Parte 25: Equinoterapia

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— ¿Quién trató de besarte, mi amor?

Su voz, esa estúpida voz melosa que hacía cuando quería hacerse la víctima conmigo no había dejado de retumbar en mi cabeza todo el día, por eso le dije a Emilio que fuéramos a tomar algo, quería tratar de distraerme, de olvidar su rostro contraído de enojo en el reflejo del espejo, de cómo me había puesto la mano en la cintura y... bueno, lo que siguió después.

Pero no pude olvidarme de nada; creo que al contrario, estuve más consciente que nunca de lo que había pasado:

Después de colgar el teléfono, Otto comenzó a interrogarme acerca de la llamada

— ¿Quién trató de besarte? —volvió a decir pero esta vez, con un tono más amenazador.

Me giré para confrontarlo pero no tuve tiempo de contestar, pues ya me había acorralado contra el tocador.

— Te voy a volver a preguntar, mi amor, y espero que me contestes, ¿quién trató de besarte?

En ese momento, decidí que ya estaba cansado de la mentira, de aguantarlo a él y de ser infeliz. Yo merecía algo mejor, pero quizás escogí un mal momento para hacérselo saber.

Tengo los recuerdos un poco borrosos porque todo sucedió muy rápido pero recuerdo que le dije que no era asunto suyo, lo siguiente que recuerdo fue que estaba tirado en el piso agarrándome las costillas, había restos del espejo en el suelo y tenía unos cortes en los brazos. Sólo pude ver sus botas saliendo de la habitación y un portazo después.

Como pude me levanté del suelo y caminé al baño, busqué a tientas el botiquín y me curé los cortes de los brazos. Cuando me quité la camisa, pude ver que tenía unas marcas como de cinturón en el costado: cosa rara porque no recuerdo en qué momento lo hizo.

Decidí que no era seguro quedarme en nuestra habitación esa noche, ya que Otto podría volver ebrio y ponerse más violento conmigo, por lo que fui a la cocina, me llené la boca de analgésicos y tomé la botella de vodka a medio terminar que tenía guardada en la alacena desde el cumpleaños de Otto.

Podía escuchar la voz de mi hermana en mi cabeza diciéndome que no era sano, que hoy me había violentado y que sólo iba a escalar a partir de ahí.

— Vete a la chingada Renata —pensé, antes de vaciar la botella de un trago.

Tomé un par de cobijas y la ropa que me pondría al día siguiente y las llevé al cuarto de huéspedes, eché el seguro, me recosté en la cama y comencé a pensar en lo que sucedería el día siguiente, el programa, las canciones, los monólogos... Emilio... hasta que me quedé dormido.

• • •

Por la mañana me despertaron unos ruidos que provenían de fuera del cuarto pero supuse que era Otto haciendo algo en la casa para variar, como lavar los trastes, por lo que no le di importancia y me metí a bañar.

Cuando terminé y estuve listo para irme, me detuve un momento frente a la puerta antes de abrirla y... me congelé. Tenía miedo de salir y confrontar a Otto, de que me volviera a hacer algo y me dije a mí mismo que no podía ser, tenía que hacer algo y hacerlo de inmediato.

Respiré hondo y giré el picaporte; una vez en la estancia, caminé directo hacia la puerta hasta que los escuché, los ruidos que me llegaban amortiguados al cuarto, en la estancia eran mucho más nítidos: Otto tenía compañía y vaya que la estaban pasando bien. Decidí que no valía la pena averiguar más; me dirigí a la puerta y decidí bajar por las escaleras en lugar de tomar el elevador.

Sabia decisión, pues a medio camino fui incapaz de contenerme y comencé a llorar.

• • •

Traté de llevar el programa lo mejor que pude pero durante el monólogo de apertura, al mencionar que el invitado musical era Emilio, sentí cómo todo el peso de mis decisiones de los últimos años me caía en la cara; por un minuto me sentí tan cansado... pero como estudié actuación y soy mexicano, sé perfectamente cómo reprimir mis sentimientos y hacer como que no pasaba nada.

Cuando llegó la hora de comer, Emilio se acercó y me platicó una idea: tenía una canción que pretendía estrenar durante el programa pero él sentía que le faltaba algo. Cuando me mostró la letra, me transporté a unos años antes, cuando un par de mocosos compusieron una canción sobre el amor, que debía ser valiente y de inmediato entendí lo que me estaba proponiendo.

— Acepto.

— Pero, pero yo no...— comenzó a balbucear Emilio.

— Sí, no me has propuesto nada pero te conozco, tú no das puntada sin hilo y no me estarías mostrando una canción que claramente es un dueto si no quisieras que la cantara contigo.

Emilio me sonrió de la forma más bonita que había visto en mucho tiempo, pues no sólo veía felicidad en sus ojos, también veía la tranquilidad en su semblante de que nada había cambiado entre nosotros, seguíamos siendo el uno para el otro, a pesar de los años y las parejas.

• • •

Y bueno, todo esto nos trajo hasta el momento en el que decidí que quería olvidarme de todo y de todos, que quería ahogar mis problemas con equinoterapia: vaciar caballitos de tequila a un ritmo preocupante. Pero no pude, bebí bastante pero seguía bastante consciente de mi situación aunque algunas partes de mi cuerpo no respondían como deberían, pues notaba que estaba balbuceando cosas acerca de Otto, y si le sumamos mi talento natural para tropezarme con todo, Emilio fácilmente creyó que estaba muy ebrio, por lo que me dio mi espacio mientras volvíamos a su hotel.

Una vez que llegamos a su cuarto, todo el tequila que había consumido me emboscó y en ese momento sí perdí la consciencia un poco, me costaba enfocar y, aunque quería ir al baño a refrescarme la cara, mis piernas no se movían.

Él me hablaba y yo le respondía pero no recuerdo nada de lo que nos dijimos hasta que él se acercó y me besó. Creí que eso serviría para espabilarme pero tuvo el efecto contrario, hizo que me relajara aún más, pues sentía que él me besaba y me acariciaba pero mi cuerpo no respondía hasta que pasó la mano por los moretones que tenía en las costillas. La sensación de dolor fue suficiente para sacarme del sopor y pude enfocar su rostro frente al mío: sus ojos pardos, sus pómulos, el vaivén de su pecho. Logré calmarlo lo suficiente pero una parte de mí sabe que él no me creyó del todo.

Y está bien, admito que no fui muy convincente.

The 10 Year Plan - Emiliaco AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora