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Llegó el lunes. Y Oriol no miró más las pantomimas de su hermano. Braulio llevaba los cascos puestos que su yaya le había regalado la navidad pasada y miraba a su yaya de vez en vez con una leve sonrisa. Durante el fin de semana no habló ni una sola vez con su hermano. No le miró ni respondió ninguna de las preguntas que le había hecho. Tampoco escuchó ninguna disculpa por aquello.

No hubo ni una advertencia de que el autobús se acercaba, tampoco su yaya pidió a Braulio despedirse de su hermano y ambos subieron sin más. Oriol miró cómo fue Braulio quien sugirió sentarse al final del autobús en donde no lo viera su hermano al avanzar.

—¿Quieres que pase por ti a la tarde? —preguntó Ana antes de dejarlo partir.

—No. Creo que me quedaré en la cantina. Mi mamá me ha puesto un bocata y... me han invitado a un club de lectura.

Tian le había llamado a Andrés y a Luis, para le ayudaran a salir de ese bache en el que estaba metido Braulio. También le dijo a Ana que debían ir con un amigo suyo que era sicólogo. Le trataría sin pago alguno, como un favor hacia Tian

—Bien —aseguró su yaya —, entonces te recojo a la salida.

Braulio entró en el colegio sintiéndose un poco extraño. Parte de él había quedado destrozada, pero por otra se sentía seguro estando ahí. Los amigos que había hecho con ayuda de Tian ahora cada vez que lo encontraban lo saludaban y lo animaban a hacer cosas con ellos, como ese club al que lo habían invitado, que no era más que una excusa para pasar tiempo juntos.

Además, contaba con Tian a quien le había cogido ya un cariño tremendo y que de ahí en más se volvería su persona favorita.

Cuando llegó la hora de francés, Braulio se emocionó. Había preparado los deberes con el profesor mismo que era imposible que saliera mal. Pero Tian no llegó. En su lugar una mujer de mediana edad entró detrás de la jefa de estudios y la presentó como su nueva profesora.

—¿Y el profesor Tian? —preguntó Braulio, interrumpiendo la presentación de la profesora.

—El profesor Christian ha renunciado el sábado. Al parecer algo se le presentó en Madrid que tuvo que volver, pero no os preocupéis que la profesora...

Había pasado todo el fin de semana sin recibir noticias suyas. Tampoco se presentó el viernes y lo estuvo buscando más tarde pero nada. Desvió cada una de sus llamadas al grado de desesperarlo y acudir directo a la casa de su abuelo.

—Ah, eres tú... —recitó Camilo con cierto desdén al ver al chico parado ahí, frente a su puerta con las manos en los bolsillos.

—¿Está aquí Tian? No me coge las llamadas y... no ha ido al trabajo y...

—Se ha marchado —dijo serio, ocultando un poco de la tristeza que la noticia le provocaba.

—¿Qué? ¿A dónde, lo sabe?

—No, justo por esto no me lo dijo. No quería que viera tu estúpido rostro de arrepentimiento y terminara contándote donde ha marchado. Seguro ha vuelto a su casa pero... no lo sé. Yo en tu lugar no le buscaría más. No sólo golpeaste a tu hermano en frente de todos sino que también demostraste que eres alguien desalmado incapaz de soportar las consecuencias que implican amar a alguien. Buen día.

Cuando volvió a casa, tuvo un recibimiento inusual. Un cojín del salón chocó contra rostro sin ningún aviso.

—¡Le rompiste el corazón! —le recriminó Braulio a su hermano lleno de enojo, tanto que no se contuvo de ponerse de pie para darle golpes en el pecho, lo que provocó que comenzara a llorar al pensar que por su culpa no lo volvería a ver —, él te quería, ¡lo hacía de verdad! —sollozó —, tú lo alejaste. No piensas en nadie más que en ti —tirándolo de la ropa.

Glowing in the darkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora