Inconmensurable: que es muy difícil o imposible de medir o valorar. Ese es el adjetivo que define la fidelidad, de la lealtad y de la devoción que sentíamos cada una de nosotras, por cada una.
De niñas, mi prima, mi hermana y yo, nos tumbábamos en la cama de su habitación a ver Barbie. Una de nuestras películas favoritas, era Barbie y Las Tres Mosqueteras. Cuando la terminábamos de ver, cogíamos unas perchas y fingíamos que eran nuestras espadas. "¡Una para todas y todas para una!" Ese era nuestro lema favorito cuando jugábamos contra los malos invisibles, y salvábamos al príncipe de ser asesinado en el salón de baile de palacio; la habitación de mis tíos.
Me gusta mirar el reloj, acercarme a él y girar las manecillas en sentido contrario. Retrocediendo hasta las tardes de primavera, saltando de un lado a otro del campo, y cantando "Let it go" de Frozen a todo pulmón hasta quedarnos afónicas, agarradas de la mano.
De haber visto venir lo que sucedería después, habría preferido que mi tía jamás, nos hubiera llamado para presentárnoslos. Habría preferido que todo fuera una simple ilusión, pero todo avanzó demasiado rápido, y tú, a ti, ya no podía olvidarte.
Esa mañana fue igual de simple que las demás. Un día de sol radiante en el mediterráneo y mis ganas de descubrir quién era aquella chica. Por suerte, la tarde de entonces terminó con lo que unos quince días atrás había comenzado.
Jacob insistía para jugar al fútbol, pues no quería pasarse el resto del día tumbado en la arena. A mí también me solía gustar jugar a fútbol, aunque no se me daba demasiado bien. Lo que más me gustaba, era tener una excusa para poder pegarle o tirarlo al suelo.
Entonces me levanté y después de unos toques, convencí a Vicky y Vero de jugar. Como siempre, Daniel vino con nosotros.
Jacob era el portero, y los cuatro nos enfrentábamos a él.
Poul no apartaba la mirada en ningún momento, de donde estaba aquel partido tomando parte. El pequeño Peter tampoco apartaba la mirada, y la chica que se suponía era su novia, tampoco.
-Venga Poul, vamos a jugar con ellos.-insistía Peter.
Mi hermana, que estaba sentada detrás de una pila de tumbonas, pudo escuchar la conversación mientras maldecía a una piedra, con la cual se había herido el pie.
-Que no, que me da vergüenza.-dijo él en francés.
-Si te da vergüenza ya les digo yo.-dijo entonces la chica.
-Eso, que les diga Julliette.
-Vale.-respondió entonces Poul.
-Chicos, vienen.-advirtió mi hermana.
Todos miramos a donde ellos estaban. Puede que eso los avergonzara todavía más, pues crearon su propia portería y se pusieron ahí a jugar. Nos decepcionamos un poco. Aunque seguían tratando acercarse a nosotras. ¿Habría Poul sentido algo, por alguna?
La chica insistía en acercarse. Al principio, el chico de ojos avellana, aceptó, pero cuando ella se dispuso a decirnos de jugar, Poul la detuvo.
-¿Qué?-se sorprendió ella.
-Que va, que va, mejor no. Da igual, jugamos entre nosotros.
-¿Seguro?
Él dudaba, y yo, sólo quería decirle que si se acercaba, si se arriesgaba... Aguantaría lo que tuviera que aguantar.
Entonces mi madre, quien venía a dar de merendar al pequeño Dan, nos preguntó si queríamos jugar con ellos. ¿En serio? La respuesta era más cristalina, que cada átomo que componía aquella sustancia, que bañó el deseo de calmar el fuego que se propagaba por nuestros cuerpos.
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Dibújame el mar
Romantizm"Me prometiste la Luna, pero tan sólo me hacía falta que me dibujaras el mar."