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La mañana siguiente, Tian estaba de nuevo frente a la estación. Sabía que en cualquier momento aparecía su amigo. Enfundado en un total look azul marino, pantalones de lana azul real, un jersey ligero con cuello de tortuga medita en el pantalón y unas zapatillas blancas, miró a su alrededor. Sin duda llevar esa maleta lo hacía sentir un poco más libre.

—Pero bueno —exclamó animado Ángel, apresurándose a ayudar a su amigo con la maleta que llevaba encima —, no me digas que te quedas aquí.

—De momento si. Mi abuelo me ha ofrecido la habitación de mi padre para quedarme y... —sin terminar de explicarlo Ángel lo abrazo fuerte y lo separó del piso, contagiando rápidamente su alegría.

—Vamos a poder quedar después para tomar algo por la noche y podremos quedarnos hasta tarde a dormir... —dijo mientras le daba vueltas y lo ponía de nuevo en el piso.

—Bueno —deteniendo la imaginación de su amigo —. Pero recuerda que ya somos adultos y tenemos que madrugar.

—¡Si eso es lo mejor! Nadie nos va a decir nada —dijo con una emoción desbordada durante otro abrazo largo a su amigo.

Tian se sentió afortunado y con ese recibiéndolo y esas risas compartidas supo que había sido una buena idea quedarse de fijo en el pueblo.

—Te llevo con tu abuelo y te ayudo a desempacar...

Todo parecía que iría genial. La mañana había sido charlas graciosas y vergonzosas recordando cuando eran niños. Entre tazas de ColaCao y tostadas que derramaban Nocilla por los cuatro lados. Incluso por fortuna ese día tenía clase hasta las once, lo que lo hizo ir más relajado al colegio.

Pero fue hasta la una en que la realidad lo volvió a golpear directo en la frente. O más bien en su corazón. Se detuvo abrupto, casi a punto de caer con sus propios pies al ver la misma estampa que el día anterior: Braulio estaba esperando en la puerta principal del colegio. ¿Ahora cómo saldría?

Parecía una tontería. No tenía que rendirle cuentas a un chiquillo, si quería irse él podía hacerlo, después de todo... su hermano había dejado claro que llegaba tarde. Pero no era alguien así de resuelto o alguien que afrontara cualquier cosa con la solvencia necesaria. Así que ese chiquillo en la puerta hizo que la vida se le hiciera bola fácilmente a Tian.

"M'éloigner. C'est la seule chose à faire" dijo bajito obligándose a quedarse atrás, esperando a que su hermano llegara para poder, pasado un tiempo debido, salir y encontrarse con su abuelo. Pero pasaron los prometo cinco minutos y nada.

Luego dentro de los cincos posteriores Braulio se sentó en los escalones, siempre bajo la atenta mirada del conserje y de la de su profe de francés. Hasta que Tian no soportó más el hambre. Envió un mensaje a su abuelo y se puso de pie.

—Hola. ¿Tu hermano aún no llega?

El chiquillo no despegó sus mejillas de las palmas de sus manos cuando negó con la cabeza.

—A veces se queda con sus amigos en la plaza, charlando o jugando al COD.

—¿COD?

—Call Of Duty, para móvil —aclaró viendo a su profe.

—Ya.

Miró el reloj.

—¿Quieres que vayamos a la cantina para tomar algo? Yo ya tengo hambre.

Braulio miró la calle y asintió a su profesor poniéndose de pie y entrando de nuevo.

—¿Qué edad tiene?

—En seis meses cumplo veintitrés —aseguró nervioso por la pregunta.

—Ya me parecía. Mi hermano cumplió los veinticinco en enero. Eres muy joven para entender muchas cosas, como lo que es COD—aseguró Braulio.

Glowing in the darkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora