Capítulo 12 | El 'simificado' de las cosas

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Cuando despertó, sonrió y se abrazó más a la castaña que dormía plácidamente entre sus brazos. Acercó su rostro a su coronilla donde dejó un beso.

Podría pasar así todas sus mañanas, observando las pequeñas pecas en las mejillas de Olivia y sus largas pestañas. Luego viajaría hasta sus labios rosados y la despertaría como en un cuento de hadas, con un beso de amor.

Y no saldrían de la cama en todo el día, porque era imposible dejar de querer tener ese cuerpo bajo el suyo gimiendo y estremeciéndose a su tacto. Sonrió y volvió a cerrar los ojos, para volver a dormir.

Unas horas después se removió entre sus sábanas, sintiendo el vacío a su lado. Temió que todo hubiera sido una mala pasada, un sueño que jamás se haría realidad.

Pero cuando se reincorporó y buscó indicios en la habitación, se encontró con el vestido de novia en el suelo. Suspiró con alivio y se puso sus bóxers para salir a buscar a Olivia, que debía estar en algún lugar de la casa.

Al llegar a la cocina se encontró con Olivia, que preparaba el desayuno usando solo una camiseta de Elliot que apenas la cubría. Se quedó un rato viéndola cocinar, viendo sus piernas y su perfecto cabello caer en ondas tras su espalda. Hasta que la magia se terminó cuando volteó para poner los huevos revueltos en los platos y le sonrió como si lo hubiera atrapado haciendo alguna travesura.

—Desperté y no estabas— dijo Elliot, con reproche— Entré en pánico pensando que o era un sueño o habías huido. Tenía que buscarte.

—Moría de hambre y algo tenía que hacerse— Olivia rió y se acercó para besarlo— No iré a ningún lado, te lo prometo.

Elliot sonrió de lado, queriendo creer en esas palabras. Pero lo dejaría al tiempo, este definiría las cosas entre él y la castaña.

—¿Hambre?— Le preguntó.

—Claro, necesito recuperar energías para cuando volvamos a la cama.

Olivia rió y puso la mesa para empezar a desayunar. Había preparado pancakes, huevos revueltos y bacon crujiente, acompañando con jugo de naranja.

—Vaya, esto es delicioso.

—Es tu hambre— dijo Olivia, tomando un sorbo de su jugo.

—Es tenerte aquí, conmigo.

Olivia alcanzó su mano sobre la mesa y la apretó para hacerle sentir que siempre estaría con el. Siguieron comiendo mientras platicaban sobre el trabajo y cosas banales.

—¿Dónde están los niños?— Preguntó recordando hasta ese momento que algo faltaba.

—En Long Beach, con mi madre— dijo, aplicando los platos vacíos de ambos— Podríamos ir a recogerlos hoy y regresar mañana por la tarde, ¿Que te parece?

La boda de mi mejor amiga  |  BENSLERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora