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Él siempre había reprendido al anciano Supremo habitando junto a él por sus gustos más inapropiados, pero ahora en sus regaños, había un deje de algo diferente en su expresión, en el brillo de sus ojos, en el tono de su voz. (Tercera señal).

Su té no podía decirse que era el mejor de todos los doce universos, pero siempre había sido puro, dulce. El otro Supremo arrugó el rostro al probar ahora de él. ¿Qué era este tinte de algo turbio y amargo en él? (Cuarta señal).

Cada vez que tenía que ver a una civilización en progreso, vidas nuevas que pudieron haber llegado a más, acabar, perecer, destruidas, algo de pesar siempre se mostraba en su rostro, no pudiendo ocultarlo. Ahora, viendo directamente seres vivientes con sus existencias extinguiéndose ante sus divinos ojos, no había nada allí, y era casi frío. (¿El número de planetas con inteligencia podía haber pasado de 28 a 29? Pero eso no importaba. Quinta señal).

Las señales seguían acumulándose, apilándose, pero ningún cambio había sido lo suficientemente radical para alertar a nadie, no hasta que Kibito, aún no habiendo superado del todo su clasismo de razas, hizo un comentario algo denigrante y Shin sorprendió a los otros dos al concordar con él.

—Tienes razón, Kibito. Esos mortales no lo valen.

Aunque parte de su asistente estaba feliz de verse validada su opinión, otra parte de él le extrañó sobremanera. Su señor siempre había sido de favorecer a cualquier mortal (a excepción de casos puntuales como los de Bibidi y su hijo, por razones más que justificadas) y esto era toda una novedad.

Una novedad que tenía al otro Supremo entre ellos mirándolo fijamente, sospechando.

—Muchacho. ¿Está todo bien?

Y había algo erróneo, una cosa que se le seguía escapando, en la sonrisa plácida y amable que le dedicó, que debía ser la usual al responder que , que todo estaba bien.

Pero nada lo estaba, y el que más lo comprendía entre ellos era el Supremo Kaio afectado.

Soy (incognita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora