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Tanto el alfa como el omega dormían abrazados en la pequeña cama que la omega les había prestado, en algún punto de la noche MinHo había vuelto a su forma humana y se había adherido al cuerpo del omega para darle de su calor y no pasara frío esa noche. No era nada nuevo si de ellos hablábamos.

La señora los miraba a ambos desde la puerta de esa habitación, al dormir había dejado a su nieto casi perdido en el pelaje del lobo, ahora lo encontraba acurrucado en el pecho del alfa mientras este lo abrazaba posesivamente de una manera tan íntima que se preguntó la verdadera relación que estos tenían.

Quería entender a la diosa, saber porque le había dado un cachorro inexperto a su nieto, por qué se tomó las molestias de crear un nuevo lobo para dárselo a su nieto que justamente se toparía en la vida de un alfa lastimado como lo es Zarc. Una diosa caprichosa que, aunque no lo pareciera, todo tenía un sentido y un porqué. Lo habían pasado, lo que los llevó a cada uno a ese momento. Eso debía estar pensado por la diosa.

Cuando pensó en salir de la habitación para dejar que durmieran tranquilamente escuchó un gruñido venir de la habitación, miró nuevamente hacia los chicos encontrando que MinHo se había empezado a mover casi erráticamente en la cama, casi tirando a YongBok de esta.

El omega miró a su abuela totalmente asustado al tiempo que el alfa se encogía en sí mismo soltando un grito desgarrador que logró colocar la piel de gallina a ambos.

La omega estaba asustada, nunca había visto a un alfa en esas situaciones y su nieto parecía estar en un completo shook mientras que el alfa lloraba encogido en medio de la cama.

— ¿Qué le pasa? —preguntó a su nieto, intentando hacerlo reaccionar.

YongBok sacudió la cabeza ligeramente antes de casi lanzarse encima del alfa para tomar su rostro. Rápidamente y viendo cómo empezaba a sangrar por los labios se quitó la camiseta que tenía puesta y la acercó a la boca del alfa, evitando que se mordiera a sí mismo y así no se rompiera el labio como ya había pasado antes. Miró totalmente asustado a su abuela sin saber que más hacer, era la primera vez que MinHo estaba de esa manera.

La señora tampoco tenía idea de que hacer y eso solo ayudó al nerviosismo del pequeño omega, YongBok sintió como la piel del alfa casi ardía, cómo aunque tuviera los ojos fuertemente cerrados aun así lágrimas escapaban de estos.

Sin saber que más hacer se abrazó al cuerpo del alfa, hablándole y pidiéndole que se tranquilice, que todo estaba bien y que pronto estaría bien, que resistiera un poco más.

Liberó feromonas en el ambiente, atrapó el rostro del alfa entre sus manos y unió sus frentes, pidiendo bajito que abriera los ojos.

MinHo abrió los ojos lentamente, luchando por enfocar el rostro del omega. YongBok secó suavemente las lágrimas del alfa sin dejar de repetir las mismas palabras, notaba el dolor brillar en esos castaños orbes.

Demoró unos minutos, pero cuando el alfa volvió a tener el control de su cuerpo abrazó fuertemente al omega, buscando sentirse mejor luego de eso. Se escondió en el pecho del pequeño como un cachorro buscando protección mientras aún ese inmenso dolor recorría su cuerpo, tirando de su alma.

Lágrimas que aún no paraban de bajar, quejidos imposibles de callar. Se sentía más débil que todas las veces anteriores, casi no podía respirar y lo único que lo mantenía tranquilo es ese aroma dulce, esos delgados brazos intentando abrazarlo.

— Hyung, le contaré una historia ¿Bien? Mire, yo tenía unos siete años cuando...

El día de las adivinanzas, así la señora conocía esa historia pues su nieto parecía conocer todo lo que pasaría ese día.

Broken TieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora