Amigos

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-¿Quién es Camus? No es nadie, es basura, un huérfano que a nadie le importa, pero ¡ey! tuviste suerte, conviértete en un digno caballero de acuario, porta tu armadura con orgullo porque solo así tu vida valdrá algo, si eres débil y la armadura te abandona, si pierdes tu título entonces no serás nada, no le importaras a nadie, volverás a ser una mierda ...

Camus se despertó agitado, hace mucho que no tenía pesadillas, se sentía agarrotado, había dormido con la armadura puesta pero el portarla le hizo sentir un poco más tranquilo, le dolía la cabeza y sentía el rostro hinchado por tanto llorar.

Se ducho con agua helada y enfrió la punta de sus dedos poniéndolas sobre sus ojos con la esperanza de bajar la hinchazón, miro su teléfono pero Milo no había contestado el mensaje que le envió

-Era obvio que se alejaría después de ver lo dañado que estas- le reprendió esa voz en su cabeza que casi había logrado callar, suspiro y se sintió agradecido por tener en que ocuparse para no sobre pensar las cosas.

Llego a su salón de clase pero algo andaba mal, los niños estaban extrañamente callados, regularmente todo era un alboroto hasta que él llegaba pero lo sorprendió encontrarlos a todos en silencio sentados en sus lugares

-¿Y a ustedes que mosca les pico?- pregunto desde la puerta del aula, los niños señalaron el escritorio donde había una caja de regalo

-Uno de sus amigos lo trajo para usted-dijo una de las niñas que se sentaba hasta enfrente

-Nos dio galletas y dijo que nos traería más si nos portábamos bien hasta que usted llegara-dijo otro de los niños aun con migajas en el rostro

Camus frunció las cejas extrañado y camino hasta el escritorio ¿Un amigo? Quería creer que había sido Milo pero tampoco quería tener falsas esperanzas

-Los hice con mucho cariño para ti, espero que te gusten. PD: Le prometí a tus niños que si se comportaban les llevaría más galletas así que dime si me hicieron caso-

La sencilla caligrafía de Milo era inconfundible, Camus sonrió y abrió el obsequio emocionado, adentro de la caja había un plato con una enorme pila de hot cakes en forma de corazón con miel y fruta, se le hizo agua la saliva con el simple aroma.

Milo volvió a leer el mismo párrafo por quinta vez sin entender absolutamente nada, no podía concentrarse en el trabajo, tenía tantas cosas en la cabeza. Ahora que sabía él porque del comportamiento de Camus su único pensamiento era que quería ayudarlo a sentirse mejor con el mismo, a superar todo lo que había vivido pero no tenía idea de cómo hacerlo, necesitaba hablarlo con alguien pero la única persona a la que le tenía suficiente confianza le había pedido específicamente que no le hablara sobre ello. Suspiro sobándose las sienes. ¿Cuándo había sido la última vez que Camus había sido el mismo, sin sus prejuicios y sus ideas absurdas sobre que no valía nada si no era caballero de acuario? Pensó en las veces que lo había visto realmente relajado y entonces una idea llego a si cabeza, tomo el celular y le envió un mensaje a la persona que suponía podría ayudarlo en esa situación

-Ven a la hora que quieras pero trae algo de comer- la respuesta de Shaka no tardó en llegar y Milo salió rápidamente rumbo al hospital

-Derecho sobre este pasillo la segunda puerta a la izquierda, lo está esperando- le dijo la recepcionista y Milo avanzo con confianza hasta el lugar señalado

Cuando llego hasta la puerta esta se abrió, de ella salieron Shaka junto con una chica con uniforme de enfermera

-Pasa, espérame unos minutos no tardare-lo invito el rubio para que pasara a su oficina

-¿Seguro que no te interrumpo? Puedo regresar luego-

-Descuida no tardare-

El griego entro entonces a la oficina y se sentó en espera de que Shaka volviera, le sorprendió ver una fotografía sobre el escritorio la tomo curioso, en ella Shaka y Camus sonreían al parecer el acuariano había tomado la foto como una selfie, lucia relajado más de lo que Milo nunca lo había visto, no supo cómo sentirse al respecto, sabía perfectamente que la relación que esos dos tenían era una mera amistad, sin embargo no pudo evitar sentirse un poco celoso

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