❝ Incluso en un mundo oscuro, el amar es posible...❞
Los pilares son gente conocida como los más fuertes cazadores de demonios, personas tan poderosas capaces de dominar sus técnicas de respiración a la perfección, e incluso, creando nuevas.
Cada un...
Una brisa suave atravesó a la castaña, como una caricia haría. La luna era su cómplice y acompañante durante aquella noche, donde sólo el espesor del bosque y un profundo lago la rodeaban.
Sus ojos avellanas sin vida, muertos, y su caminar un tanto torpe hacían ver que algo andaba mal con la mujer, quien cada vez más comenzaba a acercarse al agua.
Con sus pasos lentos logró llegar y detenerse en el frente del lago, observando con sus ojos sin vida el líquido, donde su reflejo podía observarse. Se adentró cada vez más, hasta que el agua cubrió por encima de sus caderas.
Repentinamente, la imagen reflejada comenzó a cambiar por el de otra mujer con apariencia no humana. Está, yacía bajo el agua, atrayéndola como un imán, con una linda y suave sonrisa que podría enamorar a más de uno.
Las manos blanquecinas con largas uñas sangre salieron del agua, acercándose con una gran parsimonia al rostro de la castaña, quien, aparentemente, no estaba muy despierta.
Una sensación fría recorrió su cuerpo cuando las manos de la contraria tocaron sus mejillas.
» No es cálido «. Pensó sin darse cuenta de la situación en la que se encontraba, viendo como cada vez más, la extraña mujer salía del líquido transparente, con la sonrisa que no parecía querer desaparecer de su rostro.
» Tengo frío «. Le era extraño sentirse así, de alguna manera, siempre se encontraba cálida.
— ¡Zarah! —Gritaron su nombre en la lejanía, una voz que le resultaba tan conocido, pero a su vez, no lograba diferenciar.
Las orbes avellanas de la nombrada, veían como cada vez ella estaba más cerca. Con el rostro húmedo y el cabello mojado, sus manos blancas pasaron al cuello de la femenina castaña, atrayéndola hacía sí misma, todo, con la misma lentitud que un inició, sin importarle un poco el intruso bicolor.
— ¡Zarah! —Volvió a gritar su nombre mientras corría hacía ellas, no obtuvo respuesta, inquietandolo— ¡Alejate de ella, Zarah!
Pero la dichosa no lograba actuar o pensar por voluntad propia, estaba siendo controlada por el demonio femenino frente a ella.
Un silencio se hizo en el lugar, mientra que el Rengoku observaba como aquél ser unía sus labios con las de su esposa, lento, suave.
Y repentinamente, fue sumergida a la profundidad del agua en un rápido movimiento, desapareciendo de la vista del pilar.
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