Capítulo 1

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Me miro por un segundo con aquellos ojos hazel natural, orbes poco comunes que engatusarían a cualquiera. Y lo hacían con vehemencia, olvidando la piedad.

      Sus labios se torcieron al verme. Contemple con anhelo una cohibida pero tentadora sonrisa. Pese a tener mi atención, siguió atenta, chupando aquella paleta de cereza que entintaron sus labios de un clérigo matiz sensual, combinando con aquella piel que tanto me encantaba. El cabello callo en cascara moldeándose con sus ondulaciones propias, rosando su rostro hasta llegar bajo sus hombros mientras ella continuo trazando sobre el papel aquellos modelos de barro que había trabajado sólo para ella.  Y allí perdida, siguió jugando con el papel y seguidamente con la tiza con la que le encantaba sombrear cada dibujo suyo hasta su máxima expresión, pero entre trazo y borrón seguía jugando con las miradas fugaces dirigidas hacia mí, no pude evitar entre  tanto juego soltar una extasiada carcajada que la hizo enrojecer aún evitando mi presencia.

     Me encontraba  sólo, pese a qué se encontraba ella. Estaba sentado sobre el sofá de la habitación «creativa» consumiéndome y ensoñando entre ilusiones. Me ignoraba, y jugaba con migo al gato y el ratón. Ambos persiguiéndonos sin alcanzarnos. Miradas sínicas, sonrisas perversas y el rozar de su lengua sobre una ridícula paleta. Ah, cómo odie ese estúpido dulce y hasta la jodida tiza, aquello manejando su boca, su lengua, y lo otro siendo tocado por su mano. Lo odie.

    Siguió jugando con migo, ignorándome, trazando sobre el papel, sonriendo perversamente entre el dulce. Me erguí sobre el sillón contemplando con mayor atención, clamándole a ella entre miraras feroces y deslices de mi lengua sobre mis labios. ¡Allí estaba yo! ¿Qué no entendía mi sufrimiento? ¿No veía que agonizaba?. No, claro que lo sabía, y yo estaba siendo el idiota, censurando mis demonios. Estaba siendo masoquista, ella lo disfrutaba, como yo lo hacía. Un juego infame más entre nosotros.

     El viento se aventuró dentro de la calurosa noche. Habíamos abierto las ventanas  dejando que el mundo nos abrasara entre tinieblas y discretas luces del apartamento, pero entre tanta penumbra era inevitable no sentir el delirio tomar fuerza. Dos amantes nocturnos haciéndose los desconocidos no estaba en su juego, y la razón simplemente moría a cada instante.

    Mi mente se llenaba de quimeras voraces, hambrientas, obscenas. La deseaba en ese momento, la quería mía, mía una vez más.

    Me vio remangar entre esas miradas los puños de mi camisa negra. Un acto de advertencia hacia ella. Prosiguió relamiendo aquel dulce con mayor lentitud, y un rubor más notorio alcanzando hasta sus orejas. Percibí con deleite y morbo el erizar de sus minúsculos vellos que asomaban sobre su cuello despojado por el cabello que caí sobre los lados de sus hombros. Ella sabía que aquello había dejado de ser un juego jocoso.

    Mi corazón palpito azorado, y mi mente, oh, mi mente se ensuciaba de fechorías oscuras.

    Parecía agitada, nerviosa, precoz… lo disfrutaba y lo escondía tan bien como siempre. Hubiese sido un buen intento, lo hubiese hecho en ese momento, pero mire aquellos pezones marcados sobre la ligera camisa blanca que portaba. Sonreí con mayor esplendor, ella lo sabía y yo lo disfrute. Volví a mi posición inicial, recostando la espalda sobre el respaldo, mantuve mis piernas separadas. En aquel momento estaba igual de excitado que ella, y tan deseoso como cualquiera pudiera estarlo por ella, cosa que jamás permitiría, pero mi miembro ejercía la presión debida para molestarme y aconsejarme tan mal como la razón, si en algún momento lo hubo.

     La observe y estudie con mayor detalle, tal como lo haría un vicioso y acosador empedernido. Pase mi dedo anular e índice sobre mis labios limpiando algún rastro de fechoría, un acto inútil e infantil. Deje que me viera cansado, intimidado, deshecho y pareció aliviada. Volvió a mirarme fugazmente pero nos cruzamos sin decoro, la deseaba y la engañe sin misericordia.

Entre la oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora