El propósito

19 1 0
                                    

Capitulo 18

Francisco se levantó bruscamente, fue hasta la puerta y empezó a golpearla a puñetazos y patadas, gritaba de rabia y desesperación. A una distancia prudente, el viejo lo observaba en silencio, con una extraña mueca de incomprensión.

-No van a venir, no agotes tus energías. ¡Vamos muchacho, ahora es cuando debes mantener la calma!

-¡Cállese! , no haga como si le importara, vociferó. Sus ojos platinados por las lágrimas resaltaban bajo la tenue luz amarillenta. El anciano suspiró.

-Tienes que entender el propósito, de lo contrario jamás  saldrás de aquí, ni mucho menos podrás salvarla.

Francisco apoyó la frente sobre la puerta. La impotencia lo atormentaba y la sensación de culpa eran dos pesadas cadenas que azotaban su corazón con cada latido. Lamentaba haberla involucrado.

-¿Puede ayudarme a salir de aquí?, sollozó y el tono de su voz fue grave y decidido.

-Por supuesto, respondió el viejo limpiándose las uñas con un palillo. Cuando terminó se puso de cuclillas frente a unas viejas cajas forradas en cartón. De forma desprolija empezó a buscar en su interior, tirando los objetos que no le servían en todas partes. Mientras hurgaba como un ratón que busca su trozo de queso, murmuraba muy bajito, tanto que Francisco no podía oír lo que decía.

El viejo aparó la caja con el pie y se escabulló debajo de la cama. También murmuraba. Salió rápidamente cubierto de polvo. Una pequeña araña colgaba de su enredado cabello pero no le dio importancia. Se rascaba la cabeza, frunciendo el ceño, tratando de recordar. Caminó hasta el escritorio con aire pensativo y sacó ambos cajones. Mientras arrojaba libros y revistas viejas al suelo mantenía una expresión serena. De repente sus ojos se encendieron de emoción y una sonrisa sencilla pero satisfactoria cubrió su rostro.

-¡Aquí está! , sabía que lo había dejado en algún lugar.

Francisco se acercó con curiosidad.

-¿Cómo salimos de aquí?, dijo fingiendo indiferencia.

-Tranquilo, todo a su tiempo, dijo mientras observaba el objeto que tenía entre sus manos. Era un viejo reloj.  Francisco se sintió decepcionado.

-Ya conoces el motivo por el cual sigues con vida. Ahora la pregunta es, ¿Por qué me mantienen a mí con vida?, ¿Por qué conservar a un pordiosero como yo?, dijo el viejo con una extraña calma.

Francisco estuvo de acuerdo en que había algo raro ahí, pero no dijo nada.

-Después de tanto tiempo lo descubrí. Me necesitan para finalizar el ritual, exclamó aun con más serenidad.

-¿Ritual?, quiere decir que…

El anciano asintió, sereno y templado.

-Quieren resucitar a la muerte. ¡Reactivar las funciones de la Parca!

-Súcubo, dijo Francisco sin saber porque lo había dicho. ¿Realmente un monstruo así existe?, pensó con temor.

-¿Lograron controlarlo?

El viejo negó con la cabeza.

-Pero por lo que oí, parece que están cerca. Sucederá aquí, en este viejo asilo militar. Es increíble, después de tantos errores no han aprendido nada, agregó disgustado.

-¿Qué quiere decir?

-Los demonios no son animales, no son domesticables. No está  en su naturaleza ser dóciles. No funciona así, concluyó. Miró la hora, y ocultó el reloj en su mano. Francisco ya había notado que era la tercera o cuarta vez que hacia el mismo movimiento. Algo trama, pensó.

Un pasado siniestro(Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora