-Gris, ¿estás bien?- preguntó Bea mientras su amiga se daba vuelta por enésima vez y miraba nerviosa para todos lados.
-Sí, si…- contestó Gris distraída mientras se acomodaba y daba un sorbo a su café.
-¿Estás esperando a alguien?
-No.
-Ah, estás en misteriosa otra vez…
-No, no es eso.
-Sabés que te adoro pero estás un poco rara. Y no me decís qué te pasa y eso es más raro todavía. ¿Te está persiguiendo de nuevo el chico ese del club? ¿O es Marcos? Avisame si hay que ir a golpear a alguien que yo lo golpeo.
Gris rió. Su amiga siempre dispuesta a defenderla. El tema es que no encontraba palabras para explicarle que en realidad la tenía que defender de ella misma y su cabeza. Siguió tomando el café e intentó tranquilizarse. Bea la había casi obligado a salir un rato, habían venido a ese pequeño café que quedaba en la plaza. Era un día hermoso, estaba lleno de gente. Pero Gris no podía evitar sentir como la ansiedad se iba acrecentando. Todos parecían sospechosos. Varias personas la habían mirado más de lo socialmente aceptable.
-El otro día me dijo Adrián que fue a tu casa a la noche. ¿Qué onda?
La pregunta de Bea la agarró por sorpresa y no puedo evitar abrir los ojos.
-Es que mis papás se habían ido de mi tía y se escuchaban unos ruidos, le pedí que venga a hacerme compañía.
-¿Y por qué no me llamaste a mi?
-Vos estabas en el cine con Sebastián.
-Ah, bueno. Mirá, si ahí pasa algo sabés que quiero enterarme primero.
-Pero qué decís nena, somos amigos no más.
-Si, aparte creo que él tiene novia o algo así dijo, no sé.
Gris casi se atraganta. ¿Adrián con novia? ¿Por qué nunca dijo nada? Igual se alegraba por él, tan tímido que era no lo imaginaba con una chica. Pero a la vez no pudo evitar sentir un dejo ínfimo de celos.
-Viste que sí te pasa algo-le dijo Bea sonriendo con picardía.
A veces le daba bronca que su amiga con mirarla no más ya supiera lo que le pasaba, se conocían de toda la vida eran amigas desde el jardín de infantes. Y era muy difícil ocultarle las cosas. Verla era como hacer un examen de conciencia. El tema es que la mayoría de las veces todavía no estaba lista para enfrentar lo que sentía.
Charlaron un rato más y a medida que iba pasando el tiempo, Gris se fue relajando y dejó de mirar para atrás.
Caminaron juntas hasta la casa de Bea, cuando estaban llegando Gris aprovechó a preguntar:
-¿Vos conocés a alguien que sepa de informática?
-Mmm… Creo que no. Al único que conocía era a Marcos, pero como él para nosotras se murió…
Gris suspiró. No quería tener que pedirle un favor a su ex, pero estaba agotando las opciones. Aparte tenía que ser alguien de confianza.
-¿Se te rompió la compu? Si querés te presto mi notebook.
-No, necesito recuperar unos archivos y no sé como hacerlo.
-¿Todavía andás con esas cosas raras de los marcianos?
-A veces, cuando tengo tiempo libre-dijo Gris tratando de restarle importancia. Ya sabía que a Bea esas cosas mucho no le interesaban y tampoco quería alarmarla pensando que iba a volver a tener una crisis como hace unos meses atrás.
-Vos sabés que la otra vez salió el tema cuando fuimos a la casa de mis tíos. Y mi primo Esteban, vos lo conocés el narigón, me dijo que trabaja con uno que dice que se lo llevaron los extraterrestres. Había ido al campo a buscar un chivito y apareció cinco días después tirado en la ruta. Mi primo dice que se debe haber emborrachado bien emborrachado pero él jura y perjura que no, hasta tiene una cicatriz en la panza y todo. Si querés te averiguo más.
No podía creer lo que Bea le estaba contando, tan escéptica ella, era raro que hable de ese tema. Sonrió emocionada por la apertura de su amiga, se despidieron y siguió camino.
Lo pensó durante toda la vuelta a su casa, que eran solo tres cuadras, así que quizá no tuvo tiempo de pensarlo bien. Llegó y antes de entrar tomó el celular y con los dedos temblando levemente buscó el número de Marcos, lo desbloqueó y apretó para llamar. No había sonado ni dos veces cuando contestaron:
-¿Hola Gris?- su voz sonaba sorprendida.
-Hola, ¿cómo estás? Disculpá que te moleste. Me acuerdo que cuando nos separamos me dijiste que si alguna vez necesitaba algo te avise. No te voy a dar vueltas, necesito tu ayuda- habló rápido y sin respirar, mientras antes se terminase mejor.
-Si, claro Gris, siempre podés cont…
-Bueno gracias, pero por teléfono no. Decime si nos podemos encontrar un día-le cortó en seco antes de que empiece con las cursilerías.
-¿Estás en tu casa? Si querés voy ahora.
-Bueno, te espero.
Mierda. Ya estaba hecho. Si para llegar al fondo del asunto tenía que verle la cara a Marcos, se la iba a ver.
Subió a su habitación y acomodó un poco las cosas que estaban tiradas. Estaba sumamente nerviosa. Se ató el pelo, se lo soltó y se lo volvió a atar de nuevo. No había pasado ni media hora cuando le llegó un mensaje de él diciendo que estaba abajo.
Cuando abrió la puerta y lo vio, se le removieron los sentimientos. Aunque ella lo daba por cerrado, al verlo ahí parado delante de ella sintió una puntada en la panza. Lo había querido mucho y la había lastimado mucho también.
-Hola bonita-le sonrió y se acercó para a abrazarla.
Gris no pudo evitar que se le acerque y le dio una palmadita en la espalda sin saber bien qué hacer. Notó que llevaba el perfume ese que se ponía cuando pensaba que iban a tener sexo. Pobre infeliz, en sus sueños.
-Mirá, te quiero aclarar desde ya, que no estoy buscando que volvamos o que pasemos un buen rato ni nada de eso. Sólo necesito un favor.
-Si bonita, te entiendo, pero no por eso no podemos pasar un buen rato- le dijo Marcos con esa sonrisa que él creía encantadora pero que a Gris le ponía los pelos de punta.
Fueron a la habitación y Gris prendió la computadora. Marcos entró como si estuviera en su casa y se tiró al sillón.
-Me enteré de tu abuela.
-Sí, hace más de un año.
-Estaba grande ya.
Gris levantó las cejas, que forma extraña de dar el pésame.
-Me hubiera gustado decirte algo cuando pasó, pero todavía estaba enojado con vos-le dijo él mientras prendía la tele.
-¿Vos enojado conmigo?- Gris se había prometido que no iba a revolver el pasado pero esa afirmación la había sacado de contexto.
-Y sí, después de tres años me dejás, nunca más ni un mensaje, un hola perro, nada. Pero ya lo superé, ya te perdoné, porque hay que saber soltar para crecer.
Gris pensó de qué revista barata de autoayuda habría sacado eso y le causó un poco de gracia. Se mordió la lengua, pero unos instantes después las palabras cayeron de su boca:
-Mirá Marcos, si te dejé fue porque me cansé de que me trates como basura. Eso ya no iba más. Creo que los dos estamos mejor solos.
-Solos… ¿no andás con nadie?
-No es tu problema. Vamos a lo que vinimos. Necesito recuperar unos archivos. Me llegó una información de que mi nombre está en una lista de testigos y me gustaría saber de qué se trata. Ya busque en Internet de todas las maneras posibles y no hay nada. Lo que yo quería saber es si quizá esa lista está “escondida” en algún lado al que no se pueda acceder fácilmente o algo por el estilo. Y si vos me podés ayudar, sabés que no entiendo mucho.
Marcos se quedó pensativo con la mano en la barbilla y la vista perdida unos instantes.
-Sí puedo, pero solo porque sos vos.
La emoción que sintió Griselda la hizo saltar en el lugar. Por fin iba a poder encontrar algunas respuestas a sus preguntas.
-¿Tenés cinta negra?- pidió Marcos mientras se acercaba a la computadora.
Gris fue hasta la cocina, revolvió los cajones, agarró la cinta y se la llevó. Marcos cortó dos pedazos y tapó la cámara y el micrófono de la computadora. Recién ahí se sentó con aire de ceremonia.
-Si querés encontrar los archivos de ese tipo, hay que entrar a la Deep Web.
-¿Y eso?- peguntó Gris extrañada mientras agarraba otra silla y se sentaba al lado de Marcos.
-Ahí está todo lo que no vas a encontrar en la web común. Dame unos minutos que instalo el TOR… Así no nos metemos en líos.
-¿Por qué en líos?
-Bueno, en la Deep Web podés encontrar de todo. Desde archivos clasificados del gobierno hasta sicarios, venta de órganos, drogas, asesinatos transmitidos en vivo, porno de todo tipo… Cosas turbias, cosas que no creo que te puedas ni imaginar.
Griselda se quedó en silencio porque no encontraba palabras para expresar lo que quería. Hasta que por fin reaccionó:
-¡Voy a ir presa culpa tuya! Te dije que quería esos archivos pero tampoco quería meterme en estas cosas para encontrarlos.
Marcos se río como si la reacción de Gris le diera ternura y le dijo:
-La magia de esta parte del internet es que con dos o tres programas ocultas el IP de la máquina y chau, no te pueden rastrear. Es bien simple. Vos tranquila.
Gris intentó controlar la respiración mientras trataba de secarse de la cabeza la idea del FBI tirando abajo la puerta de su pieza para llevarla presa. Esperaba que esto no sea una venganza de Marcos por haberlo dejado. Sabía que era una mala idea desde el principio. Si le hubiera comentado a Bea lo que pensaba hacer seguro la hubiera hecho desistir en menos de dos minutos.
-Listo, ya estamos adentro. Necesito que me des datos de lo que querés buscar. Esto no es como Google, necesitamos un generador de links para poder acceder. Tirame algunas palabras o nombres-le dijo Marcos mientras tipiaba a toda velocidad.
-Bueno, ya que estamos… Buscá mi nombre completo y poné testigo.
-¿Eso nada más?
-Fijate a ver si hay algo.
Hizo lo que ella le decía y después de unos minutos copió un link larguísimo y entró. Era una página que parecía un directorio. Había una lista interminable de nombres, ordenados alfabéticamente. Tenía el fondo blancos y las letras en negro, era aburrida a la vista y no había ninguna otra cosa. Ningún logo ni marca que ayudara a descubrir a quién pertenecía la página. Marcos empezó a bajar hasta que apareció el nombre completo de ella.
-Griselda J. Serrano. Acá estás. ¿Qué carajo es esto?- dijo Marcos curioso mientras hacía click sobre el nombre.
Apareció su foto como portada, era de baja calidad como si la hubieran sacado de una cámara de vigilancia. Y bastante actual. Debería tener solo unos meses de antigüedad. Abajo aparecían todos sus datos y los de su familia, nombres completos, dirección, teléfono, grupo sanguíneo, redes sociales utilizadas, qué estudiaba, dónde estudiaba. Toda su vida resumida en unas simples líneas. Al final de todo se leía:
“La testigo parece no recordar nada de lo sucedido durante su primer infancia, aunque en los últimos 6 meses ha demostrado una gran curiosidad y ansiedad en torno al fenómeno OVNI y sus derivados. Terapia sugerida. Se solicitará un nuevo informe el mes diez del corriente año.”
Y firmaba un tal Doctor H.G.
Griselda y Marcos se miraron extrañados sin comprender.
-¿A vos te pasó algo de chica?-quiso saber él mientras seguía clickenado sobre la pantalla a ver si aparecía algo más.
-Algo como para que me traume o hagan un informe creo que no. La verdad que siempre pensé que tuve una infancia tranquila…
-A ver si está mi nombre.
Marcos empezó a buscar pero no estaba en la lista. Gris le pidió que busque al Doctor H.G. pero aparecían demasiados links que no llevaban a ningún lugar en concreto.
Otra vez esa sensación de querer buscar una respuesta y en cambio encontrar mil preguntas más. ¿A qué se refería ese informe? ¿Quién era ese doctor? ¿Cómo sabían tanto de su vida? Parecía que los delirios de persecución eran ciertos al fin y al cabo.
-¿Buscamos algo más?-le preguntó Marcos mientras iba cerrando algunas páginas.
-No, no, dejá. Gracias. Ya bastante lío me hice hoy.
-Yo que vos le preguntaría a tus padres a ver si pasó algo.
-Creo que otra no me queda.
Se sobresaltaron cuando el celular de Gris empezó a sonar. En la pantalla apareció el nombre de Adrián que la estaba llamando.
-¿Adrián?-dijo Marcos haciendo un gesto con los ojos.- ¿Todavía te seguís juntando con ese rarito? Nunca me cayó bien.
-No es asunto tuyo.
-Ahora lo único que hace falta es que me digas que me dejaste por él y ahí sí, llamo al Doctor Hache para que te revise el cerebro. Quizá de chiquita de caíste de cabeza o algo así.
-¿Ves cómo sos? Ya empezaste de nuevo. Por eso no quería llamarte-le contestó Griselda enojada.
-Tranquila nena, era una broma, relajate-se río Marcos.
-Vos y tus bromas, siempre agrediendo a alguien… Bueno, gracias por tu ayuda. Tengo que estudiar.
-¿Me estás echando?
-Si le querés decir así.
-Ah bueno, no te hagas problema que ya estoy acostumbrado a que me uses y me tires.
-Y yo estoy acostumbrada a que te hagas la víctima.
Se miraron enojados. Había tensión en el ambiente. Parecía que el tiempo había vuelto atrás y esta era otra de sus tantas peleas.
-Me voy. Así te dejo tranquilita y te vas corriendo a los brazos de ese fenómeno de circo flacucho.
-VOS me dijiste que si alguna vez necesitaba algo te llame. No me dijiste que era a cambio de nada. Un favor de amigos no más. ¿Qué pensaste que iba a pasar?
- No cambiás más, eh.
-Chau Marcos, ya sabés dónde está la salida.
Se la comió con la mirada y se fue dando un portazo.
Se quedó un rato sentada pensando si había valido la pena verle la cara a cambio de la información obtenida. Como siempre en este último tiempo había obtenido una porción pequeña de información y cien dudas más en el mismo combo. Pero ahora tenía marcada la dirección hacia dónde debía indagar.
Bajó a ver si sus padres aún estaban levantados y encontró a su mamá sentada en la mesa del comedor revisando unos papeles.
-¿Me pareció a mi o esa era la voz de Marcos?-le preguntó a Gris cuando la vio entrar.
-Sí, era él- reconoció ella mientras se sentaba al lado de su madre.
-¿Volvieron?
-No, no, no. Me vino a ayudar con unas cosas de la computadora.
-Bueno. No era mal chico.
“Si supieras…" pensó Gris y al instante se puso a elaborar en su cabeza la pregunta por la que había bajado.
-Ma, cuando yo era chica, ¿alguna vez me pasó algo raro? ¿O tuve algún problema? O algo así.
Ana levantó la vista de los papeles y puso la cara que siempre ponía cuando hacía memoria, arrugando levemente el entrecejo.
-¿Algo como qué?
-No sé, algo. Por lo que hayan tenido que consultar a algún profesional o a alguien.
Su mamá se mantuvo inmóvil durante unos segundos y Gris casi podía observar el proceso que estaba haciendo su cabeza en un intento de rebuscar en los recuerdos lejanos.
-Bueno, no sé si esto es a lo que te referís, pero cuando tenías unos tres años nos empezaste a contar que algunas noches te visitaba un amigo que bajaba volando y se metía por la ventana de tu pieza. Decías que te contaba historias de donde vivía y otras cosas.
-No me acuerdo de eso. Pero es normal tener amigos imaginarios cuando uno es chico, ¿no?
-Si, claro. El tema es que te pasabas las noches en velas charlando con tu “amigo" y durante el día te dormías sentada, estabas ojerosa, no querías ni jugar. Así que consultamos con un psicopedagogo conocido de tu tío que nos ayudó a acomodar un poco tus horarios y al tiempo ya empezaste a dormir a la noche otra vez. Y dejaste de hablar de tu amigo. Creo que por algún lado todavía tengo guardado un cuaderno dónde anotaba las historias que me contabas. Después te lo voy a buscar.
Gris sonrió decepcionada y aliviada a la vez. Pensó que su madre le iba a revelar un recuerdo oscuro y traumático del pasado pero en vez de eso le contó una historia digna de un guion de Disney. Le pidió que cuando pueda le busque el cuaderno así se entretenía un rato leyéndolo, le dio las buenas noches y subió a su habitación otra vez.
Recién ahí se acordó que Adrián la había llamado, así que se tiró en el sillón y marcó su número. Sonó y sonó hasta que atendió el contestador. Pensó que quizá estaría con su novia. Y no pudo evitar que ese pensamiento le dé un poco de angustia. Se sintió sola. Y eso era algo que no le gustaba.
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El cielo es tuyo [COMPLETA]
Genç KurguNovela completa!!! Gris lleva una vida normal y ordinaria pero con la pérdida de su abuela se desencadenan una serie de eventos que la hacen dudar de la realidad que la rodea. Busca refugio en su mejor amiga Bea y su mejor ¿amigo? Adrián. Pero...