5. Ilusión

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Le parecía injusto, y sin embargo no tenía otra opción. Albert había sido muy claro al darle un día para que pudiera pensar en lo que realmente quería hacer con su vida o por si es que tenía algún último asunto que arreglar con su esposo, para luego comunicarles a todos, incluyendo a su marido, que finalmente era momento para regresar a Chicago; ya fuera con o sin ella.

Aunque, en el fondo le inquietaba que nadie, más que él, sabía las verdaderas circunstancias por las que estaba en aquella casa. ¿Qué les diría cuando todos quisieran saber más al respecto?

Con ese nuevo peso encima, aquel día resultó ser un tormento aún mayor, ver a tantas personas felices a su alrededor, mientras que ella misma no era capaz de admitir y contarles sus problemas.

Deseaba ser como ellos y sonreír con sinceridad, deseaba ser como antes y colocar una sonrisa fingida ante los demás.

Por la tarde, recargada en la cuna de su pequeña, mientras la observaba dormir, recordó que en aquella carta Terry había mencionado su sonrisa, pero solo pudo suspirar al estar segura de que, solo con él había sentido la confianza de no tener que sonreír y buscar el lado positivo de todo, todo el tiempo. Eso siempre le resultaba demasiado desgastante.

Sin embargo, recordando la sugerencia exacta de Albert, supo que era lo que tenía que hacer. Por la mañana iría a buscarlo para hablar y resolver aquella petición que al final no le podía negar.

•••

Poco a poco, parecía que todo volvía a la normalidad y; sin embargo, todo se había vuelto aún más complicado.

El miedo constante le había impedido confiar plenamente en ella y es que, si había hecho lo que se había hecho; ¿Qué podría hacerle a Tessie?

Temeroso, a mitad de la temporada, se vio en la necesidad de pedir unos días libres en el teatro. Estaba dispuesto a cuidar a tiempo completo de su familia, al menos hasta que la situación fuera más llevadera.

—Mañana será nuestra primera cita con el psicólogo —esa noche, una semana después de salir del hospital, la rubia seguía pronunciando solo unas cuantas palabras y todas dirigidas a él—. Me imagino lo que debes estar pensando; pero estoy seguro de que estarás de acuerdo conmigo y sabes que es mejor hacer el intento antes de que nos veamos obligados a algo diferente.

Eso de charlar con ella mientras la abrazaba, después de haber dormido a la bebé, para luego leerle un poco aún abrazándola, se estaba volviendo un hábito que a pesar de todo, les agradaba, sin importar si a veces ella solo le respondía con monosílabos.

Desde su perspectiva, él había sido el responsable de todo aquello y la mejor forma de pagar sus culpas era tratando de remediarlo.

—¿Crees que pueda ayudarme?—él suspiró cuando vió la duda reflejada en las pupilas de su esposa, luego la beso en la frente, la nariz y por último en los labios.

—Al menos, lo intentará —musitó contra los cabellos rubios, volviendo a besarla.

Lo que para él resultaba realmente importante, era que ella parecía estar progresando, aunque solo fuera a pasos pequeños.

Por supuesto, la primera cita con el psicólogo fue solo para que ella lo conociera y tuviera un poco de confianza en él. El especialista se había concentrado en una serie de preguntas que aparentemente no tenían mucho sentido para la rubia y luego, cuando ese hombre le pidió que le contara una anécdota cualquiera, no supo que responder.

—No te preocupes —su esposo la alentó cuando se animó a contarle lo ocurrido, mientras preparaban un pequeño almuerzo en Central Park, luego de la sesión psicológica—. Tenemos otra cita y entonces veremos qué pasa. Lo importante es no rendirse.

—La mañana en que salí del hospital... —le costó hacer ese comentario porque no estaba segura de lo que diría su esposo al respecto.

—Dime, ¿pasó algo?

—Es que escuché a un médico hablando con Albert y le dijo que debía internarme de inmediato en una clínica psiquiátrica... ¿Tú sabías de eso?

—Sí —admitió—. Fue algo que mencionaron en más de una ocasión. Pero estás aquí y no ahí —se percató de la actitud que tomaba la rubia—. Escúchame —la sostuvo de la barbilla y la incitó a verlo a los ojos—. No permitiré que eso pase; pero sé que necesitas ayuda, ambos la necesitamos y, es por eso que no debemos rendirnos —la soltó y continuó sirviendo el jugo—. Lo haremos por Teresa, para que pueda tener la familia que nosotros nunca tuvimos —le entregó su vaso y un sandwich—. Pero sobre todo lo haremos por nosotros, para que podamos tener la oportunidad que nos merecemos —su esposa sonrió mientras mordía su emparedado; estaba de acuerdo, ella también deseaba eso y mucho más.

—Terry; te amo... —sin que él lo esperara, ella musitó aquellas palabras que habían sido casi inaudibles.

—A pesar de todo; yo también te amo... —la vió sonreír con mayor tranquilidad.

•••

Gracias al favor de Albert, había logrado llegar al lugar en que vivía con Terry, contando con el tiempo suficiente para tratar aquellos asuntos que la habían llevado hasta allí; pero él no estaba en casa.

Volver a estar ahí revivía en ella todos aquellos malos momentos. Saludo a la chica que se encargaba de la limpieza, quien solo se mostró muy contenta porque al fin conocería a la bebé y no tardó en retomar sus labores.

No pudo evitar sonreír cuando entró a la alcoba que compartía con su esposo, y se percató de que todo seguía tal como ella lo había dejado. Acomodó a la pequeña en la cama y se recostó junto a ella; esa sensación era la misma que experimentaba cada vez que volvía al hogar de Pony, esa sensación era como volver a su verdadero hogar; esa sensación era tan cálida y agradable, que no logró evitar quedarse dormida, abrazando a su pequeña, que al parecer experimentaba las mismas sensaciones.

—Candy... —algún tiempo después, él la despertó con cuidado—. ¿Tú?... —en el rostro de su esposo se alcanzaban a notar algunas lágrimas.

—¿Terry?... —se incorporó un poco, parpadeó dos veces y acarició las mejillas de ese hombre; ¿acaso lloraba por ella? Por ella, que en realidad solo había ido para hablarle sobre el registro de la niña.

Terry tomó las delicadas manos de su esposa y comenzó a besarlas, mientras que ella no hallaba la manera de pedirle que parara y decirle que no se quedaría, que solo se estaba confundiendo y que, de seguir así, todo terminaría mucho peor.

—¿Terry? —aun sin poder decir nada, él simplemente reaccionó dándole un profundo besó, que le agradó mucho más de lo que ella habría podido imaginar.

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Por Siempre, Por AhoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora