(Salen el REY BASILIO y CLOTALDO.)
CLOTALDO :Todo, como lo mandaste,
queda efetuado.
BASILIO :Cuenta,
Clotaldo : cómo pasó.
CLOTALDO: Fue, señor, de esta manera.
Con la apacible bebida
que de confecciones llena
hacer mandaste, mezclando
la virtud de algunas hierbas,
cuyo tirano poder
y cuya secreta fuerza
así al humano discurso
priva, roba y enajena,
que deja vivo cadáver
a un hombre, y cuya violencia,
adormecido, le quita
los sentidos y potencias...
(No tenemos que argüir
que aquesto posible sea,
pues tantas veces, señor,
nos ha dicho la experiencia,
y es cierto, que de secretos
naturales está llena
la medicina, y no hay animal, planta ni piedra
que no tenga calidad
determinada; y si llega
a examinar mil venenos
la humana malicia nuestra
que den la muerte, ¿qué mucho
que, templada su violencia,
pues hay venenos que maten,
haya venenos que a duerman?
Dejando aparte el dudar
si es posible que suceda,
pues que ya queda probado
con razones y evidencias...)
con la bebida, en efecto,
que el opio, la adormidera
y el beleño compusieron,
bajé a la cárcel estrecha
de Segismundo; con él
hablé un rato de las letras
humanas que le ha enseñado
la muda naturaleza
de los montes y los cielos,
y en cuya divina escuela
la retórica aprendió
de las aves y las fieras.
Para levantarle más
el espíritu a la empresa
que solicitas, tomé
por asunto la presteza
de un águila caudalosa que,
despreciando la esfera
del viento, pasaba a ser,
en las regiones supremas
del fuego, rayo de pluma,
o desasido cometa.
Encarecí el vuelo altivo,
diciendo: «Al fin eres reina
de las aves, y así a todas
es justo que te prefieras.»
Él no hubo menester más,que en tocando esta materia
de la majestad, discurre 1050
con ambición y soberbia;
porque en efecto la sangre
le incita, mueve y alienta
a cosas grandes, y dijo:
«¡Que en la república inquieta 1055
de las aves también haya
quien les jure la obediencia!
En llegando a este discurso
mis desdichas me consuelan;
pues, por lo menos, si estoy 1060
sujeto, lo estoy por fuerza,
porque voluntariamente
a otro hombre no me rindiera.»
Viéndole ya enfurecido
con esto, que ha sido el tema
de su dolor, le brindé
con la pócima y, apenas
pasó desde el vaso al pecho
el licor, cuando las fuerzas
rindió al sueño, discurriendo
por los miembros y las venas
un sudor frío, de modo
que a no saber yo que era
muerte fingida, dudara
de su vida. En esto llegan
las gentes de quien tú fías
el valor de esta experiencia,
y poniéndole en un coche
hasta tu cuarto le llevan,
donde prevenida estaba
la majestad y grandeza
que es digna de su persona.
Allí en tu cama le acuestan,
donde al tiempo que el letargo
haya perdido la fuerza,
como a ti mismo, señor,
le sirvan, que así lo ordenas.
Y si haberte obedecido te obliga a que yo merezca
galardón, sólo te pido
(perdona mi inadvertencia)
que me digas qué es tu intento,
trayendo de esta manera
a Segismundo a palacio.
BASILIO: Clotaldo, muy justa es esa
duda que tienes, y quiero
sólo a vos satisfacerla.
A Segismundo, mi hijo,
el influjo de su estrella
(vos lo sabéis) amenaza
mil desdichas y tragedias.
Quiero examinar si el cielo
(que no es posible que mienta,
y más habiéndonos dado
de su rigor tantas muestras
en su cruel condición)
o se mitiga o se templa
por lo menos, y vencido
con valor y con prudencia
se desdice; porque el hombre
predomina en las estrellas.
Esto quiero examinar,
trayéndole donde sepa
que es mi hijo y donde haga
de su talento la prueba.
Si magnánimo se vence
reinará; pero si muestra
el ser cruel y tirano,
le volveré a su cadena.
Ahora preguntarás
que para que esta experiencia
¿qué importó haberle traído
dormido de esta manera?
Y quiero satisfacerte
dándote a todo respuesta.
Si él supiera que es mi hijo
hoy, y mañana se viera segunda vez reducido
a su prisión y miseria,
cierto es de su condición
que desesperara en ella;
porque sabiendo quién es
¿qué consuelo habrá que tenga?
Y así he querido dejar
abierta al daño esta puerta
del decir que fue soñado
cuanto vio. Con esto llegan
a examinarse dos cosas.
Su condición la primera;
pues él despierto procede
en cuanto imagina y piensa.
Y el consuelo la segunda;
pues aunque ahora se vea
obedecido, y después
a sus prisiones se vuelva,
podrá entender que soñó,
y hará bien cuando lo entienda,
porque en el mundo, Clotaldo,
todos los que viven sueñan.
CLOTALDO :Razones no me faltaran
para probar que no aciertas.
Mas ya no tiene remedio;
y según dicen las señas,
parece que ha despertado,
y hacia nosotros se acerca.
BASILIO :Yo me quiero retirar.
Tú, como ayo suyo, llega,
y de tantas confusiones
como su discurso cercan
le saca con la verdad.
CLOTALDO: En fin, ¿que me das licencia
para que lo diga?
BASILIO :Sí;
que podrá ser, con saberla,
que, conocido el peligro,más fácilmente se venza.
(Se van, y sale CLARÍN.)