Me levanté la mañana siguiente con la alarma del celular de Kate. La luz se colaba por la ventana y parecía que la lluvia de la noche anterior había pasado. Fuera, había un fuerte y cálido sol. Volví a escuchar la alarma resonar por las cuatro paredes de la habitación. Di un respingo y me apresuré a apagarla. El celular de Katie se estaba cargando en el piso debajo del escritorio; justo al lado de mi colchón. Rodé sobre este y coloqué la contraseña de mi amiga, luego desactivé el despertador. Solté un gran bostezo y me senté para evitar volver a caer dormida.
Kate estaba parada en la punta de la cama donde había dormido arreglando su bolso. Parecía que había descansado poco y no tuvo nada mejor que reorganizar su mochila y objetos personales. Por otro lado, Luna roncaba con su cara pegada a la almohada. Le deseé a Kate los buenos días y caminé hacia el cuerpo desmayado de Lu. Tenía la boca entreabierta y respiraba por ella. Parecía que había dormido bien, muy bien. Su flaca y fina almohada estaba levemente mojada. ¿Había babeado? Le indiqué a Kate que se acercara y, antes de que comenzara a llorar de la risa, procuré sacarle una foto. Luna se levantó con las risas chillonas de ambas. Nos observó malhumorada.
—Son unas idiotas –soltó mientras pasaba su antebrazo alrededor de su boca.
Después de que cada una pasara el tiempo necesario en el baño nos cambiamos y desayunamos rápido para llegar lo antes posible a la casa de Katie. Salimos de lo de Luna para dirigirnos directo a la parada del colectivo. Una constante corriente le hacía compañía al sol. Se complementaban excelentemente creando un día magnífico, y eso que eran solo las ocho de la mañana. El campeonato de equitación comenzaba a las once, pero salimos temprano solo para que Kate no se estresara. Llegaríamos a su casa en pocos minutos y tan solo teníamos una hora de ida al lugar. Contábamos con más tiempo del necesario.
Esperábamos, paradas, a que llegara el colectivo. Las calles aún estaban húmedas. Entre el pavimento y el cordón de esta se creaban pequeños y extensos charcos de agua. Había llovido fuerte y continuo durante toda la noche. Pareció apaciguarse cuando se hizo de mañana. Vimos cómo nuestro transporte doblaba la esquina y Katie fue la primera en extender la mano para que frenara; se veía alterada. Era una chica confiada pero los campeonatos le ponían los nervios de punta y tomando en cuenta todo lo que estuvo pasando... era entendible. Tomamos asiento dentro mientras retomaba el rumbo.
Era bastante temprano y, aparte, era domingo, por ende, nadie transitaba las calles. Todos decidían quedarse en casa y dormir hasta tarde. Al sentarme sentí un relieve en el bolsillo de mi pantalón.
La llave.
Aquella que encontramos ayer, pero estuvimos muy agotadas como para siquiera prestarle atención. La retiré de este y la sostuve expectante en la palma de mi mano. Aclaré mi garganta para poder obtener la atención de mis amigas, quienes parecían muy fatigadas como para mantener sus ojos abiertos.
—Es la llave que apareció ayer bajo la ventana –hablé al darme cuenta de que tenía su atención–. La miré toda la noche de ayer... mía no es, nunca la vi antes –concreté. Había tardado demasiado en conciliar el sueño, así que me dediqué a darle mil y una vueltas al pequeño objeto. Hasta me atreví a encender la linterna solo para poder observarla mejor. Jamás la había visto antes; no era mía ni de mis padres. No le pertenecía a nadie que conociera. Luna negó con la cabeza.
—Mía tampoco. –Kate repitió su acción.
Me recosté en el respaldo del asiento, frustrada. Me consideraba una persona enfermizamente competitiva y ser incapaz de resolver esto me molestaba más de lo que debería. Dirigí, una vez más, mi vista al objeto. No parecía ser para abrir una puerta de entrada; era demasiado delicada y pequeña. Me resultaba más coherente utilizarla para algún gabinete. Volví a reposarla sobre mi regazo.
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Moon Night
Teen Fiction"Las cosas se fueron de control aquella noche. La noche que escuché el suelo crujir. La noche que vi la sombra bajo la puerta. Aquella noche que recordé como se sentía estar atemorizada. Creíamos que investigar acerca del misterio que nos acechaba...