Memorias

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-¿Diciembre del 2014?, ¡Vaya!, jamás pensé que volverían a preguntarme sobre aquellos días. ¿Qué quiere saber exactamente?

-Sobre el incidente conocido como H-42, para no andar con rodeos, dijo Francisco algo divertido.

La actitud del anciano cambió bruscamente. Las arrugas de su frente y la profundidad de su mirada evidenciaban un estado de malhumor. Un prolongado silencio se acentuó en la mesa que compartían ambos hombres.

-Vea esas personas, observe sus rostros, como visten y la manera en que se expresan, dijo el anciano. Su voz era serena pero temperamental.

Francisco miró por sobre su hombro, la mayoría de las mesas estaban ocupadas por clientes que habían pasado los cincuenta. No hay mujeres, pensó.

-Amo este lugar. Su estructura simple pero elegante, ideal para tomarse una buena taza de café, leer el periódico o charlar de política.

-¿Le gusta la política?, preguntó el joven mientras agregaba azúcar en su cortado.

-No, respondió con sequedad. Pero me gusta la Historia, sobre todo el periodo de las independencias americanas, agregó con mayor frialdad.

Francisco esbozó una tímida sonrisa, casi imperceptible. Está furioso, pensó con humor.

-Si le molesta mi presencia puedo marcharme.

Las miradas de ambos se cruzaron. Francisco mostraba determinación y paciencia en sus profundos ojos azules, en cambio, en la negrura de las pupilas del anciano, ardía una furia descomunal que era controlada con mucho esfuerzo y cinismo.

-Quédese, haga lo que quiera. El hombre bebió un sorbo de café, sacó su teléfono celular del bolsillo y lo dejó sobre la mesa. Miraba hacia la ventana con aire pensativo.

-La casa Histórica de la Independencia, dijo en voz baja.

-¿Perdón?

-Me gusta sentarme y obsérvala. Me pregunto cuantas mentiras se habrán construido ahí dentro. ¿Sabía que los porteños la llaman "la casita de Tucumán"? ¡Es jodidamente frustrante!

Ambos rieron.

-¿Cuál es su punto con toda esta reflexión histórica?, preguntó Francisco.

-Aquí viene buena gente, personas con clase. No nos gustan los que merodean en el pasado como si fueran burdos recolectores de basura.

-Un poco amenazante su tono, ¿no le parece?, añadió el joven con humor.

El rostro del hombre se puso colorado, tensionado, curvando sus labios en una mueca grotesca y desagradable. Está a punto de estallar, pensó el periodista.

En ese momento se acercó un mozo. Un hombre de aspecto simpático.

-¿Van a almorzar?, el menú de hoy es pasta con albóndigas.

-Le avisamos cualquier cosa, gracias, lo despidió Francisco. El mozo se retiró con gracia profesional.

-Lamento si mi curiosidad le ha ofendido, sepa disculparme.

El hombre no respondió, su mirada aun era asesina, pero la ira había comenzado a menguar.

-Robert Romero dijo una vez, "el pasado es vestigio que se recupera no por las fuentes, sino por la memoria", añadió el joven.

El anciano descargó una carcajada grosera y rustica, impropia para su edad. Un grupo de hombres que estaban en la mesa contigua murmuraron disgustados por el exabrupto.

-Un moralista... ¡No me venga con charlatanería Yanqui!

Francisco esbozó una sonrisa de cómplice.

Un pasado siniestro(Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora