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     Yoongi se sentía completamente libre y alejado de toda inmundicia humana que algún día osó en contaminarlo, feliz no era la palabra pero de que se alivió demasiado en desaparecer de sus vidas fue impecable.

    La terrible noticia se la había dado tres meses antes, cuando por fin descubrió su nueva orientación sexual. Fue sin pensarlo en ese instante solo tenía en mente que el castigo iba a ser inmenso, al contrario, lastimosamente su progenitor pidió el divorcio inmediatamente y días después se enteró que había sufrido un terrible accidente automovilístico debido a la ebriedad con que manejaba, muerto en el momento. La mujer que le dio a luz era bastante religiosa (demasiado para él) diciéndole que nunca los homosexuales iban al cielo, al contrario el infierno sería más satisfactorio para ellos. Yoongi se fue de casa con tan solo dieciséis años y ahora se encontraba viviendo en un pequeño pero acogedor tráiler.

    Veía en las noticias como mataban a gays en países que no era el suyo, como eran discriminados por usar ropas del sexo contrario (por supuesto Yoongi no utilizaba esa ropa, cabe destacar que su concepto era sentir atracción por los hombres y nada más) como se suicidaban sin tener el valor de decírselo a los padres. Para él era una terrible molestia.

     Siempre escuchaba a las chicas sensualizar sobre su cuerpo, aquellos ojos oblicuos definidos, todas estaban babeadas hasta tal punto de acosarlo pero sólo veía a las chicas lindas, nunca tuvo intención de sentir tanta atracción por ellas. Odiaba los lazos, las collaretas, los pulsos e incluso las sayas que siempre utilizaban, ah claro, pero si era un chico con los labios pintorreteados o maquillaje colocado en sus perfectos rostros sí le encantaba tanto que acababa pidiéndole sus números telefónicos aunque nunca los llamaba.

   Pero la bomba atómica más potente sucedió en el inicio de instituto, cuando todos y cada uno de los estudiantes permanecían en fila escuchando las nuevas orientaciones del fornido director Kang. Las palabras le valieron verga, de mala gana, sintió como hablaba para alumnos estúpidos o niños robotizados celebrando sus palabras con exclamación pasando la hora de pie. Estuvo bastante aburrido tanto que en movimientos ágiles se restó la chaqueta de su nueva escuela quedando en una camisa blanca inmaculada y unos pantalones estúpidamente planchados, sin olvidar los zapatos de tachuela corta.

  En resumidas cuentas le dio tanto berrinche que cuando un joven promedio, para nada sexi iba a comenzar su discuro (seguramente podría ser el antiguo presidente del consejo de alumnos) sin olvidar que permanecía con su maldita resaca mañanera debido a una fiesta del club de billar, acabó siendo embriagado por el gerente del club entonces no estaba en sus cabales.

      Cuando el joven iba a empezar a hablar, el mayor no soportó ni un segundo y subió al enorme escenario repletos de luces enfocadas en el centro, subió sin sentir nervio ninguno a arrebatarle el micrófono el cual sostenía antes de empezar. Recuerda como había un silencio coagulado, siendo tan perturbador y tranquilo al mismo tiempo. Todo se precipitó en el instante en que comenzó a pronunciar todo lo que sentía acerca de su sexualidad, sí, así mismo, se había declarado gay frente a profesores y el estudiantado, había soltado todo le que tenía contenido por meses de espera. Estaba ebrio y por si fuera poco arremetió con quitarse todas sus prendas quedando solo en bóxer. El escándalo fue tanto que intervinieron los profesores de taekewando para evitar que se sacara la última prenda de vestir.

   Min nunca se arrepintió de ese día, podía arrepentirse si la situación fuera estrepitosa y lo hubieran expulsado de la institución pero su único castigo fue estar suspendido por tres días, tres días en los que nada valió la pena, tres días que estaba mirando con abstinencia al alcohol, en las paredes de su pequeño baño.

『  Distrito 12  』↦ Yoonmin Vhopekook Namjin BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora