❝ Incluso en un mundo oscuro, el amar es posible...❞
Los pilares son gente conocida como los más fuertes cazadores de demonios, personas tan poderosas capaces de dominar sus técnicas de respiración a la perfección, e incluso, creando nuevas.
Cada un...
Ya había pasado ya un año desde que Zahra y Kyoujurou comenzaron a salir y en todo ese tiempo el rubio había la persona más atenta siempre y cuando no tuviera trabajo.
Podía decirse que era una pareja perfecta, hecha el uno para el otro, sin peleas, una realmente feliz que no tenía muchos problemas.
Zahra Seif trabajaba como la herrera de su mismo novio. Cuando su relación se hizo viral, fue ella quien se mudó a la casa del Rengoku una que él pilar había comprado para ellos dos, y según el para sus futuros hijos.
Y aunque había conocido a su suegro no se podría decir que se llevaban a bien incluso cuando el padre de Zahra era quien había hecho la espada del anterior pilar de fuego. A comparación del mayor de los Rengoku, ella su tenia buena relación con el hermano menor de su pareja.
Aquel día, hacía un terrible frío que le calaba los huesos incluso con las dos cobijas que la cubrían. Zahra podría decir que era la noche más helada que había vivido nunca y sin su "sol" como ella le decía en su mente, sentía que se moriría.
Temblaba bajo las cobijas y ella misma se sentía como un bloque de hielo, y aún con todas la ventanas bien cerradas, no había como desaparecer el frío de su cuerpo.
Cerró los ojos con fuerza, abrazándose así misma para tratar de mantener más calor, siendo una tarea completamente imposible.
— Maldición —Insulto por lo bajo, jalando aún más las cobijas de color sangre.
Por esa misma razón no podía dormir, seguramente ya pasaban de las tres de la mañana, pero no podía hacer nada para desaparecer aquellas terribles temperaturas en su cuerpo.
Sus ojos oyeron como la puerta principal se abría, y poco después pasos. Un tanto asustada, abrió los ojos y aunque se estuviera muriendo por el frío, quito las mantas y se levantó de la cama.
Temblaba como gelatina, por el frío y el miedo que tenía, ella no sabía pelear, era una simple herrera.
Armándose de valor, tomo su capa de algodón posicionándola encima suyo y agarro la Nichirint que ella misma había hecho para esos casos por consejo del Rengoku.
Se colocó al lado de la puerta escuchando cada vez los paso más cerca. Aguantó la respiración con temor a ser descubierta, alzo sus brazos con la espada en ella y una vez se abrió, no dudo ni un segundo en atacar.
Fue detenida en un instante y debido a la oscuridad no pudo saber de quién se trataba. Un chillido de terror salió de sus labios mientras retrocedía con lentitud.
— Me gusta que estas a la defensiva en todo caso, pero primero deberías verificar de quién se trata —Recomendo la voz que tanto ella conocía, Kyoujurou había llegado.
Cayo sentada al suelo dando un gran suspiro de alivio y agradeciendo a los dioses.
— Perdón, Kyou —Murmuró al poco tiempo— No lo pensé bien, y creó que estuve un poco paranoica... —Ella bajo la cabeza, arrepentida.
Pronto sintió como él la cargaba en brazos, y aún en la penumbra aseguraría que su sonrisa brillaba.
— No pasa nada cariño, pero estas helada —Sus ultimas palabras fueron dichas con preocupación.
— Está haciendo mucho frío —Se excusó, abrazándolo del cuello. El era tan cálido y acogedor como un sol.
Acercándose a la cama, la dejo cuidadosamente sobre el colchón separándose al poco tiempo Un escalofrío recorrió cuando su pareja se separo de ella.
Se tio de nuevo en las cobijas y con ganas espero que su pareja volviera. Cerro los ojos unos segundos, para que alrededor de unos minutos el rubio de puntas rojizas llegara.
Se metió dentro con ella, para sentir como los brazos de Zahra se aferraban a él con fuerza, dio una leve sonrisa, devolviendo el abrazo.
Poco a poco, la castaña sintió como su cuerpo se calentaba, de verdad que su novio era un sol.
Fue ella la primera en dormirse, apegada por completo al pilar de fuego, mientras tanto él la observaba sin alejarse. Cuando se dio cuenta que esta se encontraba en el mundo de los sueños, no tardó en sumergirse en ellos, recordando con detalle la vez que se conocieron.
"¡Cuando seamos grandes nos casaremos, te lo prometo Kyou!"
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