Capítulo Diecisiete

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—¿Pero qué...? –habló Collin al llegar. Todos teníamos la misma expresión en la cara... hasta yo.

—No pensé que tus problemas de ira fueran tan extremos –bromeó Theo rompiendo la pesadez del ambiente.

Caí brutalmente en la realidad y mis mejillas ardieron de vergüenza. Me giré y les rogué a los dueños de la casa que me perdonen, después de todo no había empujado la puerta tan fuerte como para que literalmente se caiga a pedazos. Al empujar levemente la entrada esta había golpeado con la pared de detrás y luego se había desplomado frente a nosotros. Las tuercas yacían en el piso y la alta entrada de sólida madera estaba estampada contra el lavabo.

Las chicas, junto a Collin y Theo, no pudieron evitar reír. Sus carcajadas resonaban en todo el pasillo. Collin tomaba bocanadas para recuperar el aire perdido y se reía de mí mientras me imitaba. Yo tan solo podía pestañear en shock.

Zelina también reía; era una risa suave y cuidadosa. Lograba que me sintiera un poco menos culpable.

Félix, igual de profesional y serio que siempre, tomó la planilla donde se encontraban anotando los progresos y, junto a mi nombre, escribió algo. Ya sabía lo que diría pero, de todas formas, estiré mi cuello y eché un vistazo; "superfuerza".

Quién lo diría...

Kate y Luna no paraban de reírse en mi cara. Justo cuando pensabas que habían terminado, observaba la puerta y volvían a romperse. Debo admitir que si la vergüenza y humillación no hubieran tomado control sobre mí yo también me encontraría riendo.

—No hay nada de qué preocuparse, Elena, los poderes están a flor de piel y estos accidentes suelen suceder –me reconfortó Collin. Solté un poco del aire contenido y después de devolverle una agradecida sonrisa dije:

—Podés decirme, Elle.

Luego del pequeño incidente decidimos continuar con las pruebas en las áreas de trabajo para evitar que la casa siga siendo destruida. Nadie quería que se caiga a pedazos.

Esta vez nos devolvieron al patio para un par de testeos que no dieron ningún resultado; hasta que llegó el momento de probar un poder en especial. La llamaron a Kate porque era la única que podía poseerlo. Le indicaron que se coloque debajo de un árbol y haga lo que sienta: sí, así de simple.

En un principio nuestra amiga no podía evitar reírse ante la bizarra situación, ella estaba sentada debajo de un enorme sauce que casualmente había sido plantado en el patio de los hermanos. Tras un par de bromas y comentarios, Félix le pidió que se tomara un momento para concentrarse y calmarse.

El patio se sumergió en un expectante silencio.

Kate hizo lo que le pidieron y simplemente colocó sus manos sobre las visibles raíces del viejo árbol. Automáticamente, y pese a que era pleno otoño, las hojas comenzaron a crecer al igual que las flores. Aquellas que estaban en el suelo, ya sin vida, empezaron a girar debido al fuerte viento que se había levantado. De pronto vimos cómo veloces raíces comenzaban a moverse en nuestra dirección. No tardaron en llegar hasta nosotros para tomarnos a Luna, Collin y a mí por los tobillos.

Contemplé, anonadada, cómo la gruesa raíz se envolvía alrededor de mi tobillo poco a poco y apretaba cada vez con más fuerza.

—Suficiente, Kate –gritó Theo mientras corría hacia ella para quitarla de su trance. Tenían razón, esta medicación podía ser bastante peligrosa, Kate se había perdido en la locura del momento–. ¡KATE! –continuaba gritándole Theo.

El agarre en mis tobillos se volvió aún más sólido justo antes de que una fuerza sobrenatural me arrojara al piso. Mi cabeza y espalda golpearon brutalmente contra la tierra para luego comenzar a ser arrastrada. Sentía cómo las ramas y pequeñas rocas en el pasto arañaban y moreteaban todas las partes descubiertas de mi cuerpo. Podía sentir cómo pequeños cortes se abrían en la parte trasera de mis brazos y piernas.

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