❝ Incluso en un mundo oscuro, el amar es posible...❞
Los pilares son gente conocida como los más fuertes cazadores de demonios, personas tan poderosas capaces de dominar sus técnicas de respiración a la perfección, e incluso, creando nuevas.
Cada un...
Su mente se encontraba absorta ante los recuerdos que ahora invadían su mente, aquellas palabras que no lograban salir de su cabeza y que lograba sacar una sonrisa en el moreno.
“Ahora los declaro, marido y mujer”.
En un inició, el debía admitir que estaba confuso ante los repentinos sentimientos que tenía hacia ella, fue entonces que al estar e cerca de la muerte, se había arrepentido de no haberse declarado. También, cuando le pidió matrimonio pensó que sería rechazado incluso cuando ella había dicho “Te amo”. Su ceguera lo hacia sentir inseguro y temeroso, imaginando terribles escenas que nunca quisiera que pasaran.
— Gyomei, cariño —Llamó Farah, desde la cocina de su casa, sobresaltando al mayor que no hacía más que pensar “Ridiculeces”.
— ¿Qué pasa? —Inquirió, entrando y aspirando el delicioso aroma de la comida, supo que era la hora de cenar.
La ahora Hamejima sonrió al oír la voz de su esposo, colocando en la mesa los platos y sirviendo a su vez la comida.
— Toma asiento, cariño. ¡El día de hoy hice Katsudon! —Exclamó con ganas lo último, al ser aquello pedazos de pollo que tanto le gustaban.
Intriga ante el silencio del varón, dirigió toda sus atención a su esposo, quién pudo ver se encontraba inquieto, extraño ¿porqué? Él tomo asiento sin decir nada, aún sintiéndose inseguro por sus pensamientos.
— ¿Te pasa algo, Gyomei? —Preguntó, con ahora preocupación.
— No es nada —Contestó a duras penas, sintiendo remordimientos por como habló—. Perdón…
Con el ceño fruncido toco su hombro y dio una leve caricia hasta llegar a su mano, donde entrelazó la suya con la de él. Sonrió con debilidad, observó los anillos que ahora ambos tenían, ella sabía que ahora no tardaría en hablar.
— Yo, me siento inseguro… tengo miedo —Farah ya había imaginado está conversación tiempo atrás— de que te alejes de mí por mi discapacidad… Pienso que irás por una persona mejor que yo, y eso es lo que mereces.
Nanako le dio un apretón a su mano, mientras que dejaba un corto beso en sus labios, casi como un rocé.
— Confía en mi Gyomei, como yo lo hago. Jamás te cambiaría, te lo dije una vez y te lo diré cuantas más veces haga falta, te amo —Declaró de nuevo ella, agarrando un Katsudon y metiéndolo en su boca—. No debes pensar más en eso ¡comelo todo!
Trago el pedazo de carne que esta le daba, para posteriormente sonreír y abrazarla, él debía confiar más o la perdería de verdad.
— Perdón por pensar esas cosas, Farah.
Su cabeza negó ante lo dicho, aferrándose a él como la vez que sintió que lo había perdido. Por un momento, ella también tuvo miedo, de que el pidiera terminar y quedarse sola.
Los recién casados eran una pareja insegura y miedosa que aseguraba mejorar con el tiempo.
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