-5-

216 20 10
                                    

La semana siguiente todo el alboroto por el nuevo profesor había desaparecido. Se había fundido con la rutina diaria dentro del centro. Tanto que Oriol no lo había visto en días. Hasta esa mañana de martes en que salió de un callejón y por simple inercia y algo de cotilla giró su rostro para ver el interior del pequeño local que ocupaba la nueva sucursal de Manolo Bakes fuera de Madrid, en donde vio a Tian sentado escribiendo algo; con la mano derecha sujetando su cara apoltronada viendo atento su libreta, casi ausente.

Detuvo por completo su rutina y bajó el ritmo al verlo ahí, sentado sin mucho esfuerzo, luciendo grácil sin esfuerzo alguno. Tenía que hablar co ese chico. Era un impulso que no lograba entender pero que tenía que llevar a cabo, algo de él le provocaba curiosidad, como si fuera la persona indicada como para bajar un poco la barrera y experimentar todo aquello que llevaba tiempo ocultando. Pero toda esa aura ligera lo hacía ver mucho más intimidante, porque significaba que no se impresionaría tan fácil al mostrarle sus cachas. Lo que sí tenía claro es que tenía que actuar ya.

—Déjame ayudarte —se ofreció al verlo salir con un maletín en la mano, una cajita verde y dos cafés más en la otra mano, porque el café que servían ahí era particularmente más espumoso y con cuerpo a comparación de otros que había probado que no le era suficiente tomar uno.

Eran los contrarios viéndose; Oriol llevaba una camiseta de tirantes que le llegaba hasta poco más abajo de la cintura con un short que Justo llegaba más abajo de su trasero, y que casi se ocultaba debajo de la camiseta; deportivas para correr que dejaban ver el resultado del trabajo del ejercicio que hacía cada mañana; a contraste de Tian, que con su ceñida americana, que de fondo tenía una camisa azul marino perfectamente planchada, sus vaqueros que rodeaban a la perfección las largas piernas y sus botas Chelsea de gamuza, lo hacían ver mucho más delgado y estilizado.

Le parecía casi gracioso a Tian que a pesar del sudor, que tenía por todo su cuerpo visible, Oriol mantuviera un peinado casi perfecto, a comparación de él, que a penas había pasado un cepillo por su cabello.

—Que amable... Oriol, ¿cierto? ¿Qué tal? —deteniéndose lentamente, sin sacarse las gafas y repasando con la mirada y el rostro quieto su anatomía, que no resultaba de mal ver.

—Bien —ayudándolo a maniobrar todo hasta que pudo de nuevo con su alma — ¿Te estás adaptando al lugar? —retrocediendo un paso.

Tian miró a Oriol y le sonrió. Claro que le funcionaba aquella media sonrisa, ese cuerpo atlético y esa solvencia viril que exudaba, pero Tian no lograba exteriorizarlo.

—Si yo soy de aquí. Crecí aquí.

—Jamás te había visto —confesó sin más, de nuevo con esa sonrisa.

—Supongo que no frecuentamos los mismos sitios en nuestra infancia.

—¿Vas al colegio? —preguntó luego de verlo con descaro por más de veinte segundos.

Habían pasado sólo un par de días desde que era profesor y ahora le resultaba extraño que no le hablan de usted. Pero, después recordaba que seguía siendo un muchacho joven que no tenía el rango moral para aquel privilegio fuera del colegio.

—No. Hoy es mi día libre. ¿Y tú, calentamiento antes del trabajo?

—Si. Un poco.

—Muy bien. Pues nada, gracias por ayudarme — trató de andar lo más despreocupado posible, pero no dio ni dos pasos cuando de nuevo Oriol le estaba llamando.

—Por cierto —deteniéndolo de nuevo —, ese ajuste es perfecto. Resalta muy bien tu trasero —regresando a su caminata.

Tian se quedó sorprendido. Bajó un poco sus gafas para comprobar no que no había nadie que hubiese escuchado aquel comentario y siguió al centro un mantra que se repetía desde que lo vio correr a su lado el primer a las afueras de la estación del tren: "je me peux pas tomber amoureux".

Glowing in the darkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora