CAPITULO 3

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-Ya lo sabía- me dijo Diana.- Está todo organizado, no te preocupes.

Le acababa de contar lo que ocurrió de madrugada y le había comunicado mi decisión de irme a vivir a Miami. Por lo visto, Diana ya sabía que ocurriría algo así, por lo que ya tenía la mudanza organizada, solo nos faltaba empaquetar la ropa, la vajilla y los aparatos electrónicos, porque los muebles los dejaríamos en la casa, ya que el hermano de Diana se quedaría con el piso.

Nuestras cosas las recibiríamos en Miami el mismo día en el que llegábamos.

Estaba muy nerviosa por este viaje tan inesperado, y, aunque me daba un poco de pena dejar mi casa y lo que conocía, sabía que era lo mejor para mí, ya que no estaría cerca de Christian.

-Vámonos Lizzy, o perderemos el avión, ¡deprisaaaaaaa!- me equivocaba; Diana estaba mucho más nerviosa que yo.

Un par de horas más tarde...

-¡POR FIN!- acababan de llamar a los pasajeros de nuestro vuelo, así que Diana y yo nos levantamos rápidamente y entramos en el avión.

Nos esperaban unas cuantas horas de vuelo desde California hasta Miami, por lo que coloqué mis auriculares en las orejas, puse algo de música tranquila, y me quedé dormida.

Tres horas más tarde...

-¡Despierta despierta despierta despierta DESPIERTA LIZZY!- maldita Diana-¡Ya hemos llegado! Mira que playas, que sol… vamos a vivir muy bien aquí.- dijo dando palmadas como si tuviera cinco años.

Pero tenía razón.

-Qué pasada de sitio Diana, mira el mar, madre mía… es precioso.

Al bajar del avión, cogimos un taxi, que nos llevó a la casa de los padres de Diana, ahora nuestra casa. ¡Y menuda casa!

Tenía por lo menos tres pisos, un jardín precioso, una piscina y unas vistas al mar espectaculares. Lo mejor era que tenía la playa justo al lado, es más, había un caminito desde la casa hasta la playa. Precioso.

-Menuda casa. Nunca me dijiste que teníais una casa en Miami.-le dije a Diana mientras andábamos hacia nuestra casa.

-Nunca salió el tema, además, ¿cómo podría saber yo que iba a acabar viviendo aquí con mi mejor amiga? De todos modos, mejor, así es sorpresa-dijo sonriendo.- ¡Me pido la habitación de la izquierda!- y salió corriendo por la escalera.

Como ya no podía elegir, decidí investigar la casa. Bajé al sótano, donde había una pantalla de plasma rodeada de sillones, una sala de almacenamiento de cosas como herramientas, bicicletas… y el garaje. En la planta que daba al jardín había una preciosa y blanca cocina comunicada con el comedor, y un salón con dos sofás blancos y otro televisor, solo que este más pequeño que el de abajo. Había una terraza preciosa con unas vistas al mar increíbles.

Por fin, decidí subir al que sería mi cuarto a partir de ahora.

Era muy grande, con paredes blancas y azules y una cama gigante en el centro de la habitación. Había dos puertas dentro de mi cuarto. Al abrir la primera me encontré con un precioso cuarto de baño, espacioso y muy bonito. La segunda puerta correspondía con un vestidor tan grande como mi antigua habitación, con estanterías a ambos lados y un espejo inmenso al fondo.

“Aquí sí que voy a vivir a gusto, vaya que sí”, me dije a mi misma mientras admiraba las vistas desde mi gran ventanal.

-Lizzy, voy a salir, ¿vienes? Voy a ver a una vieja amiga que vive aquí cerca –gritó Diana desde el vestíbulo.

-¡Voy! -¿por qué no?

Anna, la amiga de Diana, era muy agradable y simpática, enseguida congeniamos y nos hicimos amigas rápidamente. Ya entendía por qué Diana y ella se llevaban tan bien; estaban las dos igual de locas.

Estaba explicando a Anna como era nuestro piso de California cuando, mientras gesticulaba, golpeé a alguien en la cara.

-¡Oh Dios! ¡Lo siento muchísimo!

¿Estás bien? –dije muy nerviosa y roja de la vergüenza.

-No pasa nada preciosa, estoy perfectamente –dijo una voy grave y muy, muy sexy. –Fue un honor para ti haber chocado contra mí, igual que para mí fue un honor chocar contra una preciosidad como tú. Me llamo Ian, Ian Gray, y tú eres… -yo era la chica que estaba mirando embobada a aquel chico.

Tenía unos ojos verdes preciosos, un una sonrisa, y un cuerpo… -¿Sabes hablar?- me dijo.

-Lizzy, Lizzy Portfield, así me llamo –dije saliendo del trance.

-Encantado guapa –dijo con una sonrisa burlona en el rostro. -¿Seguro que no me diste a propósito? Porque debe ser un verdadero placer estar conmigo, ¿no?

-¿A ti que te pasa? Claro que no te di a propósito, además, prefería haber chocado contra un poste o una farola antes que contigo –dije enfadada. Mis amigas me miraban sorprendidas.

-Anda, y encima luchadora… Tú y yo nos llevaremos bien Lizzy… ya nos veremos preciosa –me guiñó un ojo y yo le saqué la lengua. “Muy maduro Lizzy”.

Que chico más chulo y prepotente, iba por la calle como si fuera el rey del mundo.

Él y yo nunca nos podríamos llevar bien, de ninguna manera.

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Siento que estos primero capítulos sean un poco pesados, tan descriptivos, pero el siguiente ya es más ligero.

Un beso a todos y espero que os esté gustando.

Anna y Diana en multimedia.

Una nueva yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora