Los días fueron recuperando su monotonía y su color sepia. Ya nadie la perseguía, nadie la llamaba y ninguna sombra la acechaba desde los rincones oscuros de la casa. Cuando comenzó con la medicación todavía escuchaba algún que otro susurro y veía alguna que otra cara, pero se fueron esfumando con el paso del tiempo. Ya no miraba insistentemente al cielo, estaba enojada con él. Tenía miedo de que con solo levantar sus ojos a las estrellas todo vuelva a empezar.
-Vino la madrina y te trajo chocolate- dijo Bea mientras bajaba a la altura de la panza de Gris.
- Ya lo estás malcriando antes de que nazca- se río Gris y sintió como el bebé daba una patada.- Te escucha y empieza a bailar.
- Cuando lo retes va a ir a buscarme para que lo defienda.
- La que me espera.
Se sentaron a tomar mates. Hablaron del bebé, de la facultad, de la nueva película de superhéroes, de la novia de Marcos. Cuando agotaron los temas Bea la miró y le preguntó;
-¿Tuviste novedades?
-No- contestó Gris y notó que ya no le generaba la misma angustia que antes hablar de él, era algo tolerable.
- Cuando lo encuentre lo mato. No sé dónde se metió. Mirá que me paso medio día mirando para su casa pero nada, desapareció. Seguro que a esta altura ya sabe del bebé. Viste que en el barrio las noticias corren. Él se lo pierde.
Gris trató de cambiar de tema y Bea lo notó, así que no volvieron a nombrarlo. Cuando empezó a atardecer bajó a acompañarla hasta la puerta.
-Nos vemos mañana, cuidá a mi ahijado.
-O ahijada-le retrucó Gris.
Y la miró alejarse. Se quedó un rato parada disfrutando del aire fresco que soplaba por la vereda. Se tocó la panza y pensó lo rápido que se habían pasado esos seis meses. A veces le costaba comprender que dentro suyo había una vida. Desde que empezó a sentir sus movimientos le había resultado más fácil. Era algo increíble y eso superaba el vacío que le había dejado Adrián. Sus padres y Bea estaban con ella a cada momento y eso la hacía sentir tranquila. No necesitaba nada más. Los miedos y las ansias se habían diluido hasta casi desaparecer. Como siempre se refugiaba en el estudio y en sus libros. Estaba bastante en paz. Antes de entrar casi como un acto reflejo levantó sus ojos y vio la luna y dos estrellas que ya asomaba en el cielo rosado del ocaso. Bajó rápido la mirada y se metió a la casa.
-Gris mirá, la tía Nelly mandó un regalito para el bebé. Dijo que tiene cambio cualquier cosa. Y mañana llega la cuna. Papá la va a armar este fin de semana que tiene libre- le dijo su mamá cuando la vio llegar.
-Que bueno-contestó Gris distraída.
-¿Estás bien?- se preocupó Ana que estaba atenta a cualquier cambio en Gris.
-Si, si. Justo me agarraste pensando en otras cosas.
-Bueno, acordate que mañana tenemos turno con el obstetra a las nueve. Y comé algo antes de ir arriba que les va a hacer bien.
Gris sonrió y le hubiera gustado decir algo sobre lo agradecida que estaba por todos los cuidados y el apoyo que le habían brindado este último tiempo, pero como siempre que estaba frente a ella la capacidad para expresar con palabras lo que estaba sintiendo se anulaba. Así que se acercó y la abrazó. Su mamá se sorprendió un poco pero la abrazo fuerte a su vez. Cuando se separaron Gris agarró una manzana de la heladera y se fue a su habitación.
Se sentó en la computadora a empezar un trabajo práctico que había ido aplazando durante la semana. Le quedaban tres meses de clases antes de las vacaciones. El bebé iba a nacer ahí y sus padres habían decidido ayudarla para que el año que viene se reintegre a tiempo. Le faltaban solo dos años para su título.
Empezó a tipiar en el teclado y de a poco le fue entrando la inspiración así que continuó concentrada un rato largo hasta que le empezó a doler la espalda. Se levantó y se estiró un poco para desentumecerse. El bebé se acomodó en la panza, parecía que él también se estiraba.
Acomodó los libros y la ropa que había fuera de lugar, pensó en acostarse a leer un rato. No había leído ni diez hojas cuando cayó profundamente dormida.
-Griselda.
Abrió los ojos asustada. Alguien le había susurrado al oído. O quizá era parte de un sueño. Un poco aturdida por el brusco despertar se sentó en la cama y miró alrededor. Adrián la miró parado a pocos pasos de ella y atinó a sonreír pero se puso serio otra vez.
-Ay, la puta madre, me van a tener que subir la dosis-dijo Gris mientras se agarraba la cabeza y se volvía a acostar.
-¿De qué hablás?- le preguntó él y se arrodilló al lado de la cama.
-¿De verdad estás acá o estoy alucinando? ¿Te dejaron entrar mis papás?- quiso saber ella incorporándose otra vez y observándolo de cerca. Parecía él.
-No, no, son las 3 de la madrugada. Entré solo. Necesito hablar con vos.
-Bien, lo que te faltaba, allanamiento de morada. Yo no quiero hablar con vos así que como entraste salí.
-Gris…
- Me dejaste. Nunca más ni un mensaje. Me usaste. Seguro te enteraste del bebé y ni siquiera fuiste capaz de llamarme. Tampoco te iba a obligar a que te hagas cargo. Yo decidí quedármelo. Lo que me duele es que nunca pero nunca me lo hubiera esperado de vos. Pensé con una mano en el corazón que eras distinto a todos los demás. Pero me lastimaste más que nadie. Ni siquiera sé si estás acá o le estoy hablando a la nada. Porque estoy loca sino te enteraste. Pero no importa, voy a aprovechar la oportunidad para desahogarme igual.
-¡Gris! Pará, escuchame un segundo. No estás loca. Y no es tan sencillo como parece. ¿Cómo podés pensar que yo me podría alejar de vos así no más? ¿O de saber que estamos esperando un bebé y no hacer nada? Me enamoré de vos aunque no debería haberlo hecho. No somos compatibles y yo tenía una pareja asignada. Arruiné todo. Me quieren llevar. Pero no me importa, lo único que quiero es salvar al bebé. Y a vos claro.
-Mirá Adrián, todo muy lindo pero me parece que me voy a parar lentamente y me voy a llamar al psiquiatra porque esto me huele a recaída y no me puedo dar ese lujo ahora que estoy por ser mamá, ¿si?
-Gris, por favor. Escuchá. Encontré alguien que nos va ayudar. Mi tutor nos va a dar una mano. Tenemos que hacerlo rápido antes de que se enteren.
-¿Ayudar a qué?
-El bebé que tenés en la panza tiene nuestros genes. Y no somos compatibles. Va a necesitar una ayuda extra para llegar al final de la gestación. Sino no va a sobrevivir. Tenés que venir conmigo.
Gris trataba de seguir la conversación pero se sentía más confundida a cada palabra.
-Yo con vos no voy a ningún lado y no entiendo un carajo lo que me estás diciendo.
Adrián la miró y sus ojos pequeños perdieron el brillo durante unos instantes. Dudó unos segundos y luego dijo:
-Yo… Yo no soy de acá. En realidad si soy de acá, pero a la vez no. Mi ADN es distinto. Una parte de mi es…
-¿Es?- apuró Gris impaciente.
-Es de otro planeta.
Silencio absoluto.
-¿Sos un híbrido?- murmuró Gris.
-No es el término que usaría pero algo así.
Gris lo caló con la mirada y se río entre dientes. Se tiró en la cama y le dijo mientras se tapaba:
-Bueno, gracias por venir. Me voy a dormir que mañana tengo que madrugar. Y de paso me voy a pedir un sobre turno con mi psiquiatra.
-Griselda-le dijo Adrián enojado destapándola- no me estás prestando atención. Tenés que venir conmigo si querés que el bebé esté bien.
-Si me hubieras dicho antes de que todo esto pase que vaya con vos hasta el fin del mundo lo hubiera hecho. Pero ahora no voy ni hasta la esquina. No confío en vos.
-No es por mi ni es por vos. Es por él- dijo y le señaló la panza.
Gris se agarró la panza y se acurrucó. No iba a dejar que nada le pase. Era suyo, su hijo, su bebé.
-¿Vos de verdad lo querés tener?- indagó Adrián mientras se agachaba y se ponía a la altura de los ojos de ella.
-¿Qué decís? Claro que lo quiero tener. Es mío.
-Entonces perdoname-le contestó él y levantando la mano le tocó la frente.
Se desvaneció al instante. Escuchaba a lo lejos la voz de Adrián que hablaba con otro hombre. La movían. O eso sentía. Un pinchazo en el brazo. La panza le pesaba y sentía que le apretaba las costillas. No se podía mover pero tampoco lo intentaba porque sentía que el cuerpo le pesaba toneladas.
Giró en la cama y se tapó hasta los ojos. Se sentía exhausta. Hundió la cara en la almohada y volvió a dormirse al instante.
Cuando la levantó la alarma sintió que había descansado muy poco. Había tenido el sueño más extraño. Le dolía la espalda y la cintura. Se sentó en la cama y fue ahí que notó que la panza estaba mucho más crecida que la noche anterior. Le había pasado a los tres meses cuando de no tener nada de panza de embarazo de un día para el otro había saltado y era evidente. Pero no sabía que podía volver a pasar más adelante.
Bajó las escaleras sintiéndose hinchada y torpe. Pensó que en cualquier momento se iba a caer de frente por el peso del bebé. Le resultó un poco extraño que sea todo tan de golpe.
Entró a la cocina y su mamá la miró con la boca abierta.
-Gris, ¡qué panzota! Ay hija, no me quiero imaginar cuando llegues a los nueve meses. Vení, sentate.
-Siento que voy a explotar, no sé que pasó. Me levanté así.
La mamá se río y le sirvió un café. Se apuraron a salir para llegar a tiempo al obstetra.
Estaban en la sala de espera cuando Gris notó que se le habían hinchado los tobillos. Era como si de golpe le hubieran llegado todos los síntomas juntos.
El doctor las llamó y entraron. Antes de la consulta siempre le hacía una ecografía y después charlaban los resultados e inquietudes.
-¿Fecha de la última menstruación?
-23 de enero.
Ingresó los datos en la máquina y comenzó con la ecografía.
Se acercó a la pantalla como si quisiera observar algo detalladamente. Incluso se acomodó los lentes y entrecerró los ojos. Gris empezó a ponerse nerviosa. No decía nada. Siguió así unos minutos hasta que por fin habló:
-Acá hay algo que no concuerda. Si la fecha que usted me proporciona sería cierta, estaríamos hablando de un embarazo de 24-25 semanas. Pero por las mediciones y el desarrollo del feto es sin lugar a duda un embarazo de 37 semanas.
Gris y Ana se miraron perplejas. Como siempre, Ana tomó las riendas del asunto.
-No doctor, nosotros estuvimos haciendo los estudios religiosamente. En la última ecografía que fue hace un mes atrás la fecha era correcta. Embarazo de 20 semanas. Y todos los anteriores igual. Acá lo tengo.
Revolvió la cartera nerviosa y sacó la carpeta. El doctor la agarró sin decir palabra y se sentó a ojearla. Gris se incorporó de la camilla mientras se limpiaba el líquido pegajoso que le ponían en la panza para la eco.
-Obviamente hay algo que está mal.
- ¿Con el bebé?- preguntó Gris sintiendo que se le aflojaban las piernas.
-No, no, el bebé está bien. Desarrollo y signos vitales en orden. Solo que para una gestación de 37-38 semanas. 48 centímetros de largo y 2 kilos 800 gramos aproximado el peso.
-No puede ser-retrucó Ana.
-Señora, si quiere pida una segunda opinión. Pero el ecógrafo está funcionando bien y las mediciones son correctas. Tendrían que ir pensando ya el tema del parto porque puede nacer en cualquier momento si es que no lo hablaron todavía.
-Hace un mes atrás medía 16 centímetros. ¿Me está diciendo que creció 32 centímetros en treinta días?- casi gritó Ana poniéndose nerviosa.
El doctor las miró como si estuvieran locas, les dio los resultados de la ecografía firmados y sellados y las mandó a que busquen a otro médico.
Cuando salieron a la calle empezaron a andar hasta la parada de taxi y apenas se miraron entre ellas. Gris se sentía confundida y retazos del sueño de la noche anterior se le cruzaban por la mente. De pronto la asaltó una duda y se levantó la campera de hilo que tenía puesta para dejar descubierto su brazo. Tuvo que acercarse un poco pero pudo distinguir un ínfimo pinchazo en la parte anterior del antebrazo, igual al que queda cuando te sacan sangre. Pero no tenía idea de qué era porque hacía dos meses no le hacían ese tipo de estudios.
-Ahora cuando lleguemos a casa vamos a pedir turno con otro obstetra. Alguno más joven que este me parece que está medio chocho ya.
Y así despotricando fue todo el camino hasta que llegaron a la casa y se encerró en la oficina con la cartilla médica. Gris se quedó sola un poco aturdida por las protestas de su madre y por la situación en sí. Pensó cómo podía ser que todos los estudios de los últimos seis meses hayan sido erróneos. Se sentó a tomarse un yogurt y se tocó la panza. Era verdad que la sentía muchísimo más grande y el bebé se movía con una fuerza tremenda pero cómo era posible que hubiese crecido tanto de golpe. Hasta su cuerpo parecía rechazar el brusco aumento y le dolían todas las articulaciones. Todo fue después de soñar con Adrián, aunque esto no era algo nuevo porque lo soñaba bastante seguido. Pero esta vez había sido más real, tanto que temió que las alucinaciones estuvieran volviendo. Empezaba a agitarse, así que respiró profundo y trató de cambiar sus pensamientos. Se había prometido estar bien por el bebé y por ella misma. Revolver estos “misterios" era cosa del pasado y ahora se dedicaba a la vida terrenal y ordinaria. Bastante terapia y dinero en pastillas le había costado ganar esta normalidad. No la iba a echar a perder.
Su mamá apareció al rato diciendo que había pedido turno con tres doctores distintos. Gris no quería seguir escuchándola protestar porque la ponía más nerviosa así que se fue a su habitación y cayó en manos de sus amados libros. Empezó cuatro distintos pero ninguno lograba distraerla lo suficiente. Pensó cómo su subconsciente le jugaba una mala pasada haciéndole recordar sus teorías a la vez que le mostraba a Adrián frente a ella. Parecía tentarla a volver a los viejos hábitos. Todos sus miedos y angustias juntos en un solo instante de cerrar los ojos. Bostezó. Se sintió cansada. Parecía como si el bebé le consumiera toda su energía. Llegó a la cama y se acostó.
La despertaron unos golpes en la puerta. Su papá la llamaba del otro lado.
-¿Qué pasa?- preguntó Gris mientras se trataba de levantar, cada vez le era más difícil.
-Te están buscando dos representantes de la clínica a la que fueron hoy con tu mamá.
-¿Qué?
-Quieren ofrecerte hacer otro estudio más complejo para corroborar los datos de la ecografía de hoy. Sin costo.
-No, no, no quiero nada. Mamá ya pidió turno con otro médico. Además no sé quién les dio permiso para venir hasta casa. ¿Por qué no llamaron por teléfono antes?- contestó Gris algo sorprendida y molesta por el atrevimiento. Y agregó:-Aparte no me puedo ni mover.
Su papá se fue para transmitir sus palabras. Lo único que le faltaba era que la quisieran estudiar como a un ratón de laboratorio. Sabía que era extraño lo que estaba sucediendo pero ella iba a elegir con quién y cómo realizar los estudios.
Se volvió a tumbar en la cama y agarró el celular que tenía apoyado en la mesa de luz. Tenía ocho llamadas perdidas de un número desconocido y cuatro mensajes de texto.
El primero decía:
“Gris, soy yo. Atendeme por favor"
El segundo:
“Yo sé que quizá te molestaste por lo de anoche pero es por el bien de los dos. Necesitamos hablar.”
Y el tercero y cuarto repetían lo mismo:
“NO LE ABRAS LA PUERTA A NINGÚN EXTRAÑO. TE ESTÁN BUSCANDO. VOY EN CAMINO.”
Estaba casi segura que el de los mensajes era Adrián. O alguien jugándole una broma de mal gusto. …molesta por lo de anoche. ¿Qué había sucedido? ¿No había sido solo un sueño? En su momento lo vivió como si fuera solo eso, pero el extraño despertar y el crecimiento descomunal de su panza parecían indicar otra cosa. De pronto la posibilidad de que algo ocurriera de verdad se le plantó en la cabeza como una idea firme. En otro momento de su vida cuando aún estaba obsesionada con la vida de otros mundos y lo desconocido hubiera creído sin dudar que había tenido una experiencia real. Pero cuando ese mundo misterioso y su realidad comenzaron a mezclarse y le trajeron problemas tuvo que aprender por obra de fuerza mayor y una considerable cantidad de fármacos lo que era coherente al mundo y lo que escapaba de la normalidad aprovechándose de su mente hiperactiva. Y todo aquello que se escapara de la normalidad no existía, ni era tangible, ni iba a poder lastimarla.
Volvió a dejar el celular a un costado sin saber bien qué pensar. Las manos le temblaban ligeramente. Estaba asustada. Tenía miedo primero de estar sufriendo una recaída y segundo de no estar sufriendo nada y que las cosas de verdad estén poniéndose extrañas. No podía explicarse cómo de la noche a la mañana su bebé había crecido tanto. Era obvio que el mismo cuerpo estaba sorprendido por el incremento espontáneo. Le dolía todo y el bebé pataleaba molesto por la falta de espacio.
Al rato volvió su padre diciendo que tenía una llamada por el teléfono fijo del mismo laboratorio ofreciéndole turno para mañana mismo con el jefe de obstetricia en persona para realizar más estudios “sin cargo" y el traslado por cuenta de ellos. Gris le repitió que no quería nada y que respeten su decisión. Había algo en la insistencia que expresaban que no le gustaba en lo más mínimo.
Adrián… Su voz todavía le resonaba en la cabeza diciendo su nombre anoche. Qué distinto que suena el nombre propio cuando lo dice la persona que uno ama. O amó. O ama todavía quizás. Una parte de él estaba dentro suyo, creciendo día a día. No iba a poder borrarlo. Ni olvidarlo. Aunque así lo deseara. Adrián de las estrellas. Como ella pensó en los laberintos de sus desvaríos. Adrián de otro planeta. Ahora sonaba imposible pero sí que había sentido que se asomaba a otros universos en algún momento. Hasta había experimentado el vértigo en la panza que a uno se le cruza cuando se asoma a lo infinito. Pero hoy ya no parecía tan pintoresco. Y Adrián de las estrellas era solo Adrián el ausente. Y su locura un eco que se desvanecía cada día más en la nada, abrazando la monotonía terrenal y plana. Intentando normalizarse para recibir en sus brazos el milagro que le iba a inyectar esa gratitud de estar viva y hacerle ver que quizá al final sí vale la pena esto que llaman vivir, con todos sus matices.
Volvió a agarrar el celular pensando en llamar a Bea cuando vio seis llamadas perdidas más. Pura insistencia. Iba a marcar el número de su amiga cuando entró otra llamada más de ese mismo número. Sin considerarlo demasiado atendió.
-Gris, Gris. Soy yo- la voz inconfundible de él.
-Sí, lo sospechaba- le contestó seca Gris aunque por dentro el corazón bombeaba enloquecido.
-Mirá, no hay mucho tiempo. Te voy a pasar a buscar en veinte minutos más o menos. Mientras por favor no hables con ningún extraño y no salgas- Adrián sonaba agitada y tembloroso como nunca antes lo había escuchado.
-No entiendo qué pasa y qué querés conmigo…
-Ya va a haber tiempo para explicarte pero no ahora y no por acá. Agarrá algunas cosas y armate un bolso.
Griselda no contestó. Se quedó callada escuchando la respiración intranquila de él.
-Gris… Vos sabés que nunca, nunca te lastimaría. Vos me conocés. Bea también me conoce. Ustedes saben cómo soy. Por favor, vení conmigo. Por favor…-insistió Adrián y la voz se le quebró un poco al final.
Gris puso la mano sobre la panza y las palabras salieron solas de su boca sin antes haberlas analizado, ignorando la gran repercusión que algo tan chico y sencillo de pronunciar podría tener en su vida:
-Ok. Te espero.
Y colgó.
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El cielo es tuyo [COMPLETA]
Teen FictionNovela completa!!! Gris lleva una vida normal y ordinaria pero con la pérdida de su abuela se desencadenan una serie de eventos que la hacen dudar de la realidad que la rodea. Busca refugio en su mejor amiga Bea y su mejor ¿amigo? Adrián. Pero...