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CAPÍTULO 7:

El primer debate de la campaña. Primero debatirían Onigumo contra Sesshomaru, y después, sus padrinos. En este caso, el padrino de Onigumo y la madrina de Sesshomaru. El conde Inuyasha Taisho contra la condesa Kagome Higurashi. El público había ido en realidad para verlos a ellos dos el uno contra el otro. Lo realmente interesante del día era ver a dos condes de diferente sexo enfrentándose el uno al otro por defender una posición de ultra derecha contra una de izquierdas muy liberal.

Kagome debía admitir que estaba nerviosa. Hacía cerca de dos semanas que su relación "sentimental" con Inuyasha había dado comienzo. Por fin había descubierto que no era para nada insatisfactoria una relación sexual con un hombre. Inuyasha se empleaba a fondo y ella también.

Era el mejor beso que le habían dado en toda su vida y no quería que terminara jamás. Atrapó sus labios entre los suyos y lo instó a seguir y a seguir hasta que ambos tuvieron que detenerse para tomar una larga bocanada de aire. Respiraron dificultosamente durante unos segundos en los que no dejaron de contemplarse con la misma ardiente pasión y se volvieron a besar tan bruscamente que sus cabezas y sus manos no dejaban de moverse en busca de una posición cómoda.

Escuchó el sonido de algo desgarrarse y sintió que ya no le apretaban las ballenas del corsé. Después se desgarró su camisola y unas manos ansiosas la acariciaron por todas partes. Gimió, mordió a Inuyasha en el cuello y lo imitó. Cuando quiso darse cuenta, desabrochaba la bragueta de su pantalón y hacía con su miembro duro e hinchado exactamente lo que le habían enseñado sus compañeras. Inuyasha le demostró con sus labios en su pecho lo mucho que le gustaba lo que estaba haciendo y ella se entregó a cada caricia y a cada beso, deseando cada vez más y más.

No lograba imaginarse a sí misma mostrándose de esa manera con otro hombre que no fuera su amado Inuyasha. ¿Y él? ¿Sentiría lo mismo respecto a ella? Cuando la tocaba le temblaban las manos por el deseo, la acariciaba temiendo que fuera a evaporarse en cualquier momento. Su mirada… No podía creer que él fuera capaz de mirar a otra mujer de esa forma. La hacía sentir única en el mundo.

No lo admitiría en voz alta, pero se había puesto sus mejores galas porque él la vería. Siempre se arreglaba muy cuidadosamente para recibir sus visitas o ir a visitarlo. Sus mejores vestidos, sus mejores zapatos, sus joyas más caras, maquillaje importado y ropa interior sugerente. Se comportaba como esas mujeres a las que siempre había despreciado. Sin saber por qué, sentía el impetuoso deseo de estar siempre hermosa para él. Era como una droga.

A él siempre le dijo que no mezclarían la vida política con su vida privada y así había sido hasta el momento. Ella no interfería en las campañas de Inuyasha, ni se quejaba por muy injustas que encontrara algunas de ellas y él no decía nada en contra de las de ella. Ninguno de los dos intervenía en la vida política del otro, pero nunca habían tenido que debatir en público. Eso era algo muy diferente. Allí, en directo, podrían decir cualquier cosa que hiriera al otro; los sentimientos podrían entrecruzarse. Ella misma no estaba segura de poder apartar la mirada de él tan si quiera. Estaba esperando junto a las escaleras a su turno y en vez de escuchar a su apadrinado, miraba fijamente a Inuyasha. Tan atractivo con su traje y su levita. Él también la miraba furtivamente, en ocasiones, y le dirigía esas sonrisas y esas miradas que prometían horas y horas de pasión más tarde. Ella se sonrojaba por su atrevimiento.

- ¿Está insinuando que una mujer podría trabajar en la alcaldía?

Esa última pregunta desvió su atención de Inuyasha hacia el escenario, donde los dos hombres competían. Onigumo se estaba riendo a la cara de la proposición de Sesshomaru para que las prostitutas dejaran sus oficios y aprendieran trabajos honrados en los que no debieran vender su cuerpo.

ɛʟ ƈǟɮǟʟʟɛʀօ ɖɛʟ ƈʀɛքúֆƈʊʟօ |•INUYASHA•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora