Capítulo 26 // Revelaciones

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Ambos estaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

A ambos el corazón les latía muy rápido, Harry y Abril escucharon aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?

Ambos sacaron sus varita y avanzaron por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos.

Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Harry tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo.

—Vaya el ego de Salazar llegaba hasta las nubes ¿Entiendes? — dijo Abril riendo nerviosa.

Pero Harry no respondió ni se rió, solo señaló una parte de la estatua, entre los pies, boca abajo, ambos veían una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

—¡Ginny! —susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas —. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! —Dejó la varita a un lado.

—Harry — susurró Abril — Harry, ella... ¿Sigue...? Estará bien ¿Verdad?

—No lo sé —admitió — Vinimos hasta aquí... Pero...

—Tranquilo — dijo Abril rápidamente — hay que pensar en positivo, dale la vuelta y veamos como esta.

Harry tomó a Ginny de los hombros y con cuidado la volteó. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada.

— Ginny, por favor, despierta — susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

—No despertará —dijo una voz suave.

Abril se enderezó de un salto y puso su mano en su varita.

Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándolos. Tenía los contornos borrosos, como si lo estuvieran mirando a través de un cristal empañado. Abril no tenia ni idea de quien se tratara, pero Harry lo sabia perfectamente.

—Tom... ¿Tom Ryddle? — dijo él.

Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.

—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? —dijo Abril con rapidez, no sabía que hacia él ahí pero seguramente no era nada bueno.

—Todavía está viva —contestó Ryddle—, pero por muy poco tiempo.

—¿Eres un fantasma? —preguntó Harry dubitativo.

—Soy un recuerdo —respondió Ryddle tranquilamente — guardado en un diario durante cincuenta años.

Ryddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se
encontraba, abierto, el pequeño diario negro que Harry había hallado en los
aseos de Myrtle la Llorona.

—Tienes que ayudarnos, Tom —dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny —. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdanos...

Abril en Hogwarts: La Camara SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora