Un Milagro a Tres Centímetros del Viento

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Recordaba con claridad el sueño que la había visitado durante sus horas de descanso. Para ser una simple quimera, su progreso era consistente. Ya no había duda alguna, se trataba de su subconsciente manifestando su parecer.

El sonido de sus manos golpeando la madera no se había atenuado a pesar de que sus fuerzas comenzaban a flaquear. Esa fue una de las primeras cosas que notó mientras intentaba penetrar aquella enorme puerta que tan rápida e impetuosamente se había cerrado en sus narices, separándola de aquella mano tendida que la invitaba a la luz.

Aquella torre era una prisión insondable, pero uno creería que, tras subir hasta el último peldaño de aquella interminable escalera de piedra, el suplicio habría terminado.

Anteriormente, había llegado a vislumbrar la luz del exterior, pero las circunstancias habían cambiado repentinamente y ahora sentía como se asfixiaba en la solitaria, oscura y húmeda fortificación. Comenzó a preguntarse si esa parte de ella también se rendirá en algún momento, como lo había hecho con anterioridad. Se sentía profundamente cansada, más el sonido de su respiración agitada no llegaba a ella con claridad debido al latido de su incesante corazón.

Su palpitar retumbaba en toda la torre y, aun así, pudo reconocer un segundo sonido igual al primero, mismo que se acopló en sus oídos. No era posible la existencia de un segundo corazón, no obstante, tampoco podía ser el eco del suyo ya que se oía con demasiada claridad. Poco tiempo le tomó descubrir que el sonido rítmico provenía de detrás de la puerta que tan frenéticamente había golpeado con desesperación.

Quizás no podía ayudarla desde afuera, pero seguía allí, aguardando. Ese sonido tan afable y familiar la llevó a imaginarlo a su lado y la calidez, que era completamente ajena a ella, pero no desconocida, comenzó a fluir por las hendijas de la puerta logrando traspasar el manto de tinieblas para protegerla.

Esta era su batalla, pero no estaba sola. Si alguna vez había querido olvidar todo y que él hiciera lo mismo, creyendo que sería mejor así, ahora veía que nunca debería haberse detenido en primer lugar. Así que, en lugar de lamentarse inútilmente, se pondría de pie para emprender la lucha una vez más, y esta vez juraría sobre los latidos de sus corazones que pelearía hasta el final.

Con esfuerzo rechazó la penumbra para abrazar la esperanza de volver a sentir esa presencia a su lado. La bruja de viento que yacía en su interior había estado dormida por demasiado tiempo. Era hora de que destruyera la interminable espiral de infortunios que había caído sobre ella, y batallara por la luz que le fue negada.

Creyendo en milagros, atravesaría aquella puerta, segura de poder avanzar siempre y cuando sujetase aquella plegaria.

Nuestro deseo revivirá en mis manos —caviló entresueños mientras el latido del corazón de Shikamaru comenzaba a alejarla de aquel lugar para atraerla a la vigilia.

Poco después de que la naciente luz del alba penetrara en la insípida habitación del hospital, donde Shikamaru y Temari habían sucumbido al cansancio físico y emocional, la rubia despertó.

A pesar del tiempo que habían pasado separados, la calidez del hombre que aún descansaba plácidamente a su lado estuvo lejos de serle ajena. Muy por el contrario, se sintió lo suficientemente cómoda como para vacilar por un instante a la hora de abandonar la cama.

No obstante, no se trataba de un día cualquiera. Asuntos de suma importancia iban a definirse en su batalla con Kirimaru y tenía mucho que hacer antes de librar la misma. Con ese pensamiento en mente la renovada kunoichi se sentó suavemente en la cama, prestando especial atención para evitar despertar al Nara, y acto seguido se puso de pie para proceder luego a abandonar la habitación.

Viento de AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora