No le devolvió la llamada. Pasado dos días Gris dejó de controlar el teléfono a cada rato y trató de distraerse con sus libros, como siempre hacía. Le daba bronca saber que le importaba tanto, no sabía desde cuándo le sucedía esto.
Después de leer, navegó un rato en Internet en búsqueda de nuevas noticias o artículos interesantes. Había y poco nada. Después de tantas horas de su vida dedicadas a la investigación de la vida en otros planetas ya reconocía a simple vista los desvaríos, las mismas historias de origen dudoso que andaban circulando sin ninguna prueba o base científica, relatos que habían perdido la forma de tanto copiar y pegar donde nunca encontraba la fuente original, y los pocos y únicos artículos que valían la pena, contados con los dedos de una mano. Siempre los mismos. Tenía que encarar las cosas de otra manera o abandonar la investigación y soñar con estar viva el día en que finalmente anuncien que no estamos solos en el universo.
Apagó la computadora y se sentó en el sillón a mirar el techo y pensar posibilidades, cuando una idea se le encendió en la cabeza. Llamó a Bea y ella atendió al instante como siempre hacía.
-Bea, ¿cómo estás? Necesito pedirte un favor.
-Nena, decime
-¿Te acordás la historia esa que me contaste del amigo de tu primo que dice que se lo secuestraron los extraterrestres? ¿No habrá manera de arreglar para hablar con él?
Bea dudó unos segundos y luego le contestó:
-Sí, claro. Siempre va a la casa de mi primo. Pero me da un poco de cosa arreglar para que se vean, me parece que está un poco loco…
-Por favor, necesito hacerle unas preguntas, dale.
-Bueno. Si querés arreglo para que nos tomemos un café, pero vamos mi primo y yo también, ¿ok? Y no se negocia. Sino no hay trato. Si pensás que te voy a dejar ir sola es porque no me conocés.
-Te amo, sos la mejor-dijo Gris emocionada y no podía contener la sonrisa.
-Ah, me olvidé de contarte, hoy lo vi a Adri que volvía a su casa. Estuvo internado. Tuvo un ataque de asma, hace mucho no le agarraba. Estuvo con oxígeno y todo. No avisó antes porque en la clínica esa toda fifí dónde lo hacen atender los padres no le dejan usar el celu ni recibir visitas que no sean familia cercana. Una bronca.
Gris se quedó callada. Con razón no la volvió a llamar. Y ella sacando conclusiones apresuradas. Pobre Adrián, siempre con algún problema distinto pero siempre tratando de fingir que todo estaba bien.
-¿Estás ahí? Bueno, me dijo si el jueves estás así vamos a tomar unos mates-siguió hablando Bea ante el silencio de su amiga.
-Dale, dale vengan, los espero.
Y cortó.
Tuvo una renovada sensación de esperanza. Iba a conocer de primera mano a alguien que había tenido un supuesto contacto. Ojalá sea verdad. Le iba a pedir cada detalle, si le permitía lo iba a grabar para poder volverlo a escuchar y agregarlo a sus archivos. Ya tenía un sector de su escritorio reservado para la investigación extraterrestre, donde acomodaba todo lo que iba recabando. No podía esperar.
Trató de distraerse ordenando un poco pero no pudo, estaba demasiado emocionada. Luego pensó en que los que la estaban siguiendo seguro iban a encontrar raro este encuentro, pero no le importó, iba a estar acompañada de Bea y su primo Esteban, iba a estar bien.
Con el pasar de los días se había ido acostumbrado un poco a esa sensación de que alguien la miraba todo el tiempo. La paranoia se había enfriado. Si pensaba lógicamente, no tenía ninguna evidencia tangible de lo que sentía. Excepto ese archivo extraño en Internet, pero de por si Internet era un lugar extraño y misterioso. Aun se negaba a salir por mucho tiempo de su casa, casi siempre a cursar y volvía, se sentía más segura encerrada en su habitación. Nadie lo encontró extraño porque siempre fue de disfrutar estar en casa. Y el celular lo siguió usando normal, porque si alguien lo intervenía lo único que iba a encontrar eran charlas con Bea, Adrián, sus padres y tres o cuatros personas más sin demasiado contenido. Realmente su vida era bastante monótona y poco interesante, no que ella se quejara, porque odiaba los cambios, pero no entendía por qué alguien quisiera observarla. A veces pensaba que si alguien la analizara desde afuera, vería una chica aburrida que cansada de vivir en la realidad plana y repetitiva, estaba buscando un escape extraordinario, algo que la haga sentir viva con ayuda de su imaginación. Y que por eso no podía soltar la idea de que no estamos solos en el Universo y que hay algo más allá del día a día que vemos. Si su abuela todavía estuviera acá seguro la alentaría a seguir, siempre la apoyaba, por más descabellada que parezcan sus ideas.
Bea le mandó un mensaje de texto esa noche y le avisó que ya habían arreglado con Carlos, así se llamaba el supuesto abducido, para ir a la cafetería de la estación de trenes el miércoles a las siete de la tarde, que confirme si ella podía. Al instante avisó que sí y deseó que las treinta y seis hora que faltaban pasen en un segundo. Siempre ansiosa.
Cuando finalmente llegó el día, se preparó con tiempo y simplemente se sentó a esperar que llegue la hora. Nunca había sido tan puntual. Antes de las siete ya estaba sentada en el bar y tomándose un café y mirando sólo ocasionalmente por encima de su hombro.
Cuando los vio entrar a los tres por la puerta, lo reconoció a Carlos sin esfuerzo. Lo había visto un par de veces en la casa de Bea, pero nunca se habían presentado. Estaba más flaco y un poco pelado.
Se sentaron a la mesa con ella y antes de darle tiempo a saludarse ni nada, Carlos la miró directo a los ojos y le dijo hablando bajo:
-Están entre nosotros.
Esteban le puso la mano en el hombro y le contestó:
-Sí cabezón, ya sabemos. Gris, ¿cómo estás tanto tiempo? Te presento mi amigo Carlos y por si no la conocías a mi primita Bea.
-Bien, gracias por venir de verdad. ¿Quieren pedir algo…?
-Yo le digo a Esteban que están entre nosotros y no me cree, piensa que estoy loco. Pero no estoy loco, estoy más despierto que nunca- continúo Carlos y abría mucho los ojos al hablar lo que le daba un aire extraño.
-Yo sí te creo- le dijo Gris intentando hacer buenas migas con él.
-Y también deben pensar que estás loca, pero al final somos nosotros los que nos vamos a reír de ellos. Me dijo Esteban que querés que te cuente, ¿no? Bueno yo te voy a contar, todo te voy a contar.
Bea la miró a Gris con cara de “en qué nos metimos", pero ella no le prestó atención y se dirigió a Carlos.
-¿Te molesta si te grabo?
-No. Mientas no seas del gobierno está bien. Bueno, a ver. Desde el principio. Yo nunca creí en ellos, ¿sabés? Nunca me importó demasiado digamos. Tampoco es que le haya dedicado mucho tiempo a pensar en eso. Te aclaro. Ese martes después del trabajo me había comprometido con mi mamá a ir a buscar el chivito que le habían encargado a los Rodríguez para el cumpleaños de mi hermana. Ya había ido otras veces. Saliendo de la ciudad deben ser unos tres kilómetros más. La estancia esa grande que se ve desde la ruta. Yo estacioné la camioneta en la banquina y la dejé ahí con las balizas prendida. Hay que caminar unos cincuenta metros hasta la puerta. Estaba todo oscuro, solo se veía la luz de la entrada, una lamparita mugrosa que no alumbra un carajo la verdad. Iba caminando cuando de atrás de la casa veo como que sale una estrella roja y se va para arriba. Parecía una estrella no sé como explicarlo. La seguí con la mirada y…
Carlos se quedó mirando al mozo que se había acercado a ellos como si fuera un enemigo del estado tratando de robar información. El muchacho se sintió un poco incómodo y dijo:
-Disculpen que interrumpa, ¿van a tomar algo? ¿Quieren ver la carta?
-Yo quiero un café con leche con ocho medialunas. Esteban un capuchino con tostadas y las chicas café con leche con masas secas. Y necesitamos un poco de tranquilidad. Gracias- contestó Carlos sin preguntar ni mirar a nadie en particular.
El mozo hizo un gesto con la cara y se retiró. Esteban y Bes se codeaban entre ellos.
-Bueno, como te iba diciendo, miro para arriba y pum, me caigo al piso. Como si me hubieran dado una tremenda piña. Me levanto así medio mareado y cuando miro ya no veo la lamparita mugrosa, ni la estrella roja. Me doy vuelta y tampoco veo las balizas de mi camioneta. Y pienso “la puta madre, me metieron un palazo en la cabeza y me robaron”. Me temblaban las piernas y empiezo a caminar como puedo hasta que más adelante encuentro una estación de servicio que no conocía y puedo usar el teléfono. Llamo a mi casa y atiende mi papá y se pone a llorar. Te imaginás que entendía nada. Mi viejo llorando, nunca. Solo cuando Racing salió campeón. Me preguntó que dónde estaba y no sabía, así que le pregunté al que estaba trabajando en la estación y me dio la dirección. A treinta y dos kilómetros de la estancia estaba. ¡Treinta y dos! Y ni sabía cómo. Cuando llegó mi familia bajaron todos corriendo del auto y me abrazaban onda como si hubiera vuelto de la guerra. No sabía qué decir. Hasta que alguien dijo que había estado desparecido cinco días. Yo me reí, pensaba que me estaban tomando el pelo. No. Era verdad. Cinco días entre que me caí y me levanté.
En ese momento hizo una pausa y se empezó a comer las medialunas que ya habían traído una atrás de la otra. Gris no quería interrumpirlo, pero hasta ese momento todo parecía una historia de un robo normal. No era la primera persona a la que le partían un palo en la cabeza para robarle el auto. Carlos se debió haber imaginado lo que estaba pensando porque con la boca todavía llena dice:
-Mirá que falta lo mejor. Antes de llevarme a casa me llevaron a ver al médico. Ahí vieron que tenía moretones en los brazos y en las piernas, una quemadura en los nudillos de la mano derecha, me faltaba un pedazo de pelo y me apareció esta cicatriz que tengo en la panza. No la tenía antes de eso, pero el doctor dijo que es una herida vieja por como está cicatrizada. No de cinco días de antigüedad, pero hasta Esteban me había visto sin remera esa semana que fuimos a la pileta y te puede decir que no la tenía. Aparte estaba deshidratado, en shock y no sé qué más. Cuando llego a casa lo primero que veo es mi camioneta estacionada afuera. Me dicen que se las trajo la policía porque la encontraron abandonada al costado de la ruta, enfrente de la estancia de los Rodríguez. Está entera, como si nada. Me preguntan qué pasó y les digo que no me acuerdo de nada, que para mi fueron unos minutos no más. No hay respuestas. Yo seguía pensando que alguien me quiso robar pero no pudo llevarse nada y quizá me dejaron tirado por ahí para que no pida ayuda. No va que a los días de volver empiezo a tener unos sueños loquísimos, se me empieza a caer el pelo, bajé como siete kilos y mirá que comer como…Cuando voy de nuevo al doctor me revisa y dice que si fuera otro caso diría que estuve expuesto a la radiación, pero que no encaja con mi perfil y en mi trabajo no estoy expuesto a la radiación, armamos heladeras tampoco es Chernobyl. Me dio unas pastillas y que vuelva en una semana. El pelo se me siguió cayendo. Y los sueños cada vez peor. De esos cinco días perdidos no podía recordar nada de nada. Y ahí fue cuando llegó la ayuda. La mujer de mi tío tiene una amiga que hace hipnosis regresiva. Y se ofreció a hacerme una sesión gratis a ver si podía reconstruir lo que pasó en ese tiempo. “¿Por qué no? Es gratis" dije. Y ahí empezó todo. Los recuerdos llegaron como si nada, no costó recuperarlos. A veces pienso si no hubiera sido mejor dejar las cosas como estaban…
Se quedó mudo, mirando sin enfocar, con la boca entreabierta como si tuviera media palabra trabada ahí. Esteban le pasó la mano delante de los ojos y ni parpadeó. Bea tosió bastante fuerte. Gris lo observaba con recelo. Luego se miraron entre ellos como preguntándose que hacía y ahí volvió a reaccionar:
-Veo esa luz roja que sube y cuando alzo los ojos veo que está encima mío, a unos metros no más. El piso se me mueve y cuando me doy cuenta estoy flotando hacia la luz. Pataleo, tiro manotazos pero no hay nada de dónde agarrarme, es como una fuerza invisible que me arrastra. Veo una esfera metálica atrás de la luz y pienso que me voy a estrellar contra ella. Cierro los ojos esperando el impacto pero en vez de eso siento como si me tiraran un baldazo de agua fría y cuando miro estoy en lo que parece el interior de esa cosa. Sentado en el piso. Todo está súper limpio, no hay ventanas ni nada. Se me acercan tres hombrecitos que no sé de dónde salieron, parece que atravesaron la pared, bajos, cabezones, con unos ojos súper grandes y negros. Se hablan entre ellos algo que no comprendo y se me acercan. Ahí es dónde me asusto y le doy una piña a uno que sale volando. Es ahí donde me sale esta quemadura que tengo en los nudillos. Parecen estar enojados y después de mirarme de arriba abajo salen y al rato vuelven a entrar lo que parecen ser “los jefes", que miden como dos metros de altura, pálidos y blancos les brilla la piel. Eran flacos pero se les veían los músculos. Sus ojos eran grandes pero no como los de los hombrecitos cabezones. Parecían humanos pero distintos, te ponían los pelos de puntas. Ellos no me hablaron. Me señalaron lo que parecía una camilla y yo sin siquiera pensarlo me paré y caminé hasta ella. Me acuesto y estos me empiezan a llenar el cuerpo de aparatos, agujas, cables. Hacen un ruido extraño. No duele pero es incómodo. Y no me apartan la vista de encima, lo que es más incomodo aún. Pasado un rato salen otra vez y me dejan solo ahí, todavía conectado. No sé que hacer. Se siente como si fuera un sueño. Tengo miedo pero a la vez estoy relajado, no sé si me drogaron o qué. Vuelven a entrar pero esta vez son dos humanos un hombre y una mujer. Me pongo como locos al verlo y le pido que me desconecten que me quiero ir con ellos, que escapemos juntos. Me sonríen medio macabro y me dicen que no son lo que parecen. Y yo me quedo como un tonto pensando qué son. “Hibridos” me contesta ella. Sabe que no entiendo y me explica que tienen ADN alien y ADN humano, una mezcla. Y que están encargados de ayudar a la raza humana a evolucionar, que como especie somos un desastre y nos quedan pocos años en el planeta si las cosas sigue como hasta ahora. Me dijo que el uno por ciento de la población mundial ya son híbridos y que de a poco íbamos a ir alcanzado mejoraras en la raza de la mano de ellos. Y que yo iba a contribuir con todos los exámenes que me estaban haciendo
Esteban tenía la cabeza gacha y sonrió con disimulo. Bea trataba con todas sus fuerzas de no hacer ningún gesto. Gris escuchaba embelesada.
-Sí, reíte vos, vos también. Ya vamos a ver quién se ríe al final-explotó Carlos frente a la desconfianza de los oyentes.- Están entre nosotros, están por todos lados y nadie les presta atención. Se mezclan con la gente común pero de común no tienen nada…
-No te enojés cabezón, sabes que te queremos- dijo Esteban y le palmeó la espalda.- Estamos jodiendo no más.
-Jodan, jodan tranquilos ustedes-siguió enojado Carlos.- Y bueno, después “los jefes" me repitieron unas pruebas y cuando me quise acordar se despidieron y sentí como una sensación de vértigo como cuando caes al vacío y ahí estaba otra vez, en el campo pero treinta y dos kilómetros más alejado de dónde me llevaron. Fin.
Silencio en la mesa. Nadie se atrevía hablar, quizás porque no sabían bien lo que era correcto decir en una ocasión así.
-Muy interesante- fue lo que le salió decir a Gris.
-¿Dudas? ¿Preguntas?
-Muchas. Pero no sé por dónde empezar- rió nerviosa Gris.
-Escuchá en tu casa la grabación, digerilo, meditalo y después te comunicas conmigo y te contesto lo que surja.
-Gracias, de verdad, por tomarte el tiempo de venir.
-Las personas que me creen son contadas. Fijate que ni mi mejor amigo me cree. Así que no dejo pasar la oportunidad de contar mi historia. Ya llegará el día en que me den la razón.
Se paró de golpe, se despidió de Gris y le dijo a Esteban que era hora de irse. Esteban las miró y haciendo una mueca las saludó y siguió a su amigo.
-¿Qué pensás?- le dijo Bea cuando quedaron solas.
-Interesante la verdad… Y tiene pruebas…
-¿Qué pruebas nena? Lo que se le olvidó contarte es que le entra todos los días a la cerveza y al vino después del trabajo. Así cualquiera termina viendo OVNIS.
-Los exámenes del médico y eso. Son extraños ¿no?
-Deben tener otras causas mas lógicas, de eso estoy segura. No me digas que te creíste esta pavada por favor.
-¿Por qué pavada? ¿Por qué sale de lo común? ¿Porque no te pasó a vos?
-Porque cualquier persona con dos dedos de frente que escuche la historia se ve a dar cuenta que son desvaríos de un loco. ¿Hipnosis regresiva? ¿Y eso qué carajos es? No debe ser un método muy confiable para recuperar la memoria. Estás tan desesperada por encontrar algo que perdiste capacidad de razonamiento.
-No es mi culpa que seas tan materialista que sos incapaz de ver más allá de tu nariz-dijo enojada Gris.
-Y vos siempre tan cabeza volada, hace meses que estoy esperando que vuelvas a ser la de antes, si te aguanto todo esto es porque te quiero, porque pienso que la muerte de tu abuela te pegó mal, pero ya me estoy cansando.
-Bueno, entonces hasta acá llegará nuestra amistad porque la Griselda que conocías se murió, chau, no vuelve más. Hay cosas que una vez que uno descubre no tienen vuelta atrás.
-Bueno, perfecto. Entonces chau- dijo Bea hecha una furia mientras se paraba, agarraba sus cosas y salía caminando lo más rápido que podía.
Hacía años que no peleaban. Era peor que discutir con Marcos. Se quedó sentada un rato más mientras tomaba una gaseosa hasta que agarró fuerzas para irse a su casa. Antes miró para todos lados para cerciorarse que nadie la seguía Todo parecía normal. Estaba oscureciendo. Tenía tantas cosas que pensar. Caminó despacio mientras dejaba que su mente vuele. Tuvo un poco de miedo. ¿De verdad sería tan simple que se la lleven? Una luz en el cielo y listo, aparecés dentro de una nave. No se podía imaginar qué tipo de tecnología que sería esa. Después de haber estado coqueteando tanto tiempo con la posibilidad de que haya vida en otros planetas, la idea de ser abducida la paralizó. Quizá no estaba tan preparada para descubrir la verdad como pensaba.
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El cielo es tuyo [COMPLETA]
Teen FictionNovela completa!!! Gris lleva una vida normal y ordinaria pero con la pérdida de su abuela se desencadenan una serie de eventos que la hacen dudar de la realidad que la rodea. Busca refugio en su mejor amiga Bea y su mejor ¿amigo? Adrián. Pero...