10. Deterioro

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Era imposible que lograra dormir. Era inútil seguir intentándolo. Ni siquiera tenía caso que continuará acostada pero; ¿Qué más podía hacer a esa hora de la noche?

Deseando no causar más molestias, estaba segura de que lo mejor era que ella se marchara, en lugar de que Terry tuviera que mudarse del departamento que con tanto esfuerzo había comprado, pero entonces; ¿Qué haría ella?, ¿a dónde iría?

Haciendo el menor ruido posible, entró en la habitación de su hija, se sentó en el suelo, junto a la cuna y tomó la pequeña manita. La amaba, claro que la amaba pero, al mismo tiempo, no lograba evadir aquel resentimiento que ni siquiera alcanzaba a comprender.

De pronto, la pequeña se movió y abrió los ojos, como si algo la hubiera asustado. Entonces comenzó a llorar.

—Tranquila... —intentando cubrir su rol de madre, la rubia la sostuvó y trató de arrullarla, provocando que ella llorara aún más fuerte—. Tranquila —repitió, deseando que Terry no se levantara a ver qué era lo que sucedía, pero él ya estaba ahí.

—Dámela —era firme.

—Terry; yo...

—Esta bien. Entiendo. Solo dámela... —sintiendo que no tenía opción, se la entregó, esperando que a él le costará aún más el consolarla y sin embargo pasó justo lo contrario, ella se calmó enseguida—. Yo me encargo. Vete a dormir.

—Pero...

—Esta no es hora para nada —musitó—. Vete a dormir... —aún sosteniendo a su hija, entró a su alcoba y cerró la puerta, sin imaginar que Candy permanecería ahí, incapaz de actuar de la manera en que tanto deseaba hacerlo.

Después de un rato, solo camino lo suficiente como para recargarse en la puerta tras la que estaba su familia, esa pequeña era el único lazo de sangre que tenía en todo el mundo.

•••

—Espero que no creas que tú y yo... —en cuanto despertó, quiso enmendar la situación—. Terry; estaba borracha y...

—Tranquila. Ya entendí.

Durante un momento ninguno realizó un solo movimiento, hasta que ella volvió a recostarse al lado de Terry, sin atreverse a decir nada más pero aún estando bastante confundida. Era su amigo y; sin embargo, le agradaba tenerlo ahí, mientras que él seguía pensando en lo que haría en cuanto saliera.

Pero por el momento, no deseaba causar problemas a la actriz; se levantó y vistió con prisa.

—Lamento los inconvenientes —sin decir más, se marchó y, ella lo comprendió perfectamente, pero aún así deseó que su despedida fuera más dulce, tan dulce como lo habría sido para Candy y, también como Stuart nunca lo había sido con ella; quizá por eso, tan pronto escuchó que la puerta se cerraba, comenzó a llorar.

Él llegó al departamento a pesar de la terrible resaca. Era la primera vez, durante todo el tiempo en que vivieron juntos, que no llego a dormir, así como también era la primera vez, desde que se casó, que compartía la cama con alguien que no fuera su ahora exesposa.

Imaginaba que Candy tal vez le reclamaría, a pesar de que eso ya no tenía ningún sentido.

—¿Terry?... —incluso antes de entrar, supo que la rubia tenía dificultades.

—Dámela —en cuánto sostuvo a su hija en brazos, ella comenzó a calmarse.

Candy pudo notar el aliento del actor, también pudo sentir el aroma a perfume floral que, a pesar de que era discreto, alcanzaba a percibir y luego, le vió una mancha extraña en el cuello de la camisa. Sin embargo, solo desvió la mirada y optó por ir a la cocina; ya no estaba en posición para armarle una escena de celos, por más que le doliera comprender lo que él había hecho durante la noche.

Por Siempre, Por AhoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora