Capítulo 6

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-Me dijo Bea que se pelearon- le dijo Adrián mientras le pasaba el mate. Estaba bastante pálido y un poco demacrado. Tenía puesto un sweater gris aunque el día estaba bastante cálido, se notaba que había perdido peso a pesar que ya estaba bastante delgado.
-Sí. Finalmente la cansé.
-Estoy seguro que se van a arreglar.
-Obvio que si. Es como pelear con mi madre. Igual nos queremos al final del día.
Adrián le sonrió. Como siempre que lo hacía sus ojos casi desaparecieron, se volvieron dos líneas brillantes.
-Y vos contame, ¿cómo estas?-quiso saber Gris observándolo.
-Tengo que andar tranquilo unos días, pero bien.
-Si necesitás algo, ya sabés.
-Sí, ya sé.
Tomaron mates un rato más mientras charlaban de todo un poco. Le contó de Carlos muy por encima y vio como su cara se le transformaba con ese instinto protector que siempre le salía. De Marcos no le dijo nada, mejor dejar eso atrás.
-Estaba pensando en ir a la zona de la estancia, a mirar-comentó Gris como quien no quiere la cosa esperando ver la reacción de él.
-¿Para?-le contestó Adrián espantado.
-Nada en especial, ver el lugar… Pero sola no. Me da un poco de miedo.
-¿Y si te da miedo para qué andás metiéndote en esas cosas?
-Necesito saber. Necesito encontrar algo. Saber que no estoy loca. Saber que hay algo más.
Debe haber lucido bastante desesperada porque Adrián la miró resignado y le dijo:
-Yo te acompaño si querés. No es que sea de mucha seguridad, pero antes que andar sola…
Gris le saltó encima y lo abrazó. Él le acarició la espalda y Gris se sorprendió de ese gesto. Cuando se separaron evitaron el contacto visual unos minutos. Se moría de ganas de preguntarle por la supuesta novia que dijo Bea que tenía pero no se animaba todavía. Nunca hablaban de esas cosas.
Arreglaron para encontrarse otra vez a eso de las once de la noche. Él la iba a pasar a buscar en el auto de su madre. Cuando llegó la hora Gris lo estaba esperando abajo. Se sentó en el asiento del acompañante pero antes tuvo que correr un bolso grande que había en el lugar.
-¿Y esto?- quiso saber curiosa.
-Linternas, mate, snacks, una frazada por si refresca, agua… Hay que estar preparados, ¿no?- le contestó Adrián mientras arrancaba.
-Sí, sobre todo si nos secuestran los aliens.
Adrián sonrió resignado mientras tomaba la ruta y encendió la radio. Fueron escuchando música y Gris apoyaba su cabeza en el vidrio para mirar las estrellas.
No fue difícil encontrar el lugar. Todo el mundo la conocía porque se dejaba ver desde la ruta. Parecía que no había nadie. Las ventanas estaban cerradas y la única luz que brillaba era la lamparita de la entrada. O quizá dormían, ya era tarde. Se estacionaron un poco más adelante y salieron al campo.
-Es increíble como alejándonos unos kilómetros no más cambia todo. Que tranquilidad-comentó Gris mientras rodeaba el auto y miraba a su alrededor.
La ruta no era tan transitada y había pocas casas en la zona, bastante alejadas unas de las otras. Adrián se sentó en el capó y se puso a mirar para arriba.
-Hasta el cielo se ve distinto- agregó él.
Gris se sentó en el capó también y se quedaron un rato en silencio mirando para arriba.
-¿Qué es lo que buscamos?- quiso saber Adrián mientras se recostaba sobre el auto.
-No sé, algo, cualquier cosa que no sea normal, a estas alturas acepto todo
-¿Y de verdad pensás que vas a encontrar algo mirando al cielo?-quiso saber Adrián tratando de no sonar muy duro.
-Es que ya no sé.
-No pensaste que quizá la humanidad no está preparada para eso... Imaginate que pasaría si ahora se estaciona una nave espacial en el medio de la ciudad.
-Probablemente se armaría la tercera guerra mundial. Así somos.
-Ya va a llegar el día. Pero no creo que ahora sea el momento.
-Pero hay gente que los vio, que tuvo contacto, que viajó con ellos… ¿Por qué no se estudia el tema con seriedad? Hablo con seriedad y que no sea absoluto secreto. Tendría que ser una ciencia aparte como biología del espacio o algo así. No puedo creer cómo hay gente que duda todavía y toman al que piense distinto como si estuviera desvariando. ¿De verdad que la vida es esto no más? ¿Que todo termina donde llegan nuestros ojos? ¿Qué lo único que les importa es quién tiene más plata, el mejor auto, el arma más poderosa? ¿Qué hay de evolucionar como individuos, como especie?
-Eso lleva miles de años. Y es un proceso colectivo. No se puede nadar contra la corriente.
-Sino terminás como yo. Loca.
-"Los locos heredarán la tierra"-rio Adrián y volvió a mirar el cielo.- Algún día vamos a viajar al espacio juntos. Yo te invito.
-Es una cita-contestó Gris sonriendo y miró hacia arriba otra vez.
Se quedaron nuevamente en silencio. Sin darse cuenta terminaron agarrados de la mano.
-Adrián…-dijo Gris cortando la quietud.
-¿Sí?
-Tengo miedo.
-¿De qué?
-De no poder sacarme estas ideas de la cabeza. No puedo concentrarme en nada más aunque lo intente. Te juro que no sé si es normal. Duermo mal, en la facultad ando con la cabeza en cualquier lado, casi no salgo por precaución, siento que alguien me observa todo el tiempo…
-Si sentís que algo anda mal podés buscar ayuda. Yo hace años que hago terapia, no tiene nada de malo.
-Pero qué voy a decir…
-Que necesitás hablar con alguien que te ayude a acomodar tus ideas y a volver a sentirte bien. Eso.
Gris no contestó pero se quedó repensando las palabras de Adrián. Lo hacía sonar fácil. Pero todavía luchaba con aceptar que era su propia cabeza la que le estaba jugando una mala pasada y eran sus propios pensamientos los que la encerraban. Tenía que aceptar que sola no iba a poder domarlos. Y que si seguía pasando el tiempo quizá le terminen ganando por no saber pedir ayuda en el momento indicado. Esta obsesión tenía que terminar.
Se quedaron agarrados de la mano, sin mediar palabra y mirando las estrellas un buen rato. Cuando empezó a caer el rocío de la madrugada se metieron de vuelta en el auto y emprendieron el regreso.
-No pasó nada espectacular como vos querías, pero estuvo lindo-dijo Adrián intentando animarla.
-Si pasó algo, me di cuenta que no puedo seguir obsesionándome con este tema. No gano nada. Al contrario. Ya se me fue la mano con este hobby- dijo Gris con el ceño fruncido y la mirada perdida en el negro paisaje.
Adrián suspiró aliviado. Gris notó el gesto pero no hizo ningún comentario. Estaba realmente decidida a retomar la rienda de sus días una vez más. Dejar de perseguir el conejo blanco que la estaba metiendo en un laberinto infinito y buscar otras cosas que llenen ese vacío existencial que sentía y se había profundizado enormemente desde que perdió a su abuela.
Cuando estaban por llegar a su casa, Gris observó a Adrián durante unos instantes mientras él conducía con la vista fija en el camino. Pensó desde cuándo estaba sintiendo todo esto, casi sin querer queriendo pero volviéndose difícil de negar a éstas alturas. Quiso saber si le pasaba algo a él también o si estaba enamorado de otra persona. En ese momento Adrián se dio cuenta que ella lo miraba y sus ojos coincidieron. Le sonrió, como siempre hacía. Con sus ojos chinos y sus arruguitas alrededor de ellos. Era un ser humano realmente dulce, que parecía no tener maldad en él. Se preguntó por qué no había notado estas cosas antes en vez de andar perdiendo tiempo con otras personas.
-Llegamos-dijo él mientras estacionaba frente a la casa de Gris.
-Gracias por ser el copiloto de mis caprichos.
-Cuando gustes-y otra vez esa sonrisa.
Le hubiera gustado besarlo. Quizá él lo notó, porque de golpe se quedó serio y bajó la mirada. Era obvio que se sentía incómodo. Gris le dijo “Chau" rápido, se bajó volando del auto y entró a su casa sin mirar atrás, le pareció oírlo llamándola pero no volvió para asegurarse.
El corazón le latía a mil y la vergüenza la asfixiaba. Era su amigo y lo había puesto en una situación difícil. Aunque si lo pensaba bien solo lo había mirado, nada más. Pero quizá se le notó la intención. Tranquilamente podía decirle que había sido un malentendido de parte de él, pero mentir no se le daba muy bien que digamos. Pensó en Bea y se acordó que estaban peleadas, mañana la iba a ir a buscar, ella era la mejor dando consejos, aunque no era la mejor siguiendo los propios.
Cuando entró a su habitación, vio que arriba de la cama había un pequeño cuaderno de tapa dura con una nota encima.
Gris, encontré el cuaderno donde transcribía las historias que me contabas sobre tu amigo imaginario. Espero que te entretengas un rato. Te quiere, mamá.
Que raro su madre anotando “te quiere, mamá”, pero sonaba lindo y agarró el papel y se lo guardó en el cajón de su mesita de luz.
El cuaderno tenía las hojas amarillas del tiempo que estuvo guardado. La caligrafía prolija y pareja de su mamá llenaba los renglones. Como siempre que llegaba algo nuevo a sus manos, tuvo que empezar a leerlo al instante. Eso la hizo olvidar momentáneamente el trago amargo con Adrián.

Historias de Griselda a los 3 años y medio  de edad

Hoja 1
Nai es mi amigo. Tiene mi edad. Es blanco blanco  y sus ojos son distintos a los míos. Vive cerca pero también vive lejos. Su mamá no lo deja salir a jugar porque a veces se enferma pero va a venir a jugar conmigo, total ella no sabe. Es un secreto. Tiene un pedacito de estrella dentro suyo, pero solo un pedacito. Eso lo hace especial, pero él no quiere ser especial. Solo quiere salir a jugar.

Hoja 2
Le mostré mis muñecas y le gustaron. Jugamos toda la noche con ellas. Me preguntó si no me daba miedo que él sea distinto y le dije que no. Él me dijo que eso era porque yo era buena, pero no todas las personas lo son. Por eso vamos a ser mejores amigos.

Hoja 3
A Nai le gustan las estrellas y la luna. Sabe el nombre de muchas. Yo no sabía que las estrellas tenían nombre. Y me dijo también que hay estrellas que son chicas como nosotros y otras que son viejitas como los abuelitos. Sabe mucho él y me va a enseñar. Un día también me va a enseñar cómo hace para volar y entrar por la ventana. Pero más adelante. Porque me puedo caer y no quiere.



Hoja 4

Hoy me  guardé unas galletitas de las que hizo la abuela y se las di cuando vino. Estaba feliz. Su mamá nunca le deja comer esas cosas porque le hacen mal dice ella. Pero parece que es mentira. Lo cuidan mucho a él pero eso a veces lo hace poner triste. Yo le voy a compartir mis cosas así  sonríe otra vez. 

Y así seguía muchas hojas más. Realmente no recordaba nada de eso. Quizá se sentía sola y por eso su imaginación acudió a su rescate. Sus padres siempre trabajaron mucho y el hermanito que tanto pidió nunca llegó.
Nai, sonaba tierno. Y se sorprendió de la enorme imaginación que tenía con solo tres años. Imaginación que aún hoy en día conservaba y la ayudaba a superar el tedio del día a día. Aunque en estos momentos le estuviera jugando una mala pasada.
Se acostó porque era  tardísimo y trató de no pensar demasiado en Adrián mientras llegaba el sueño. Nai, ya había escuchado esa palabra en otra ocasión, pero no podía recordar cuándo. Se puso a hacer  memoria  pero se durmió antes de recordarlo.
Al día siguiente después de cursar se fue directo a la casa de Bea. Estaba cansada porque había dormido pocas horas pero necesitaba ver a su amiga si o sí.
Tocó timbre y por el portero la atendió Carmen, la mamá de Bea.
-Decile que no estoy-se escuchó de fondo la voz de ésta.
Gris sintió un nudo en la panza y empezó a caminar hacia la esquina cuando escuchó a sus espaldas:
-¿Sos tonta? ¿A dónde vas? – Bea la esperaba con la puerta abierta muerta de risa.
-Mala.
-Cierto que vos sos bien sensible y no te aguantás una broma-le contestó Bea poniendo los ojos en blanco y la abrazó cuando llegó delante de ella.
-Perdoname, sé que traté mal el otro día…
-Ya está. Yo también te contesté mal. Es que a veces no se cómo explicarte lo que siento. Y te veo que no estás bien y me dan ganad de sacudirte y decirte que espabiles. Pero no es la manera, ¿no?
-A veces sí necesitaría eso. Pero ya está. Ya me comprometí a dejar de molestar con esos temas. Me estaba haciendo mal.
Se sentaron en la terraza a tomar mates y Bea dijo:
-Pará que lo llamo a Adri así viene.
-NOO, no lo llames, que de eso te quería hablar-le dijo Gris nerviosa.
Bea dejó el mate y se quedó muda como pocas veces le pasaba, seria, expectante, con el odio preparado para escuchar lo que ya suponía hace tiempo.
-No sé que me pasa con Adrián- murmuró Gris avergonzada de estar materializando sus dudas.
-Lo sabía, lo sabía. Te lo dije hace mucho. Se te notaba en la cara. Y a él también.  Andan como dos bobos embobados mirándose y…
-No, a él no le pasa lo mismo.
-¿Y cómo sabés? ¿Le dijiste algo?- Bea estaba sentada en el borde de la silla ansiosa sin poder creer el caudal de información que le estaba llegando.
-Anoche fuimos un rato a dar una vuelta y cuando me dejó en casa me moría de ganas de darle un beso y se ve que se dio cuenta porque corrió la cara, ni me miró.
-Será por otra cosa porque estoy segura que él está loco por vos. Desde siempre. ¿No te das cuenta con la cara con la que te mira? ¿Sos ciega?
-¿Y por qué me corrió la cara? ¿Y no fuiste vos la que dijo que tenía novia?
-Ah, eso. En realidad no sé. Lo dijo una vez su mamá pero él dijo que era mentira. Y te lo dije para ver tu reacción porque hace mucho me di cuenta que algo te pasa. 
-Sos bruja.
-Sabés que tengo un sexto sentido. Mirá, dejámelo a mí que te averiguo a ver qué pasa.
-No digas nada por favor, esperemos un poco.
-No seas aburrida…
-Por favor Bea.
-Ok-contestó su amiga resignada y siguieron tomando mates mirando desde arriba a las personas que pasaban por la calle.
-Qué raro ese señor…-comentó Gris señalando con la cabeza a un hombre vestido con una chaqueta marrón y sombrero que hacía un rato largo estaba parado en la esquina como esperando el colectivo, pero no había tomado ninguno de los que habían pasado por delante suyo.
-¿Qué?- le contestó Bea distraída mientras mandaba un mensaje de texto.
-Nada.
Cuando empezó a atardecer, Gris decidió volver a su casa, pero antes miró atentamente y no vio señales del hombre de marrón.
-La pasamos bien. Fue una tarde como las de antes-le dijo Bea mientras la acompañaba abajo y la abrazó.
Gris le dijo que sí distraída y empezó a caminar en dirección a su casa pero un poco temerosa. Aunque se había prometido no dejar que los pensamientos la abrumen, no podía manejar esa sensación de que alguien la estaba acechando.
Caminó a toda velocidad las tres cuadras que la separaban y parecía estar todo en orden, cuando al doblar la esquina se topó de frente con el extraño señor de antes. Pensó en correr o gritar pero inexplicablemente se quedó paralizada en el lugar.
Tenía la solapa de la chaqueta subida y el sombrero bajo. No dejaba ver bien sus rasgos. Pero desprendía un olor a viejo y a humedad bastante desagradable. Le hablo rápido y con una voz profunda:
-No sabés dónde te estás metiendo. Te conviene dar un paso atrás antes de averiguarlo.
Gris sintió que la movilidad le regresaba y dio un paso para el costado, pero el hombre la agarró de la muñeca con fuerza y le dijo acercándose aun más a ella:
-Es por tu bien.
La soltó y despareció doblando la esquina.
Gris se quedó petrificada por el susto durante unos segundos hasta que reaccionó y corrió hasta la puerta de su casa y se metió lo más rápido que pudo.
Fue directo al baño y se metió bajo la ducha, sentía como ese olor rancio se le había pegado en la piel. En el brazo tenía una marca roja dónde el hombre la había  agarrado. Se la refregó con la esponja pero solo se lastimó más. Pensó qué iba a hacer, si ir a la policía, contarle a sus padres, llamarla a Bea. No se podía decidir, tenía la cabeza a mil pensamientos por minutos. Se quedó sentada en el piso del baño llorando un rato. Justo cuando  estaba decidida a enterrar todos esos pensamientos obsesivos del último tiempo y volver a su vida normal, volvía a toparse con sus miedos de frente y todos sus temores se volvían reales. ¿Sería esta la persona que la estuvo siguiendo todo ese tiempo? ¿Realmente había descubierto algo tan importante como para que la acechen?
Subió directo a su habitación sin ver a sus padres ni nada. Se metió en la cama y se tapó hasta la cabeza como cuando de chica tenía alguna pesadilla y sentía que así estaba protegida. Ojalá esto fuera solo una pesadilla y al destaparse ya se hubiera olvidado de todo. En algún momento se debió haber quedado entre dormida. Se despertó con el ruido de la puerta de su habitación abriéndose y escuchó los pasos de alguien acercándose. Pensó que quizá era su mamá o su papá que venían a ver qué había pasado que no había bajado a cenar. Sentía que había alguien al lado de la cama mirándola, se oía la respiración. Se quedó esperando escuchar una voz familiar pero solo había silencio, quizá no querían interrumpir su sueño. Se destapó para avisar que estaba despierta pero cuando lo hizo vio que no había nadie y la puerta estaba cerrada. Un escalofrío recorrió su espalda y temblando levemente pensó que iba a ser una larga noche.

El cielo es tuyo  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora