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Bills podía sentir cómo el otro que aún tenía atrapado entre sus uñas afiladas quería alejarse, despegarse, escaparse, rechazarle.

—En resumen, sus captores al parecer no solamente debieron haber desequilibrado su mente, sino su esencia como tal. Es probable que esto sea lo que más le perjudica ultimadamente.

Bills escuchaba el diagnóstico, y el otro dios tenía que estar oyendo también (su brazo estaba tenso, su rostro no ocultaba su disgusto, todo él era pura tensión).

—Arréglalo, Whis.

Y Whis le examinó con seriedad y con silencio, solemne.

—Usted también se verá afectado, señor. No será una experiencia agradable.

Arréglalo.

Porque él no iba a vivir atado a alguien que no era ya ese entrometido pero amable (siempre suave, demasiado) individuo de quien se había tenido que encariñar como todo un idiota, siempre apacible con los mortales, siempre maravillado con toda la creación, tan diferente de él, pero ahora, tan diferente de sí mismo y tan igual a ese que ya no era nada y que quería negarse a pensar que podría llegar a ser el mismo destino que le esperaba a Shin (borrado, sin nada atrás más que memorias, agridulces, dolorosas, de él para recordar) si continuaba con esas creencias que no eran de él.

Si tenía que sufrir al estar su esencia conectada a la del otro dios por haber fallado en protegerlo (de que se lo arrebataran, de que lo raptaran en más de una manera), lo aceptaría.

Si era por dolor, él ya tenía experiencia (había vivido demasiado) en eso.

Soy (incognita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora