Capitulo Cuatro

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En los últimos días no pudimos ir a la biblioteca

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En los últimos días no pudimos ir a la biblioteca. Surgieron distintos problemas y tuvimos que cancelarlo. Pero, finalmente, nos encontrábamos esperando a la salida del colegio para tomar el colectivo hacia El Ateneo.

Los pasillos eran un caos cuando se autoriza la salida de clase. Todos se amontonaban en las escaleras y luchaban por escapar primeros. Sabiendo esto, tratábamos de tener las cosas ya listas para así, cuando tocaba el timbre, lo evitábamos. Pero, como cualquier plan, las cosas podían fallar e ir distinto a lo previsto... como hoy. Yo salí primera y las chicas, al parecer, se quedaron en el alboroto de gente sofocadas por el calor y la presión de los cuerpos.

Una vez afuera me recosté contra la pared esperando verlas salir. Una leve y sutil brisa volaba mi desordenado cabello. De vez en cuando observaba detrás de mí para ver si podía divisarlas. Nada. Parecía que los alumnos estaban huyendo de algo; como si alguien los persiguiera. Para salir del colegio hacían lo que nunca harían en la clase de gimnasia; correr. Pasó poco tiempo hasta que algo captó mi atención. Entre todas las personas que trataban de salir lo más rápido del edificio para poder, por fin, llegar a sus casas, había dos que caminaban tranquilamente entre la multitud. Con paso seguro pude divisar al idiota y su hermana. No sé cómo será la chica, que si mal no me equivoco se llamaba Zelina, pero convivir con él debería ser un infierno. Sin pensarlo me quedé observándolos mientras caminaban hacia la distancia. En cuanto mi mirada se cruzó con la del morocho traté de disimular. No quería que pensara algo que no era. Dios, irradiaba una masculinidad que me incitaba rechazo.

—¿Viste algo que te guste? –preguntó Luna con un tono pícaro mientras se colocaba a mi lado. ¿Qué le pasaba al mundo con esa frase? La observé con cara de desagrado.

—No. Pero sí vi algo que me da ganas de descuartizar –dije de mala forma.

—Mmm... ¿Así que ahora sos de las sádicas? ¿Cuándo comenzó ese fetiche, Elle? –Ese comentario fue como un balde de agua fría que me trajo directo a la realidad. Abrí la boca sorprendida, pero solo solté una carcajada.

—¡KATE!

—¿Qué? –respondió ofendida–. Tus palabras, no las mías.


El sofocante y pesado calor estaba dejando Buenos Aires para comenzar a ser reemplazado por leves brisas y noches un poco más largas. El otoño había llegado. Íbamos en el colectivo apretujadas por la gente a nuestro alrededor. En estos momentos agradecía estar parada frente a la ventana. El viento que se levantaba con el movimiento del vehículo me mantenía de bajar en medio de una calle desconocida. El transporte aceleraba y frenaba sin previo aviso moviendo los cuerpos con él. También pasaba por calles que parecían no estar en su mejor estado haciendo que saltáramos levemente de vez en cuando.

Al bajarnos inspiré el aire fresco de la calle para luego comenzar a caminar hacia nuestro destino. El olor a combustible que salía de los motores de los autos nos hacía saber que, a estas horas, la calle era altamente transitada. Esta biblioteca era enorme, tenía tres pisos hacia arriba, sin incluir los subsuelos. Solía ser un teatro pero, actualmente, su ocupación había cambiado. Aun así, seguía conteniendo toda la estructura digna de un coliseo, por ende contaba con un escenario y todos los pisos tenían vista a la planta baja. Era hermoso. La edificación era amplia y espaciosa. Si buscabas un libro que no habías podido encontrar, este era el lugar indicado. Los lectores frecuentemente venían para poder comprar el nuevo libro de su saga preferida o alguno muy viejo que, en otras librerías, había sido discontinuado. Cientos de historias recorrían las estanterías del lugar. Era, literalmente, la biblioteca más linda del mundo; frecuentemente era citada de esa forma en blogs o revistas.

Moon Night Donde viven las historias. Descúbrelo ahora