteó y lo vio sentado como siempre en ese sofá, despreocupado, hasta que vio a su hijo.— Mamá empeoró y estoy casi seguro que el comienzo del problema eres tú.

Su padre lo escuchó y tenía ganas de replicar, pero sabía que si decía algo seguramente no terminaría con vida.

Yuta se fue con su valija a su anterior habitación.

Suspiró sonoramente.

-Nostalgia... ¡oh! Mis discos. —tiró sus valijas sin cuidado y corrió a un mueble que tenía absolutamente todos los discos de las bandas que escuchaba antes. Una pequeña lágrima escapó de sus ojos. No eran buenos momentos, pero, sus discos eran lo contrario.

Su mente quedó en blanco mirando el disco que más apreciaba.

Sacudió su cabeza y dejó todo en orden, agarrando sus valijas y dejándolas arriba de su cama. No tenía ganas de hacer otra cosa más que ir a ver a su mamá y corroborar en qué estado se encontraba. Así que, eso hizo.

Tuvo que tomarse un taxi porque de tanto tiempo que había pasado fuera del país no se acordaba del hospital que habían nombrado.

Su celular vibró varias veces seguidas, era una llamada. Lo sacó de su bolsillo y miró quién era, sorprendentemente era Taeyong con el número de línea que tenía en su habitación. Realmente pensó muchas veces en si responder o no.

Si algo sobresalía de la personalidad de Yuta era que es muy rencoroso. Posiblemente te perdone si haces algo mal, pero cuando vuelvas a meter la pata te va a recordar todas las cosas malas que le hiciste.

Tenía rencor, mucho rencor, y más tratándose de que había hablado mal de su madre. A ella la tiene en un podio y si alguien insulta o dice algo malo sobre ella, lo ataca con uñas y dientes.

Antes de responder le pagó al conductor y bajó del taxi. Ya frente al hospital tétrico, respondió.

-¿Hola? —La dulce voz de Taeyong se escuchaba del otro lado, aunque ahora esa voz estaba un poco quebrada.

-Hola. —Yuta hablaba seco, mientras se dirigía a recepción para ubicar a su madre. El silencio se hizo abundante, y no era cómodo que digamos.

Yuta ahora hablaba con una enfermera sobre su madre, dándole datos de ella para que pudieran encontrarla en los archivos. Luego ella pidió que el japonés la siguiera.

Taeyong se había quedado en silencio, en un doloroso silencio mientras trataba de no seguir llorando. Escuchaba la voz de su novio hablar de su madre y de todos los problemas de salud que tenía, pero lo decía tan tranquilamente que no era normal, al menos no para Taeyong.

Él seguramente estaría llorando mientras recita todos los problemas que Yuta había dicho anteriormente.

Y ahí sintió una punzada en el corazón.

¿En serio fue tan estúpido de no acordarse de su suegra?

En esos meses que compartieron habitación, Yuta hablaba 2 o 3 veces de su madre, de los problemas y de como la amaba mucho. ¿cómo no le pareció raro que de un día para otro dejara de hablar de ella?

-Perdón estaba ocupado. —Yuta volvió a poner su móvil en el oído.— ¿Qué quieres?

-N-nada, sólo quería saber si llegaste bien... —El esfuerzo por no llorar fue nulo, sollozó en silencio escuchando la respiración de Yuta.

-Sí llegué bien, gracias por preguntar. Chau. —Cortó la llamada. Suspiró frustrado y luego, con un poco de respiraciones largas, se calmó.

No quería que su mamá lo viera de esa forma, quería que lo viera bien. Lo único que faltaba es que si hijo le traiga un problema más.

Las pastillas que tomaba habían hecho un efecto contrario a lo que se suponía que debía tener. Quizá Yuta podría denunciar por mala praxis, pero eso lo haría si su mamá fallece.

Todos lo que hicieron con su madre era incorrecto, las pastillas funcionaron mal, los procedimientos no eran los que necesitaba. Los doctores carecían de una posibilidad de que siga con vida después de este mes, Yuta lo sabe, pero no lo quiere aceptar.

Entró a la habitación, muriendo por dentro al ver tan mal a su omma. Se mordió la mano en puño y se acercó a ella, captando la atención casi al instante de la misma.

-Hola hijo. —a pesar de encontrarse en un mal estado, su sonrisa seguía siendo la misma, aunque menos resplandeciente. Madre e hijo tenían la misma sonrisa, básicamente Yuta era un reflejo de su progenitora.

-Mamá. —Yuta se puso en cuclillas frente a la cama en la que se encontraba esa señora que le había dado a luz, entretanto poniendo su mano justo al lado de ella.

-¿Cómo estuviste todo este tiempo? ¿Taeyong cómo está? —Su madre sabía de Taeyong... Vaya, qué no sabía de él, Yuta le contó absolutamente todo.

-No me hables de Taeyong.

-¿Pasó algo malo con él?

-Dijo cosas que no debería haber dicho tratándose de un tema tan complicado. 

-Yuta. —La madre puso su mano arriba que la de su hijo.— Es un buen chico, perdonálo.

-No creo poder perdonar tan a la ligera. Ya me conoces, soy muy rencoroso y cuando alguien se mete contigo soy peor.

Su mamá se rio con dificultad.

-Taeyong por como me lo describiste en tus llamados de más de dos horas hablándome de él, es un chico muy despistado y olvidadizo. —Inconscientemente, Yuta sonrió al recordar a su tierno novio.— Tú mismo me dijiste eso, seguramente dijo algo sin haberlo pensado.

Yuta sacudió su cabeza en forma de negación.

-Tiene que aprender a no decir las cosas como si nada.

-Eres tan terco, Yuta. Y ambos sabemos de dónde sacaste esa índole, lamentablemente. —la señora hablaba indirectamente del hombre con el que había compartido 25 años de toda su vida.

-Ni me lo menciones.

-Deberías irte a casa, ya se está poniendo oscuro.

-Tengo 24 años.

-Da igual si tengas 24 o 57 años, el peligro en las calles persiste, no importa tu edad cuando se trata de robar. Lo sabes muy bien. —Yuta asintió como todo un niño al que acaban de regañar.— habla con él, seguramente se arreglen las cosas.

Tus ojos | YutaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora