ROSAURA Señor, ¿pues así te ausentas?
¿Pues ni una palabra sola
no te debe mi cuidado,
no merece mi congoja?
¿Cómo es posible, señor,
que ni me mires ni oigas?
¿Aun no me vuelves el rostro?
SEGISMUNDO :Rosaura, al honor le importa
por ser piadoso contigo,
ser cruel contigo ahora.
No te responde mi voz,
porque mi honor te responda;
no te hablo, porque quiero
que te hablen por mí mis obras;
ni te miro, porque es fuerza,
en pena tan rigurosa,
que no mire tu hermosura
quien ha de mirar tu honra.
(se. va)
ROSAURA: (Aparte.)
¿Qué enigmas, cielos, son éstas?
Después de tanto pesar,
¡aún me queda que dudar
con equívocas respuestas!
(Sale CLARÍN.)CLARÍN :Señora, ¿es hora de verte?
ROSAURA: ¡Ay, Clarín! ¿Dónde has estado?
CLARÍN: En una torre, encerrado
brujuleando mi muerte,
y si me da, o no me da;
y a figura que me diera
pasante quínola fuera
mi vida; que estuve ya
para dar un estallido.
ROSAURA :¿Por qué?
CLARÍN: Porque sé el secreto
de quién eres, y en efecto,
(Dentro, cajas.)
Clotaldo... Pero ¿qué ruido
es éste?
ROSAURA :¿Qué puede ser?
CLARÍN :Que del palacio sitiado
sale un escuadrón armado
a resistir y vencer
el del fiero Segismundo.
ROSAURA :Pues ¿cómo cobarde estoy
y ya a su lado no soy
un escándalo del mundo,
cuando ya tanta crueldad
cierra sin orden ni ley?
(Se va.)
DENTRO UNOS: ¡Viva nuestro invicto Rey!
DENTRO OTROS:¡Viva nuestra libertad!
CLARÍN :¡La libertad y el Rey vivan!
Vivan muy enhorabuena,
que a mí nada me da pena,
como en cuenta me reciban;
que yo, apartado este día
en tan grande confusión,
haga el papel de Nerón
que de nada se dolía.
Si bien me quiero doler
de algo, y ha de ser de mí;
escondido, desde aquí
toda la fiesta he de ver.
El sitio es oculto y fuerte
entre estas peñas. Pues ya
la muerte no me hallará,
dos higas para la muerte.
(Escóndese. Suena ruido de armas.)(Salen el REY, CLOTALDO y ASTOLFO, huyendo.)
BASILIO :¿Hay más infelice rey?
¿Hay padre más perseguido?
CLOTALDO: Ya tu ejército vencido
baja sin tino ni ley.
ASTOLFO :Los traidores vencedores
quedan.
BASILIO :En batallas tales
los que vencen son leales,
los vencidos los traidores.
Huyamos, Clotaldo, pues,
del cruel, del inhumano
rigor de un hijo tirano.(Disparan dentro, y cae CLARÍN, herido, de donde
está.)
CLARÍN ¡Válgame el cielo!
ASTOLFO :¿Quién es
este infelice soldado
que a nuestros pies ha caído
en sangre todo teñido?
CLARÍN :Soy un hombre desdichado,
que por quererme guardar
de la muerte, la busqué.
Huyendo de ella, topé
con ella, pues no hay lugar
para la muerte secreto.
De donde claro se arguye
de quien más su efecto huye
es quien se llega a su efecto.
Por eso tornad, tornad
a la lid sangrienta luego;
que entre las armas y el fuego
hay mayor seguridad
que en el monte más guardado;
que no hay seguro camino
a la fuerza del destino
y a la inclemencia del hado.
Y así, aunque a libraros vais
de la muerte con huir,
mirad que vais a morir,
si está de Dios que muráis.
(Cae dentro.)
BASILIO :Mirad que vais a morir,
si está de Dios que muráis.
¡Qué bien, ay cielos, persuade
nuestro error, nuestra ignorancia,
a mayor conocimiento
este cadáver que habla
por la boca de una herida,
siendo el humor que desata
sangrienta lengua que enseña
que son diligencias vanas
del hombre cuantas dispone
contra mayor fuerza y causa!
Pues yo, por librar de muertes
y sediciones mi patria,
vine a entregarla a los mismos
de quien pretendí librarla.
CLOTALDO :Aunque el hado, señor, sabe
todos los caminos, y halla
a quien busca entre lo espeso
de dos penas, no es cristiana
determinación decir
que no hay reparo a su saña.
Sí hay, que el prudente varón
victoria del hado alcanza;
y si no estás reservado
de la pena y la desgracia,
haz por donde te reserves.
ASTOLFO :Clotaldo, señor, te habla
como prudente varón
que madura edad alcanza,
yo como joven valiente.
Entre las espesas ramas
de ese monte está un caballo,
veloz aborto del aura;
huye en él, que yo entre tanto
te guardaré las espaldas.
BASILIO :Si está de Dios que yo muera,
o si la muerte me aguarda,
aquí, hoy la quiero buscar,
esperando cara a cara.(Tocan al arma, y sale SEGISMUNDO y toda la compañía.)
SEGISMUNDO: En lo intrincado del monte,
entre sus espesas ramas,
el Rey se esconde. Seguilde,
no quede en sus cumbres planta
que no examine el cuidado,
tronco a tronco, y rama a rama.
CLOTALDO :¡Huye, señor!
BASILIO :¿Para qué?
ASTOLFO :¿Qué intentas?
BASILIO :Astolfo, aparta.
CLOTALDO :¿Qué intentas?
BASILIO :Hacer, Clotaldo
un remedio que me falta.
Si a mí buscándome vas,
ya estoy, príncipe, a tus plantas;
sea de ellas blanca alfombra
esta nieve de mis canas.
Pisa mi cerviz, y huella
mi corona; postra, arrastra
mi decoro y mi respeto;
toma de mi honor venganza;
sírvete de mí cautivo;
y tras prevenciones tantas,
cumpla el hado su homenaje,
cumpla el cielo su palabra.
SEGISMUNDO :Corte ilustre de Polonia,
que de admiraciones tantas
sois testigos, atended,
que vuestro príncipe os habla.
Lo que está determinado
del cielo, y en azul tabla
Dios con el dedo escribió,
de quien son cifras y estampas
tantos papeles azules
que adornan letras doradas,
nunca miente, nunca engaña,
porque quien miente y engaña
es quien, para usar mal de ellas,
las penetra y las alcanza.
Mi padre, que está presente,
por excusarse a la saña
de mi condición, me hizo
un bruto, una fiera humana;
de suerte que, cuando yo
por mi nobleza gallarda,
por mi sangre generosa,
por mi condición bizarra,
hubiera nacido dócil
y humilde, sólo bastara
tal género de vivir,
tal linaje de crianza,
a hacer fieras mis costumbres.
¡Qué buen modo de estorbarlas!
Si a cualquier hombre dijesen:
«Alguna fiera inhumana
te dará muerte», ¿escogiera
buen remedio en despertarla
cuando estuviese durmiendo?
Si dijeran: «Esta espada
que traes ceñida ha de ser
quien te dé la muerte», vana
diligencia de evitarlo
fuera entonces desnudarla
y ponérsela a los pechos.
Si dijesen: «Golfos de agua
han de ser tu sepultura
en monumentos de plata»,
mal hiciera en darse al mar,
cuando soberbio levanta
rizados montes de nieve,
de cristal crespas montañas.
Lo mismo le ha sucedido
que a quien, porque le amenaza
una fiera, la despierta;
que a quien, temiendo una espada
la desnuda; y que a quien mueve
las ondas de una borrasca;
y cuando fuera (escuchadme)
dormida fiera mi saña,
templada espada mi furia,
mi rigor quieta bonanza,
la fortuna no se vence
con injusticia y venganza,
porque antes se incita más.
Y así, quien vencer aguarda
a su fortuna, ha de ser
con prudencia y con templanza.
No antes de venir el daño
se reserva ni se guarda
quien le previene; que aunque
puede humilde (cosa es clara)