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Capítulo 13:

Nunca pensó que podría sentirse tan en paz consigo misma compartiendo tal intimidad con un hombre. De Naraku aprendió a temerlos y de su otra identidad como caballero del crepúsculo a enfrentarse a ellos, pero nunca antes había probado a vivir con ellos. Si bien esa nueva intimidad la asustaba en cierto modo, no podía menos que celebrarla y rezar para que no terminara pronto.

Tumbada junto a Inuyasha en su cama, completamente desnudos ambos, mirándose y acariciándose suavemente el uno al otro, todas las mañanas empezaban maravillosamente. El ritual siempre era el mismo. Hacían el amor nada más despertar y él era sumamente cuidadoso con su brazo herido. Después, se tumbaban el uno junto al otro, de lado y se miraban intensamente mientras se decían palabras melosas y se acariciaban con las manos y con la mirada. Myoga traía el desayuno más tarde.

Inuyasha siempre se levantaba a cogerlo para evitar que el mayordomo entrara y pudiera verla aunque toda la casa debía saber a esas alturas que dormían juntos. Desayunaban juntos, sobre la cama, sin vestirse y bromeaban mientras se daban la comida el uno al otro. Después, tocaba volver al mundo real. Inuyasha se ponía sus aburridos trajes y ella un sencillo vestido. Él se encerraba en su estudio a manejar las cuentas de su finca y sus negocios y ella paseaba por los jardines Taisho. A veces él aparecía por sorpresa y la acompañaba. Otras, ella terminaba su paseo en su despacho para poder verlo una vez más.

Sesshomaru había ido a visitarla con frecuencia al igual que su esposa. Inuyasha no estaba para nada de acuerdo con esas visitas, no aprobaba a Sesshomaru y aunque le permitía entrar en su casa, no quería estar presente durante sus visitas. Su trato con él era realmente descortés y no lograba entender el por qué. Intentó preguntárselo en más de una ocasión, pero lo único que había conseguida era que ambos se enfadaran, discutieran, hicieran el amor para hacer las paces y se olvidaran del asunto por ese día.

Había pasado casi un mes completo desde el ataque y ya iba siendo hora de que volviera a su hogar. La gente en el pueblo hablaba y no era correcto que una mujer viuda estuviera viviendo en la casa de un hombre soltero. Fue Sesshomaru el primero en recordárselo y más tarde Rin sonrojada hasta las raíces del cabello. Ambos tenían razón por más que le costara admitirlo. El problema era que no sabía cómo abordar a Inuyasha respecto a ese asunto. Él se comportaba como si no concediera en su cabeza el hecho de que ella fuera a marcharse alguna vez.

Phillips acababa de recoger las pertenencias de su dormitorio, sólo le faltaba acercarse a su despacho y decirle que volvía a su casa. Él se lo tomaría muy mal.

- ¡Kagome!

La discusión se adelantó más de lo esperado. El tono que había empleado Inuyasha para llamarla era de puro y mezquino enfado masculino. Ella se giró para mirar el pasillo a su espalda y lo observó comerse el espacio a grandes zancadas con el ceño fruncido y los labios apretados. Ella juntó sus manos sobre su regazo y se retorció los dedos nerviosamente.

- Inuyasha… - intentó apaciguarlo.

- ¿Por qué Phillips se está llevando tus pertenencias?- no le dejó contestar- Estaba trabajando en mi despacho tranquilamente cuando ha venido Myoga sin aliento a decirme que te marchabas. ¿Es eso cierto?

- Debo irme…- musitó.

- ¿Cuándo pensabas decírmelo?- le riñó- ¿Ibas a mandarme una nota desde tu casa?

- No, claro que no. – mantuvo el tono sereno en un vano intento para que Inuyasha se relajara- Antes de irme pensaba ir a verte a tu despacho.

- ¡Qué considerado por tu parte!- exclamó con sarcasmo.

Inuyasha estaba furioso y tenía motivos reales para estarlo, pero si hubiera consultado con él antes de actuar, él se lo habría impedido. Tenía toda la pinta de estar dispuesto a evitar su partida a toda costa y sabía que sería capaz de encerrarla bajo llave cada mañana si le confesaba sus intenciones. Odiaba ese comportamiento machista y mezquino tanto como lo amaba.

ɛʟ ƈǟɮǟʟʟɛʀօ ɖɛʟ ƈʀɛքúֆƈʊʟօ |•INUYASHA•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora