XVIII

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Las pesadillas de aquella noche no paraban de dar vueltas, me mostraban los miedos más grandes que tengo, y uno de ellos me avergüenza sentirlo. El físico no es todo, me lo repito cada día, pero ¿cómo me hago la idea de quererme? Sí no soy ese chico.

Caminaba como zombie después de ese día. La madrugada fue larga y las siguientes también. Pude sentir como algunos chocaban conmigo pero ni siquiera tenía tiempo de reclamar.

— Hey, Vic. ¿Te sientes bien?— Lí se acerca a mi y toca mi frente.

— Sí, todo bien.— Miento e intento sonreír.

Me mira incrédula pero decide no decir más y solo caminar a mi lado.

Nos dirigimos al salón, tenemos clase de inglés. Mi cerebro parecía estar fuera de servicio, mi atención era nula. Creo que soy muy débil hablando emocionalmente, nunca se que hacer con una emoción fuerte, siempre termino cayendo lo más profundo que puedo.

Al terminar la clase me limito a poner mi cabeza sobre la butaca.

— Oye, tú— Alguien pica mi hombro.— Pareciera que estás apunto de enfermar.

—Estoy bien, solo cansado.

— ¿Aún no pasa el cansancio del viernes?

— Creo que no.— Me limito a decir y seguir acostado en la banca.

— Ahora es mi turno de sacarte de la siguiente clase hasta que te sientas mejor.

— Dol...

— Vic, vamos, por favor.— Se pone en cuclillas a mi lado.

— Está bien.— Me pongo la capucha de mi sudadera al salir del salón. Creo que también mi forma de vestir delata mi estado de ánimo. Lo primero que he visto es lo que he tomado, unos pantaloncillos negros y una sudadera gris, ni siquiera estoy seguro de que playera traigo debajo.

Mi acompañante se mantiene callada y frotando sus manos. Se comienza a sentir el invierno.

Entramos a la cafetería que es aún más cálida que los pasillos de la preparatoria. Ella se acerca al mostrador y pide dos cafés, rápidamente los paga, no me deja ni chistar un poco.

—Estos van por mi cuenta.

— Gracias— Le digo rendido ante la firmeza del comentario.

Sé que le pica la curiosidad de preguntar por mi estado, pero solo me mira, sin hacer que me esfuerce por hablar. Respeta mi silencio.

— Gracias a ti, Vic.— Rompe el mismo.

— ¿A mí?— Digo extrañado.

— Por lo del viernes. Es algo que pocos saben de mi y no me gusta hablar mucho, pero tú siempre me has inspirado confianza...— Me mira esperando alguna respuesta y solo sonrió de forma tímida.— Es difícil tener miedo en ese nivel.— Calla y toma un largo sorbo

— Te lo dije, todos tenemos miedo, no debes avergonzarte— No solo se lo digo a ella, muy en el fondo es para mí también.

— Y ¿Tú a qué le tienes miedo?— Justo ha pegado en el clavo de mi estado, por lo cual mi lengua parece habérsela comido un ratón.
» Vic, ¿Te sientes bien?

Es lo último que escucho antes de sentir que las luces se apaguen.

°°°

— ¡Enfermera! ¡Está despertando!— Abro mis ojos poco a poco, trato de enfocar a la chica de mi lado. Sonrió sin querer.

— ¿Qué pasa, Dol?— Sale mi voz más suave de lo que esperaba y mi intento por levantarme se ve frenado.

— No te muevas, chico. Tómate tu tiempo para levantarte.

Querer a ciegas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora