Capítulo 7

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Su mamá la observaba preocupada mientras Gris permanecía inmóvil con la mirada fija sobre la taza de café y no decía palabra. Apenas la vio bajar ese día supo que algo no andaba bien. Estaba más pálida que de costumbre y parecía algo desorientada.
-¿Tenés fiebre?- le preguntó mientras le apoyaba la mano sobre la frente.- ¡Estás helada Gris! ¿Te sentís bien?
-Si, es que no dormí bien anoche- se excusó ella y le dio un sorbo al café.
-Si no te sentís bien no vayas a cursar, descansá un poco.
-No me pasa nada, de verdad.
Se terminó el café, buscó su mochila y salió sin hacer caso a la preocupación de su madre. Había hecho unas cinco cuadras cuando notó que estaba yendo en la dirección contraria. Realmente había sido una mala noche. Se había despertado unas diez veces acosada por esas pesadilla vívidas que seguía viendo aun con los ojos abiertos. Su cuarto se llenó de sombras, pasos, susurros, rostros que se asomaban por la ventana. Todo culpa del maldito señor que la había agarrado en la calle. Miró su muñeca y vio la marca de los dedos aun grabada en su piel.
Tardó mucho más que de costumbre en llegar a la facultad. Las clases ya habían arrancado. Cuando entró al salón todos sus compañeros se dieron vuelta para mirarla y Gris se preguntó que le veían. No pudo concentrarse ni un segundo. Las palabras del profesor resonaban en su cabeza pero no le significaban nada. Hizo unas anotaciones sin sentido que parecían más garabatos que otra cosa y cuando llegó el recreo, decidió tomar sus cosas y volver a la casa. Realmente había sido una mala idea salir.
Se dirigió a la parada del colectivo y cuando iba a cruzar la calle vio al señor de la chaqueta marrón apoyado contra la pared. Fue solo un segundo porque parpadeó y ya no estaba ahí. Necesitaba dormir con urgencia, pero dormir profundo, no ese intento de sueño que había estado haciendo desde hacía días sin demasiado éxito.
Se tomó el colectivo y habían pasado unos cinco minuto cuando al mirar por la ventanilla no supo dónde estaba. Tardó unos momentos en darse cuenta que se había pasado de su parada. Lo que era imposible porque en un buen día tardaba mínimo 45 minutos en llegar a su casa. Se apresuró a bajar y mientras lo hacía pensó que quizá se había quedado dormida sin notarlo, no sería extraño con lo exhausta que estaba. Eran solo diez cuadras hasta su casa y decidió caminarlas, iba a ser la opción más rápida. Empezó a andar con paso ligero, ya había hecho unas cuatro cuadras cuando llegó a la esquina y levantó la vista antes de cruzar. Y ahí lo vio. Adrián estaba unos cincuenta metros más adelante agarrado del brazo con una chica a la que Gris no había visto nunca. Cruzó casi sin mirar y se acercó a ellos sin haber pensado de antemano qué iba a decir.
-¡Gris!- se sorprendió él cuando la vio.
-Hola-contestó ella como un robot con la mente completamente en blanco.
La chica que iba de su brazo la miró de arriba abajo sin disimulo y luego le dijo:
-Hola, soy Yeny, ya que nadie nos presenta- y se río sola.
Gris a su vez la miró también. No era linda para nada, o al menos eso le pareció. Tenía los ojos un poco separados y la nariz bastante grande, pero no solo era eso, era la expresión en su rostro la que la afeaba a la vista.
-¿Estás bien?-quiso saber Adrián preocupado y dio un paso hacia ella haciendo que Yeny se suelte de su brazo.
-Si, es que dormí horriblemente mal anoche. Me fui a cursar pero no fue buena idea. Me voy a ver si descanso algo.
-¿Querés que te acompañemos hasta tu casa? Estás media pálida- se ofreció él ante la mirada intensa de su acompañante.
-No, de verdad, gracias. Me voy derecho a dormir. No los interrumpo más. Un gusto- dijo intentando sonreír y se dio vuelta para seguir camino.
Había dado unos pasos cuando escuchó que la chica le decía:
-Va a estar bien, acordarte que tenemos reserva a la una, no podemos atrasarnos Nai.
Si algo necesitaba para terminar de sentir que le había pasado un tren por encima era verlo a Adrián con la ¿novia? ¿Sería ella? ¿Por qué nunca la había visto ni siquiera le había hablado de ella?
Llegó a su casa con las últimas fuerzas que le quedaban, subió las escaleras y se desplomó sobre la cama casi desmayada.
Cuando abrió los ojos se sorprendió que aún fuera de día. Sentía que había dormido horas y horas. Estaba increíblemente hambrienta, así que bajó a la cocina.
Cundo entró su padre estaba lavando los platos, apenas la vio dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella.
-La bella durmiente por fin bajó a dar la cara.
-Estaba muerta de sueño. Cómo necesitaba este descanso-contestó Gris estirando los  brazos que todavía tenía entumecidos.
-Se nota. Dormiste casi dos días seguidos, eso es un nuevo récord personal. Bueno, al menos ni te escuché quizá estuviste encerrada leyendo o algo…
-¿Cómo dos días? ¿Qué día es hoy?-preguntó sorprendida Gris.
-Hoy es miércoles, desde el lunes que volví del trabajo te vi durmiendo cada vez que pasé por la pieza. Tu mamá me dijo que no te moleste que te había visto que te estabas por enfermar.
Gris se quedó en silencio mientras su papá le servía té y tostadas tratando de procesar las palabras. Nunca en su vida había pasado más de doce horas acostada y eso solo en contadas ocasiones. Siete horas era su punto justo, quizá un poco más. Pero no mucho porque sino se levantaba con un dolor de cabeza intermitente que le duraba todo el día. No tenía recuerdos de haberse levantado para ir al baño o a comer algo desde el lunes. Solo había cerrado los ojos y ya era miércoles. Estaba aturdida pero trató de disimular para no preocuparlo.
Cuando terminó de desayunar subió a su habitación y al agarrar el celular vio que tenía 17 llamadas perdidas de Bea y 4 de Adrián. Les mandó un mensaje rápido diciendo que estaba todo bien. La imagen de Adrián y esa chica agarrada de su brazo le vino de golpe y sintió un poco de bronca. Sacudió la cabeza para sacarse ese sentimiento de encima  y se sentó en la cama a pensar qué iba a hacer.  Había perdido dos días de cursado, se sentía mejor aunque un poco confundida, tenía que preparar un trabajo práctico para el viernes, recuperar las materias y adelantar lectura para la semana que viene. Si se organizaba bien iba a poder con todo. Decidió ir hasta la facultad a buscar los apuntes de los últimos días para ponerse al día.  Se cambió con lo primero que agarró del ropero y se estaba atando las zapatillas cuando escuchó:
-Gris.
Levantó la vista esperando ver a su padre parado en la puerta de la habitación pero no había nadie. Volvió a dirigir la mirada a sus cordones y otra vez:
-Gris.
Se ató rápidamente y bajó a ver de dónde era que la llamaba su papá. Lo encontró en el patiecito regando las plantas.
-¿Qué pasó?- le preguntó Gris mientras se acercaba.
-¿Por?-contestó él mientras se volteaba a mirarla.
-¿No me estabas llamando?
-No, yo ni hablé.
-Ah, habré escuchado mal. Me voy hasta la facu un rato, vengo para cenar-trató de sonar despreocupada aunque estaba segura de haber oído algo.
-Acordate que hoy nos vamos a cenar con Carmen y Jorge, ¿querés venir?
-No. Pido una pizza y los llamo a los chicos para que vengan que hace unos días no los veo.
Y salió.
Había hecho una cuadra hasta la parada del colectivo cuando:
-Gris.
Fuerte, claro, como si alguien parado atrás suyo le estuviera hablando. Giró rápido pero de las personas que iban caminando por la vereda todas siguieron su curso normal. Miró a su alrededor y retomó el camino.
-Gris.
-¿QUÉ? ¿ QUÉ? ¿QUÉ PASA?- gritó tapándose los oídos.
Una señora que pasaba a su lado se la quedó mirando y le dijo:
-Nena, ¿estás bien?
-Si, disculpe señora, no pasa nada.
E intentó sonreír, como siempre hacía, aunque estaba segura que no había sido muy convincente.
Siguió camino y trató de recapitular los últimos días. Pensó que la falta de sueño la había hecho sentirse rara y ver cosas extrañas, pero ahora estaba descansada y se sentía peor que antes, como enajenada de la realidad.
Tomó el colectivo y se puso a mirar hacia afuera como solía hacer. Notó que algunas personas por la calle parecían voltearla para mirarla fijo mientras pasaba, pero pensó que seguro estaba exagerando las cosas.
Antes de llegar le mandó mensaje a Bea para juntarse a comer pero ella le dijo que tenia que irse a cuidar a sus sobrinos. Lo dudó durante unos minutos pero luego le escribió a Adrián y él contesto casi al instante con un: Ok. Rogó para que aparezca sin la novia.
Se bajó frente al edificio de la facultad y se dirigió derecho a la biblioteca. En el camino uno de los estudiantes se quedó embobado siguiéndola con los ojos sin disimulo. Gris pasó por delante suyo, siguió unos metros y al volearse vio que todavía la observaba. Pensó que demonios le pasaba a la gente hoy o si tendría algo raro en la cara y no se dio cuenta antes de salir. Miró su reflejo en una de las ventanas del pasillo y todo parecía normal, estaba un poco demacrada pero nada que no se haya visto antes en la vida universitaria. Intentó no dar demasiadas vueltas al asunto y continuó en búsqueda de los apuntes.
Sacó fotocopias, se sentó a leer algunas páginas y a tomar notas.
-Gris.
Alguien le estaba jugando una broma. Era seguro. Miró a su alrededor como un halcón pero de las pocas personas que había ahí todas parecían enfrascada en lo suyo.
Tomó sus cosas y salió con rapidez. Se estaba volviendo loca o algo por el estilo. Posiblemente tantos meses dedicados a meterse en esos temas finalmente le habían hecho perder un poco la cabeza. O quizá solo estaba cansada. O estresada. O extrañaba a su abuela. O la estaban contactando de otro lados.
Estaba atardeciendo cuando por fin llegó el colectivo para volver a su casa. Las sombras de esa hora le parecieron más oscuras y largas que de costumbre. Trató de no mirar mucho a su alrededor para no seguir sugestionándose pero podía sentir como la gente que pasaba a su lado se quedaba parada observándola unos instantes antes de seguir su camino. Oía sus respiraciones. Cuando llegó a su casa ya estaba la luna en lo alto, antes de entrar miró el cielo y le pareció que las estrellas se movían de manera extraña esa noche.
Sus padres ya habían salido y le habían dejado sobre la mesa de la cocina el número de la rotisería. Le avisó a Adrián que estaba en casa y se fue a dar una ducha para despabilarse un poco. Tenía que recordar que todo estaba en su cabeza. Respirar profundo y dominar su imaginación. No era real.
-Gris.
Apenas había terminado de cambiarse llegó Adrián. Venía solo. Cuando la vio estiró los brazos como para abrazarla y aunque Gris dudó, se acercó y se dejó rodear. Que bien se sentía. Parecía que las voces se callaban al verlo a él.
-¿Cómo estás? Me dejaste preocupado el otro día- le dijo mientras subían a la pieza y se acomodaban en el sillón.
-Mejor- mintió Griselda.- Pude dormir un poco.
Adrián se la quedó mirando sabiendo que le mentía pero decidió no decir nada. Pidieron una pizza con jamón y morrón y buscaron una película en la tele mientras esperaban. Cuando no pudo aguantar más , Gris le dijo intentado sonar casual:
-Que agradable me pareció tu novia. Que raro que no la presentaste antes.
Adrián se puso rojo y comenzó a mover las manos nervioso.
-No es mi novia, es una amiga de toda la vida.
-¿De verdad? ¿Y por qué no la conocíamos?- ya el tono despreocupado se había vuelto inquisitorio.
-Vive lejos, nos vemos poco. Mi mamá sí que sueña con que sea su nuera. Pero la verdad es que no es mi tipo.
Y la miró a Gris. Le pareció que los ojos le brillaron. Se preguntó si le estaría insinuando algo o si se lo estaba imaginando como a las sombras.
-¿Y cuál es tu tipo?-peguntó Gris abandonando todo disimulo.
Silencio. Miradas. Silencio.
-Así, una chica dulce, como vos…
Era real entonces. Se quedaron inmóviles observándose sin saber cuál iba a ser el próximo movimiento.  Gris se moría por besarlo pero le quedaba el recuerdo de esa vez en el auto cuando la rechazó. Y él parecía no reaccionar. Hasta que suavemente se acercó a ella y le puso una mano en el rostro y la acarició con suavidad.
-Sos tan hermosa. No te hacés una idea lo hermosa que sos.
Se inclinó hacia adelante y la besó en el cachete. Cuando se alejó Gris vio que tenía lágrimas en los ojos.
-¿Qué pasa?-quiso saber ella.
-No se puede…
-¿Cómo que no se puede?
-No deberíamos.
-¿Por qué somos amigos?
-Porque somos diferentes.
Eran el día y la noche.  Pero siempre dijeron que los opuestos se atraen, aunque Gris no comprendía en ese momento a qué diferencias se refería. Pero no le importaba lo que fuese, lo quería a él. Después de mucho pensarlo, era lo que deseaba. Una persona así, un Adrián para ella.
Fue Gris ahora la que se inclinó hacia él y lo besó en los labios, apenas rozándolos pero él la tomó de la cintura y se hundió en ella. Se sintió bien, como si siempre hubiera tenido que ser así. Se desvistieron al unísono enredando ropa, manos, zapatillas. Se tiraron sobre el sillón y se fundieron en un abrazo que pareció infinito. Fue uno de esos momentos cuando el placer va más allá de lo material y las almas se saludan y se encuentran después de haber andado perdidas por el universo.
-Gris.
Ella abrió los ojos pero esta vez era Adrián el que susurraba en su oído mientras la apretaba contra sí. En esos instantes no había oscuridad que la asuste.
Se quedaron abrazados sin hablar un rato hasta que llegó la pizza y Adrián bajó a buscarla. Cuando volvió a entrar en la habitación le sonrió y Gris sintió que estaba viendo a otra persona, había visto un atisbo de su interior y eso lo cambiaba. Era un alma dulce, eso lo volvía a asegurar.
-¿Me vas a contar qué te está pasando?- le preguntó él mientras le pasaba una porción de pizza.
-No quiero hablar de eso, estoy pasando un buen momento, dejémoslo así- protestó ella y frunció el ceño.
-Bueno, pero después me vas a decir.
Vieron toda la película y se prepararon unos mates. Ya eran pasada las tres cuando Adrián le dijo que mejor volvía a su casa.
-Ahora no me vas a hablar más- bromeó ella mientras lo acompañaba a la puerta.
-Ahora te voy a cansar de tanto hablarte-sonrió él y la abrazó mientras la besaba sin apuro.
Lo vio alejarse y se sintió tan en paz como hacía meses no se sentía. Si esto no era una señal de que él era para ella no sabía que otra cosa podía serlo. Que una persona logre acallar todos tus demonios es algo mágico. Miró hacia el cielo una vez más antes de entrar. Las estrellas brillaban inmóviles.
Cuando entró fue a buscar un vaso de agua a la cocina y vio a su mamá sentada a la mesa con la luz apagada, solo se dejaba entrever su contorno. No los había escuchado volver de la cena y le resultó extraño que esté ahí en la oscuridad. Estaba por decir algo cuando escuchó la puerta de la entrada.
-Gris, volvimos-anunció su papá cuando la vio parada en la cocina y se acercó a prender la luz.
-¿Qué hacías en las penumbras?-preguntó su mamá mientras se acercaba a ellos.
-Estaba por irme a dormir- contestó mirando a su alrededor.
-¿Qué buscás?-quiso saber su papá curioso.
-Nada. Me pareció… Nada. Buenas noches. Que descansen.
Fue hasta las escaleras y antes de subir volvió a observar a su alrededor. Todo parecía tranquilo con la luz prendida.
En su habitación aún flotaba el olor a Adrián. Sintió cosquillas en la panza, sensación que había olvidado que se podía sentir. Había sido una buena noche, al menos iba a tener algo en lo que pensar que la alejara de las pesadillas. Ojalá todavía estuviera con ella.
Se tiró en la cama. Pensó en la cara de Bea cuando le cuente y se río. Sin querer pensó en Yeny, la familiaridad con la que lo trataba. El tono que usó como si ella fuera un estorbo: “No podemos atrasarnos Nai". Hasta apodo tenía para él.
Algo le hizo click. Ya había escuchado esa palabra en otro lado. Se levantó y buscó el cuaderno que le había dado su madre con las anotaciones sobre su amigo imaginario. Sí, se llamaba así. Qué extraña casualidad. Pero también la había escuchado en otro lado pero no podía recordar en dónde. No es que fuera una palabra común, pero había tenido tantas cosas en la cabeza últimamente que le costaba rescatar los recuerdos.
Nai.
Nai.
Nai.
Su abuela se inclinó sobre ella y la despertó tomándola del hombro.
-Nai. Me dijo nai y desapareció. Qué raro…-le dijo mientras Gris abría los ojos aturdida . Y le sonrió, con esa sonrisa llena de orgullo que reservaba solo para ella. Se paró lentamente y salió por la puerta de la habitación.
Gris se dio cuenta que estaba tumbada en el suelo. De un salto se incorporó y corrió hasta el pasillo dónde había salido la abuela. Obviamente no había nadie. Quizá había sido otro de esos sueños que aún ve con los ojos abiertos, pero había sentido la calidez de la mano apoyándose sobre su hombro, el aliento a chicle de menta mientras le hablaba y el sonido de sus pasos alejándose. Esa frase había sido un retazo de la última conversación juntas. De ahí era dónde recordaba la palabra. Ya era demasiado extraño. Todo era demasiado extraño. Su capacidad para fingir que todo estaba bien se iba agotando. No pudo evitar que se le caigan las lágrimas. Y se dejó llevar por el llanto. No se tapó la boca ni se secó la cara. Se dejó llorar tranquila todos los miedos que tenía dentro, las dudas, la ansiedad.
Estaba en eso cuando su madre se acercó a verla. Tenía puesto el camisón, quizá la había despertado.
-Gris, ¿qué pasa?- preguntó y se sentó junto a ella en el piso.
-No estoy bien.
Y su madre la abrazó. Y ella se permitió sentir. Se desplomó.
-Sabés que nosotros siempre te vamos a ayudar en todo, decime qué pasa-le decía ella mientras le acariciaba el pelo.
-Ese es el problema. Es que no sé que me pasa. Pero necesito ayuda. Así no quiero seguir.

El cielo es tuyo  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora