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Capítulo 15:

Se sentía muy cansada. Quería despertarse, pero los párpados le pesaban tanto que le era imposible abrirlos. Sentía la luz del sol contra su rostro, calentando su piel y unas grandes y ásperas manos acariciando su cuerpo desde el hombro hasta la cadera. En una postura tan familiar, una caricia tan familiar. Ni aunque transcurriera un milenio entero, jamás podría olvidar la sensación de las manos de Inuyasha acariciándola. ¿Por qué estaban juntos? Además, ésa era su cama. Reconocía sus sábanas y su colchón. El colchón de la cama de Inuyasha era más duro que el suyo y él usaba sábanas de seda, ella prefería el satén.

Lo último que recordaba era haber conseguido sacar a Isabella con éxito de los terrenos del terrateniente Lanbert. Isabella colaboró aunque al principio se mostró algo reacia a hacerlo por el miedo, pero la entendió. Fue muy sencillo engañar a los soldados y consiguieron salir de la mansión sin daños, ni pérdidas. Nadie las siguió o eso pensó ella y llegaron hasta el carruaje en el que las esperaba Phillips. Isabella le dio un beso de despedida, cosa que la dejó bastante sorprendida y se marchó. Entonces, ¿qué ocurrió entonces? ¡Ah, sí! Apareció Houjo apuntándola con una pistola y regodeándose por poder fardar de haberla atrapado. Sin embargo, nada ocurrió ya que Inuyasha apareció para rescatarla. ¿Qué haría sin Inuyasha? Recordaba haberle besado y que él quiso comenzar una discusión por su "irresponsabilidad", pero no pudieron terminar de discutir.

Empezó a ver las cosas con más claridad. ¿Se había desmayado? Eso explicaría por qué se sentía tan cansada, pero no lograba entender por qué se había desmayado. Ella estaba muy sana, el disparo ya no era más que una pequeña cicatriz, no hacía un asfixiante calor y aunque hubiera estado en un aprieto durante unos instantes, no había vivido una experiencia de gran tensión a decir verdad.

Se encontraba por su quinto intento de abrir los ojos cuando al fin pudo hacerlo. Los abrió de golpe con las pupilas dilatadas y las aletas de la nariz hinchándose. Una fuerte nausea acababa de subirle por la garganta. A la segunda nausea tuvo que levantarse de la cama y salir corriendo hacia el cuarto de baño. Se aferró a los bordes del lavabo y empezó a vomitar algo tan traslúcido como el agua. ¿Qué iba a vomitar si su última comida estaba en los tobillos? Debía haberse puesto enferma, algún virus. Eso explicaría el por qué se desmayó, ¿no?

Sintió las manos de Inuyasha a su espalda, masajeando suavemente sus músculos tensos y se sintió muy avergonzada. Inuyasha la había vista y la había oído vomitar. Había estado allí todo el tiempo observándola mientras realizaba una tarea tan nauseabunda. ¡Qué la tierra se la tragase! Era tan impropio de una dama vomitar delante de un hombre. Debía pensar que era repugnante, no querría besarla en una semana por lo menos y no se lo reprochaba.

- Kagome…

- Sal… - musitó entre arcadas.

- ¡No!- se abrazó a ella intentando aplacarla- Necesitas ayuda.

No pudo negárselo. Necesitaba ayuda.

Inuyasha se aferró a ella con fuerza, pero con cariño mientras la escuchaba vomitar y sentía su cuerpo retorcerse bajo el suyo con cada retortijón. Cuando se desmayó la noche anterior pensó que tal vez estuviera cansada o muy estresada. El duque Akitoki había estado a punto de descubrirla y eso pondría los pelos de punta a cualquiera, pero esa mañana descubrió que ninguna de sus sospechas era acertada. Kagome no podía estar vomitando por simple casualidad y si él se hubiera marchado no lo sabría.

Cuando llegó hasta sus terrenos la noche anterior no podía salir de su asombro. ¡Una gruta secreta! No sabía que en los terrenos Higurashi hubiera algo semejante, era zona inexplorada. En su hogar tenían pasadizos secretos para poder escapar en caso de ataque, pero los suyos acababan en una trampilla que daba al sótano y una vez en el sótano se podía salir al exterior. Los pasadizos de los terrenos Higurashi eran realmente magníficos al igual que su desembocadura. Nunca habría podido imaginar que algo semejante fuera posible. Aquel lugar oculto tras una cascada era una auténtica maravilla. El caballo de Kagome vivía allí al parecer y era por allí por donde escapaban. Por eso Myoga nunca la descubrió. Kagome salía desde un punto muy lejano de su vista.

ɛʟ ƈǟɮǟʟʟɛʀօ ɖɛʟ ƈʀɛքúֆƈʊʟօ |•INUYASHA•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora