Capitulo Trece

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(En multimedia foto mía y de mi hermano: Elena y Tomi)

Quería saber más de Félix. Cada vez que nos acercábamos sentía una especie de rayo recorrer todo mi cuerpo. Era como un imán; quería seguir molestándolo y divirtiéndome. Me odiaba por sentirme así. Me recordaba que tan solo era un idiota contribuyendo a esta mentira. El enemigo. Pese a eso, deseaba entenderlo; saber más de él, quizás de esa forma podría comprenderlo. Al parecer Félix sabía mucho sobre mi vida, pero yo no. Durante los tres días que estuvo acá no recibió ni una llamada preocupada de su familia, tampoco llegaron mensajes para chequear a él... nada. Sabía que la respuesta que me daría sería sencilla. No soltaría mucha información y lo comprendía; yo haría lo mismo si es una persona que acabo de conocer, pero, nuestra conversación fue interrumpida.

Habían vuelto antes del hospital. Al parecer mi mamá se negaba a quedarse un día más sin ir a trabajar... necia como ella sola, pero predecible. Entraron a casa y llevaron a Tomi a su nuevo cuarto. Antes de que todo se cayera a pedazos pedí tenerlo un poco en brazos. A pesar de haber llegado unos días antes era grande y pesado. Llevaba ropas azules y blancas que lo cubrían del frío exterior. Estaba despierto, pero sus ojos comenzaban a cerrarse poco a poco. Estos eran grandes y oscuros, me miraban con curiosidad. Llevaba sus manos envueltas en su pecho. Era tan delicado que tenía miedo de romperlo. Miraba sus alrededores como si fuera un lugar extravagante y singular. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos no pude evitar compartirle una mueca extraña; levemente sus comisuras se arquearon. Era el bebé más tierno y risueño que había visto en mi vida... y yo que odio a los bebés.

Estaba embobada mirándolo con cuidado. Analizaba cada uno de sus movimientos. Era extraño, sabía que no compartimos sangre, pero no podía evitar captar similitudes entre ambos. Sus oscuros ojos me recordaban a los míos, aunque los de Tomi fueran más predominantes. Nuestras pestañas, negras, rizadas y largas, parecían haber sido copiadas y pegadas. Sus labios eran más finos, pero sus grandes cachetes me recordaban a cómo lucían los míos cuando era pequeña. Mi abuela siempre recuerda cómo amaba apretarlos y estrujarlos. Sin darme cuenta se durmió en mis brazos. Ni siquiera había protestado. Subí hacia su nuevo cuarto y lo dejé en la cuna. Después de encender el monitor que lo controlaría, le di un último vistazo. Bienvenido, Tomás.

Cerré la puerta y miré las escaleras.

Hora de saber la verdad.

Cuando todo estaba listo, mis padres prepararon algo de comer y nos reunieron a ambos en la mesa. Creo que tenían en mente una conversación larga y descriptiva, pero, a pesar de nuestra hospitalidad, Félix se negó a comer diciendo que solo estaba acá para cumplir su "deber". Había vuelto a estar serio y distante.

Las luces que descansaban sobre nuestras cabezas alumbraban nuestra comida y, a su vez, la cara de miedo y preocupación de mis padres. Quería saber la verdad, pero ¿estaba lista para lo que me iban a contar? Ya no sabía qué esperar. Sentía cómo mi corazón retumbaba fuerte y rápidamente dentro de mis costillas. Golpeaba haciéndose presente en mi conciencia. Estaba nerviosa. Por una parte quería que todo siguiera como antes, pero era inevitable olvidarme de la verdad que esperaba a ser revelada. Tomé asiento y coloqué un pedazo de pollo al lado de la ensalada recién condimentada. Los primeros minutos fueron de puro silencio y extrañeza, no podía evitar sentir la presencia de Félix frente a mí. Sin pensarlo dirigí una uña hacia mis labios. La expectativa me estaba matando.

—¿Y bien? ¿Alguien me puede decir qué es lo que pasa? –pregunté rompiendo así la seriedad y tardanza que corría en el aire. Si nadie hablaba podríamos estar acá hasta la madrugada. Observé cómo mis padres compartían una mirada discreta con Félix, quien mantenía la misma expresión de cuando habían entrado–. ¿Pueden decirme que está pasando? –Nada–. Podrían empezar por el hecho de que lo conocen a él –finalicé mientras dirigía mi mirada al chico de ojos azules.

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