Las lágrimas caían solas.
“Venga ya Lizzy, deja de llorar”, pero no podía. Me era imposible.
¿Me estaba mintiendo, o de verdad me seguía queriendo? Ya no sabía que mierda pensar. Ni aun habiéndome ido podía dejar de pensar en Christian, en lo que me había dicho, y ahora en estos mensajes. Estaba más confusa que nunca.
Llamaron al timbre. Esperé a que Diana abriera; de pronto me acordé de que no estaba, así que me levanté, me sequé un poco las lágrimas y fui a abrir. La persona que había detrás de la puerta insistía tocando el timbre fuertemente cada dos segundos.
-¡Ya voy, ya voy! –abrí la puerta para que se callara de una vez.
- Te dije que esto no se quedaba así, Lizzy.
- Déjame Ian, déjame de una maldita vez… -Dios, las lágrimas volvían.
- No Lizzy, quiero saber que te he hecho, que te he dicho para que me trates tan mal.
Me tenía acorralada contra la puerta, no podía irme ni podía cerrarla… de repente, el mensaje de Christian me vino a la mente: “Que sepas que Sofía no significa nada, nada… créeme por favor”… las lágrimas ya caían por mis mejillas.
-¡Ey! ¿Qué te ocurre? ¿Qué pasa princesa? –Ian ya me había cogido de la mano, había cerrado la puerta, y me tenía sentada en el sofá a su lado mientras me acariciaba el cabello.
-Yo… yo… mi… él… -le abracé; le abracé con todas mis fuerzas. Él se sorprendió, pero en seguida me estrechó entre sus brazos mientras los escalofríos recorrían mi cuerpo.
- Calma princesa, calma. ¿Qué te pasa? –no podía hablar. –Tranquilízate primero, ¿vale?
Siguió acariciándome el pelo y la espalda durante un tiempo, no recuerdo cuánto. Al tranquilizarme, Ian comprobó que ya estaba bien para preguntarme.
-¿Qué te ocurre Lizzy? ¿Quieres contármelo? -¿se lo cuento? No estaba segura, apenas lo conocía, pero me había tratado tan bien estos últimos minutos que decidí confesarle el motivo de mi llanto.
- Pues, para empezar, soy de California. Viví allí desde que nací, y hace un par de años conocí a Christian. Era muy guapo, cariñoso y atento, y me enamoré de él. Acabamos saliendo juntos. Él me engaño dos veces; fueron al principio de nuestra relación y la misma noche. Me dijo que estaba borracho. Al principio no le creí, pero luego me lo demostró y me olvidé de eso. Pero, después de un año y medio de relación, cuando creía que todo iba genial, le vi besando a otra. –tuve que parar porque las lágrimas amenazaban con salir de nuevo.
Ian me acariciaba el brazo y me alentaba con la mirada a seguir la historia.
-Salí corriendo. Le conté todo a Diana, y me dijo que lo que necesitaba era unas vacaciones, un par de semanas a Miami. Pero, por la noche, vino borracho a mi casa a decirme que toda nuestra relación había sido un juego, nada había sido real… -vi que Ian apretaba los puños fuertemente y sus nudillos se ponían blancos. –Le mandé a la mierda. Fue entonces cuando decidí que me mudaba, que yo ahí no me quedaba, con Christian y todas las guarras con las que supuestamente había estado engañándome.
Lágrimas silenciosas caían esta vez. Ian me las secó con la mano dulcemente y me abrazó de nuevo.
-Pero entonces llego aquí para olvidarme de él, y lo único que recibo son mensajes suyos diciéndome que me quiere, que lo que dijo era mentira, que estaba borracho y que no sabía lo que decía… y que me amaba y me iba a encontrar. De verdad parecía real, y no puedo evitar pensar que todo fue un malentendido, pero Ian, compréndeme, no quiero sufrir, no quiero sufrir como estoy sufriendo ahora otra vez.
Ian estaba pensativo, con los puños apretados dejándose una marca en la palma de la mano, y muy tenso.
Se dispuso a hablar.
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¡Hola de nuevo!
Hoy toca capítulo emotivo.
Espero que os guste.
Un beso.
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Una nueva yo
Teen FictionLizzy Portfield es una chica de 19 años que viaja a otro país huyendo de su pasado. Allí le pasará de todo menos lo que se espera que le pase. Irá con su mejor amiga y, por supuesto, conocerá al prepotente de su vecino de enfrente.