Día treintaiuno: Halloween

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Cuando el castaño le invitó al cine no podía estar más feliz y más aún cuando le dijo que sólo irían los dos, sin chicas.

Prácticamente era una cita, o al menos eso quería pensar, y es que llevaba ya un tiempo sintiendo cosas por su mejor amigo, cosas que iban mucho más allá de la amistad o la hermandad. Se había sorprendido más de una vez mirando más de lo debido los ojos y labios de su amigo, admirando su cuerpo y deseando sus besos.

Por supuesto que estaba feliz de salir con Bucky, el único problema era que su amado castaño sugirió ver una película de terror. Obviamente terminó aceptando, en parte porque jamás pudo negarle nada, en parte porque no quería a Bucky riéndose de él porque le asustaba una tonta película, ya no era un crio.

-¿Ya estás listo, Stevie? –le preguntó el ojigrís entrando al cuarto que compartían.

-Sí, ya voy Bucky.

Se volteó para encontrar a su compañero y lo vio con una capa y unos colmillos que asemejaban a Drácula.

-¿Bucky, qué demonios? –preguntó intentando no reírse.

-Oye no te burles, que tú también irás disfrazado –dijo mostrando unos cuernitos de demonio.

-¿Disculpa?

-Eso, que irás disfrazado, es Halloween, Stevie y nos harán descuento en el cine si llevamos disfraz –sonrió triunfante.

-¿No crees que ya estamos grandes para eso?

-Oh, vamos, punk, será divertido. Además, podríamos aprovechar y pedir unos dulces o quizá hacer travesuras. –dijo Bucky guiñándole un ojo.

Steve no pudo evitar sonrojarse ante el comentario y es que Bucky era la personificación de la seducción.

Tratando de ocultar su rostro, por primera vez agradeció ser tan bajito, se acercó a su mejor amigo y tomó los cuernitos para acomodarlos en su rubia cabeza y tratar de disimular un poco el efecto que le causaron las palabras de Barnes.

Y así fue como terminaron caminando hacia el cine, James con su capa y sus colmillos y Steve con los cuernitos de demonio y un tridente que sabría Dios de donde había sacado Bucky.

Las calles atiborradas de niños disfrazados les recordaban lo que significaba esa época, ambos se sintieron nostálgicos al recordar cuando salían juntos a pedir dulces y cómo sus padres los regañaban por comer tantos caramelos, aunque eso no importaba, Bucky siempre terminaba escabulléndose a la habitación de Steve para seguir comiendo.

El rubio no pudo evitar mirar al hombre junto a él, era tan guapo, y aquel disfraz le hacía ver tan sensual. Se había reído hace un rato, pero la verdad era que trataba de disimular lo mucho que le había gustado ver a James vestido así.

No supo cuando pasó, cuando los sentimientos hacia su mejor amigo empezaron a cambiar, sólo sabía que amaba cada parte de James, todo lo que lo hacía ser él. Su sentido del humor, su valentía y honestidad, sus brazos cuando lo rodeaban, la seguridad que le transmitía, la forma en la que se mordía los labios como un sensual tic y como sus ojos podían pasar de ser un cielo tranquilo a una tormenta en un par de segundos.

Llegaron al lugar y pagaron sus boletos, y efectivamente les hicieron el descuento. Había más gente disfrazada, así que al menos no se sintió tan ridículo. Compraron una coca – cola para compartir y palomitas. Finalmente entraron y tomaron sus lugares listos para disfrutar de la película.

Verían Drácula, ya que cuando fue estrenada no tenían la edad suficiente, y ahora que el cinema había decidido pasarla otra vez por las fechas, aprovecharían.

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