Lluviosa Tregua

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A la mañana siguiente, el cielo nublado seguía mostrándose implacable sobre Konoha, pero ni una gota había caído. Aun presuponiendo que estaba lo suficientemente molesta como para no esperarlo, Shikamaru tomó su paraguas antes de salir de su casa y se puso en marcha para recoger a Temari en su hotel. Subió las escaleras y golpeó la puerta de su cuarto.

—¿Quién es? —indagó la rubia con un tono de voz aletargado.

Se quedó dormida —comprendió de inmediato el manipulador de sombras.

—Shikamaru —se nombró a sí mismo y entonces agregó—. Ya casi son las ocho de la mañana.

—¡Mierda! —gritó la Sabaku No, saltando de su cama para vestirse a toda velocidad. Tomó los informes que había en su habitación y salió apresuradamente para encontrarse con él, sorprendida de que la hubiese esperado.

—Pensé que te habías adelantado —exclamó secamente ella, ignorando al Shikamaru para bajar por las escaleras seguida de cerca por éste. Si bien disimulaba bastante bien que el gesto del Nara no le importaba, esas pequeñas miradas de reojo que le daba la delataban.

—Deberías traer un paraguas —sugirió él haciendo caso omiso al comentario anterior. No importaba cuanto intentara repelerlo, Shikamaru no se dejaría influenciar por los comentarios cizañeros de la rubia.

—No va a llover —negó ella sin intensiones ni tiempo de volver por el objeto.

—Lloverá —contradijo con calma el shinobi y solo logró enfadarla más. Aun así, no le daría el gusto, no dejaría que él viera que aún era capaz de provocarla.

—Entonces me mojaré —gruñó clavando la vista en el frente para dar por terminada la conversación, pero lejos de cumplirse estaba su objetivo.

—Estuviste resfriada hace poco —le recordó observando las nubes de tormenta y luego opinó—, no creo que quieras volver a enfermarte.

—Eso no te incumbe, ya no es tu problema —rugió de manera determinante y el genio de la Hoja no tuvo más remedio que acallar sus palabras.

Una vez que llegaron al palacio del Hokage, se encaminaron directamente a la oficina de siempre. Con las semifinales definidas, ya no se requería tanto personal como antes, motivo por el cual no había nadie más que ellos trabajando esa mañana. Esto produjo un silencio aún más cortante entre ellos.

Como a las diez de la mañana Shikamaru decidió actuar, y mansamente habló— Si te pregunto dónde están los expedientes que me corresponden, ¿me responderías sin gruñirme? —indagó con una perezosa expresión en el rostro. Por primera vez, el shinobi mostraba iniciativa respecto a sus labores en lugar de dejarlas para último minuto.

Ella quitó la vista de los documentos y miró con excentricismo al Nara por unos segundos. Seguidamente, tomó dichos expedientes y extendió su brazo sin levantarse para volver a fijar la vista en sus propios papeles.

El domador de sombras se puso de pie y, con habitual lentitud, se acercó hasta ella para tomar los expedientes que le eran entregados en mano. Fue entonces que notó una pequeña pluma blanca en su cabello, se sonrió levemente y posteriormente lo mencionó—. Ahora que te veo desde este ángulo, tienes una pluma en la cabeza —mencionó y, ella comenzó a tantearse el cabello con desesperación para retirarla, acción que le pareció por demás enternecedora al Nara. Tendiendo su mano sobre ella intentó retirar la pluma de sus dorados cabellos, pero ella se inclinó hacia atrás impidiéndoselo deliberadamente, mientras lo miraba con desconfianza.

—No necesito tu ayuda —sentenció ella con una mirada fría.

El azabache se sintió bastante herido por el desplante. Incluso tragó saliva para intentar aplacar la amargura, pero, finalmente, no pudo con su genio y profirió— Tsk, aún podemos hablar, ¿no? No es como si estuviéramos muertos —decretó llevándose la carpeta hasta su escritorio donde se sentó para clavar su mirada en los papeles sin leerlos en verdad. Luego de intentarlo por unos instantes más, Temari dio con el objetivo y lo sostuvo en la palma de su mano por un momento.

Viento de AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora