Mario despertó con su alarma. Como era costumbre tardó en abrir los ojos, cuando lo hizo todo a su alrededor parecía normal y supo que algo había pasado. Felipe había dormido ahí pero no había rastro alguno. Miró debajo de su cama y ahí estaba el colchón metido con las sábanas y el cobertor doblados sobre este; la maleta de Felipe estaba en una esquina perfectamente acomodada.
Se puso de pie y se dirigió al baño. Ahí se encontró con un aroma intenso y un montón de productos de marcas de alta gama como Dior y Tom Ford. Tomó la ducha y volvió a su habitación sin temor alguno. Sea donde fuese que Felipe estuviera no volvería, así que se alistó con unos vaqueros, una camisa vaquera y sus botas de trabajo, peinó un poco su pelo y estuvo listo.
Cuando bajó escuchó unas risas que lo llevaron hasta la cocina. Ahí vio a Felipe en una estampa que no creyó. Llevaba una playera blanca, que dejaba ver su silueta recta, unos vaqueros y unas botas igual de trabajo. Además del olor a comida recién preparada, Felipe expedía un aroma varonil pero muy suave, algo que lo desconcertó un poco.
—¿Eres gay? —preguntó Mario al verlo frente a los fogones. Su hermano menor, Mijaíl, estaba con él. Viendo fascinado cada movimiento de su primo, prestando atención a todo lo que le decía.
—No —mintió Felipe bufando de lo ridículo que sonaba aquello —, soy soltero —viendo a Mario acercarse con cuidado —, lo que significa que para sobrevivir tuve que aprender a cocinar. ¿Granola?
—La ha tostado él mismo —dijo Mijaíl emocionado—, yo le he puesto la miel —subiendo a la silla para señalarla.
Alondra y Mijaíl eran los menores con quince y diez años respectivamente y jamás habían pasado tiempo con ninguno de sus hermanos mayores como lo estaba haciendo el menor de los cuatro con Felipe. Parecía que habían hecho migas rápidamente. Algo que hizo que Mario se sintiera como un tonto; había intentado varías veces conversar con su hermano, pero parecía que no había una aparente conexión. Mario vio a su hermano ayudarlo gustoso. No creyó que él podía levantarse antes que él y preparar el desayuno.
Mijaíl miraba atento las manos de su primo, maravillado con sus hábiles movimientos. Algo dentro de Mario quería reprender o decirle que un hombre no cocinaba, pero la ilusión en su mirada le detuvo.
—¿Dónde está mamá? —le preguntó a su hermano sentándose a la mesa.
—Ha ido con Alondra, que se ha manchado con el batido que ha hecho Felipe. Come, está muy bueno —dijo animándolo a hacerlo.
Mario obedeció lo que le dijo Mijaíl y mientras comía la avena siguió dándole vueltas a que su primo cocinaba y peor aún, a que su hermano menor estaba ayudándole. Era extraño ver a su hermano interesando en algo que no fueran los cochecitos, tanto que se preocupó al pensar que no conocía tan bien a su hermano como suponía.
—¿Y por qué no te buscas una novia?
—No es tan fácil en la ciudad —cortando un poco de fruta sin verlo.
—Esta la he hecho yo —dijo Mijaíl poniendo frente a su hermano un plato.
Felipe le sonrió a Mario al ver que lo estaba viendo. Estaba sorprendido de que su hermano se prestara a algo tan laborioso, ¿cómo pudo Felipe permitir a Mijaíl acercarse al fuego? Pero decidió protestar por lo más tonto de todo el lío que tenía en su cabeza.
—¿Esto que es? —revisando el platillo hecho de huevo que tenía un brillo increíble y una superficie lisa rellana, que humeaba de lo recién hecho que estaba.
—Tortilla francesa —respondió su hermano orgulloso —, Felipe me ha dicho que me ha salido bien.
—¿Por qué no has hecho la tortilla de patata de toda la vida? —viendo a su primo. Sólo eso le faltaba, que llegara para cambiarlo todo.
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Glowing in the dark
NouvellesMuchos imaginan que el amor es esa chispa que llena de felicidad y alegría su vida. Pero también puede ser aquello que ponga todo del revés. Puede surgir en el momento menos indicado, con la persona incorrecta. Pero aún así florece; de una forma pa...