LXII. Estigma

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Vuelve, mientras devoraba los días
se me atraviesa y como una espina me atora el corazón.
Y de nuevo la pensé como solo sé hacerlo:
Como si no conociera nada más del mundo.

Así que mi vida de nuevo organizó un concierto;
asistiendo una fila extensa de recuerdos, que ansiosos deseaban escuchar esta nueva composición:
Con la melodía de sus sentimientos,
y traduciendo en palabras, los latidos de su corazón.

Pero como anfitrión me sentí culpable...
al ser quien de forma egoísta, y ver crecer mi arte, le acababa la mirada.
Por ser el que escuchaba su risa, como si de mi canción favorita se tratara.
Por ser el que clamando despedidas, convertía el verbo en carne.

Y vino a mí
una época en que sin conocerla, era lúcida en mis sueños;
en que sin conocerme, me moldeaba en sus fantasías.
En que ambos creíamos, que el otro, en este mundo no existía.

Lo que me hace más sorpresa,
poder verla cruzando la acera un día de invierno.
Poder verla aún guardando mis ilusiones entre sus manos,
y saber que conserva la misma mirada, con la que convertía mi arte a lo eterno.

Verla paciente, calmada,
asegurando sus pasos... y yo que todavía sigo sin cuidar mis movimientos.
Pues creía que el incierto,
alimenta la ilusión.

Pero, cómo pedirle a la memoria,
que no sea cómplice de los recuerdos.
Cómo replicar el ritmo,
de lo que nunca fue canción.

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Te encontré por casualidad,
siguiendo la pista de un mantra que proclamó guiarme a la verdad.
Siguiendo el rastro de una utopía, que me acogió por necesidad... y ahí me equivoque,
pues tu solo nos creaste, por poner a prueba una palabra: curiosidad.
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A fin de cuentas nada es para siempre. Eso es bueno en cierto modo ¿No crees?


El funeral del tiempo (AZUL) (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora