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El departamento del alfa se trataba de un lugar en medio de la cuidad, bastante grande para alguien soltero con decoración minimalista, colores blanco y negro en su mayoría. Sin embargo, lo primero que se llevó la atención y hasta cierto punto el agrado de Félix es como este contaba con calefacción.

— Tengo una habitación extra, te quedarás ahí —explica el alfa guiándole por el departamento, mostrando sus zonas y dónde se encontraba la supuesta habitación propia.

YongBok estaba teniendo muchos sentimientos encontrados, primero por lo sucedido, luego por la llegada del cambia formas y por último el lugar en donde se encontraba. El lugar como era de esperarse tenía el aroma de su dueño impregnado en cada rincón, cada pared hasta cada objeto de la decoración; era extraño ya que él sabía cómo de fácil con el paso de tiempo y las personas simplemente conviviendo en un lugar podía crear que el aroma de los otros también se quedara allí.

Fue guiado por el pasillo principal hasta dar con una puerta de color blanco, dejó que el alfa la abriera y de esa forma poder ver su interior. Examinó el lugar en silencio por unos segundos antes de entrar, notando lo vacía que se encontraba y como estaba libre del aroma del alfa, notándose algún aromatizante artificial de limón; exploró el lugar bajo la mirada calmada del alfa, encontrando la puerta hacia un baño y un armario propio.

El alfa en ningún momento dio a entender que quisiera entrar, quedándose en el marco de la puerta para no manchar el lugar con una presencia desconocida.

— En el armario hay algo de ropa, es nueva —comentó el oficial mirando como él se movía dentro de la habitación— ¿Tienes alguna alergia o algo por el estilo? Ya es hora de la cena.

El estómago del omega pareció contento ante esa última palabra, causando una instantánea reacción avergonzada por como hasta el alfa pareció notar su hambre.

— Solo a los mariscos —dijo con una risita nerviosa, solo intentando olvidar lo que recién había sucedido.

— Entendido. Prepararé la cena para ambos, llamaré a la puerta cuando esté lista —dijo el alfa cerrando la puerta a sus espaldas una vez se alejó de la habitación.

Ante la nueva privacidad el chico de pecas miró a su alrededor con más confianza, siendo algo de principal interés esa cama de una plaza que se encontraba en medio de la habitación. Sabía que para muchas personas este era un objeto diario y sin mucha más importancia que ser una superficie más donde descansar, pero con los últimos años no podía recordar cuando fue la última vez que descansó en una de ellas. No sin caer en manos de personas con malas intenciones de por medio.

Se sentó sobre ella después de pensarlo por unos minutos, admirando la falta de personalidad de la habitación y preguntándose si podría dejar allí algunos pequeños objetos de origami sin molestar al alfa. No tenían una fecha límite para cuando tiempo se quedaría viviendo allí, no quería ser un ocupador molesto en la vida del oficial. Dejándose llevar por sus pensamientos terminó recostado en la cama con un suspiro lleno de felicidad escapando de su poder, era tan suave y cómoda como se veía.

Incluso algunas lágrimas empezaron a nublar su vista cuando sus brazos rodearon una de las almohadas, con los sollozos no tardando en aparecer para iniciar el llanto en ese momento. Tembló aferrado a la almohada, mojándola con sus lágrimas e impregnándola con su aroma hasta que cayó rendido por el cansancio, su rostro enterrado en el blanco confort pudiendo dormir en paz.

El alfa por su lado acababa de terminar su ducha, su mirada fija en la marca de su brazo y su mente anclada al recordatorio que esa marca traía; su corazón había sanado lentamente esa herida, pero la memoria de la persona que le acompañó durante tantos años no se borraría fácilmente terminando por acompañarle cada día de su existencia.

Una vez estuvo en la cocina se tomó un par de minutos a revisar su libro de recetas buscando algo que pudiera darle a su nuevo inquilino, como parte del protocolo debía llevarle a hacer diversas revisiones de salud y nuticionales. En la situación de YongBok se podían pedir varias cosas al proyecto del gobierno para un mayor bienestar.  

Hace mucho no te veía preocupado por alguien que no fuera ChangBin.

Habló su lobo haciendo acto de presencia luego de las últimas silenciosas horas.

— No puedo verlo en ese estado, me incomoda saber que alguien fue el culpable de eso —le respondió ya seleccionado la receta que más le había convencido, empezando a leer los primeros pasos— La cantidad de feromonas en el aire no era normal, mucho menos de ese tipo.

El aire era muy pesado.

— Llegamos a tiempo, me arrepiento un poco de atacar de esa forma igualmente —murmuró empezando la búsqueda de los ingredientes, no era alguien que disfrutara acabar con la vida de otras personas a pesar que llegaban a haber situaciones de esa índole en el trabajo— No sabemos a quien podemos lastimar cuando hacemos eso.

No lo pensé bien, solo actúe intentando quitárselos de encima.

— Parecías gratificado al verlos acabados.

Sin embargo no olvidemos que estaban dañando a un joven, no merecían mi compasión.

No pensó en pelear contra su lobo, conociendo como éste se comportaba en cuanto al trabajo y su filosofía de justicia. 

Empezó a cocinar mientras hablaba con su lobo, ser portador tenía sus beneficios incluyendo una mejor imagen con la estúpida sociedad, mayor facilidad en trabajos que necesitan de fuerza o sentidos, normalmente como policías o hasta doctores.

Es una característica aleatoria sumamente inusial, la diosa luna dándole ese poder a sus hijos con un deseo caprichoso, dándoles la oportunidad de nacer y crecer junto a un compañero de alma tan unidos que se volvían uno solo. Podían sentirse el uno al otro, saber que el otro se convertiría en el mejor compañero que alguna vez tendría a pesar que en algunas ocasiones, ese compañero se podía volver su peor enemigo.

Detuvo sus movimientos alrededor de la cocina de un momento a otro estando apenas sostenido por las barras donde solía desayunar, su respiración pasó de una calmada a una superficial y su vista se fue nublado con el paso de los segundos. Escuchó a su lobo aullar en dolor y tristeza, cayendo al suelo como un peso muerto.

Llevó su brazo hacia su pecho con una mueca en el rostro, cada músculo de esa extremidad ardiendo en llamas, estirándose y tatuando en quemadura cada milímetro de la marca rota. El dolor en su pecho no tardó mucho más en aparecer, haciendo que su cuerpo se transformara en gelatina por lo que apenas pudo caer al suelo sin lastimarse.

Volvió en cuenta de su existencia unos minutos después, jadeante por obtener oxígeno; lágrimas corrían por sus mejillas sin poder llenar el vacío que MinHo portaba en su pecho. Levantó la mirada al calentador de la comida, haciendo fuerza para poder ponerse de pie.

El ardor en su brazo no había parado demostrando en dolor de su lazo, el poder que este mismo que podía acabar con su mera existencia en un parpadeo.  No tenía pensado en rendirse y perder su vida, perder lo poco que aún le quedaba y también dejar desprotegido a cualquier otra persona que necesite su ayuda. No podía dejarse morir ahora.

— Zarc... —llamó a su lobo, sintiendo como aún no se levantaba.

Estoy bien, Min.

Resistirse a un lazo roto cada vez era más difícil, él quería vivir.

Tomó algo de agua luego de luchar por unos minutos con sus piernas de mantequilla, terminando de relajarse para poder limpiar su rostro con algo de agua y eliminar el rastro de las lágrimas que quedaba en su rostro. Con el peso en su pecho siguió cocinando el plato al no desear fallar en su tarea.

Miró al pasillo en completo silencio preguntándose si YongBok gustaría de comer con él o preferiría comer en su habitación. Sirvió el plato caminando a donde se encontraba el joven, tocando la misma tres veces.

— Traje la cena —le dijo esperando pacientemente.

La puerta se abrió con un notable adormilado chico, quien miró el plato y miró al alfa.

— Gracias —dijo el de pecas en un suave susurro, tomando el plato de las manos del alfa— Comeré aquí.

— Buen provecho.

Broken TieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora