Entramos a una cafetería cercana.
-Elige la mesa mientras yo hago los pedidos- Joel soltó mi mano -¿Café sin leche, cierto?- Asentí y se fue hacia la caja registradora.
Miré a mi alrededor y me senté en una mesa que estaba en contra de una ventana, así podríamos ver el paisaje mientras desayunábamos. Los árboles tenían hermosas flores rosas y violetas, como en las películas, y la acera estaba completamente llena de pétalos.
-Regresé- Joel se sentó frente a mí. Me tendió mi pedido y le dediqué una sonrisa.
Comenzamos a desayunar, y luego de hablar de un montón de tenas al azar y de reírnos de la mitad de esos temas, nos abrigamos nuevamente y salimos a caminar.
Las mañanas de California solían ser calurosas, pero en esa época de las fiestas, había nieve, por lo que caluroso no podía estar.
Nos paramos en la mitad del parque, y Joel sonrió antes de soltar mi mano y agacharse a formar una bola de nieve.
-¡No!- Corrí hasta refugiarme en el primer árbol que encontré, a unos pocos metros de Joel, pero antes de llegar, sentí un leve golpe en mi espalda, y comencé a sentirme congelada -¡Joel!- Me quejé y oí su risa.
Entre medio de risas, muñecos y bolas de nieve, la tarde se pasó volando.
Llegamos a casa y dejamos las botas y los abrigos en la entrada de la casa, donde Patricia, la madre de Joel, dejaba siempre una nota para que no se nos olvidara.
-Voy a bañarme, ¿vienes conmigo?- Preguntó Joel mientras bostezaba desde la puerta del cuarto de baño.
-Claro, solo... Espérame un momento- Dije y asintió. Segundos después, oí el ruido de la ducha. Me acerqué al ropero y saqué el regalo que le tenía preparado a Joel. Esa noche iba a ser la primera vez que pasara Navidad en la casa de los Pimentel de León, por lo que estaba nerviosa. Iba a conocer a la familia completa, y decir que estaba nerviosa estaba de más.
Envolví el regalo de Joel en un bonito papel de regalo, le coloqué un moño celeste, y volví a guardarlo en el ropero, escondiéndolo en la ropa por si Joel quería encontrar sus regalos por anticipado, lo cual hacía cada año.
Saber que Patricia no estaba en casa, si no en el centro comercial eligiendo regalos para su familia, me tranquilizaba. No quería ni pensar en el papelón de que nos encontrara a Joel y a mí en una situación comprometedora.
Me desvestí y entré al baño silenciosamente para que Joel no me escuchara.
Me paré detrás suyo y admiré su perfecta y gran espalda para mí. Mordí mi labio inferior y deslicé mis manos lentamente desde su espalda baja hasta sus dorsales, haciendo que se sobresalte, pero se dio vuelta. Inspeccionó mis pechos unos segundos, luego mis labios, y por último mis ojos para por fin besarme, mientras deslizaba sus manos por mi espalda hasta llegar a mis glúteos y enrollar mis piernas en su cadera. Jadeé al sentir su miembro en mi feminidad sin ninguna tela que nos separase, y Joel comenzó a atacar mi cuello.
Pasaron cosas.
...
Poco tiempo después, la cena terminó y nos trasladamos a la calle para que los primos pequeños de Joel pudieran ver los fuegos artificiales, y los mayores pudieran colocar los regalos debajo del árbol.
-3... 2... 1... ¡Feliz Navidad!- Todos comenzaron a gritar y a saludarse entre todos, y choqué copas con Joel mientras los dos sosteníamos pequeñas sonrisas en nuestros rostros.
-Feliz Navidad princesa- Dijo antes de besarme y rodeé su cuello con mis brazos sin soltar la copa.
-¡Los regalos, Santa fue más rápido que el año pasado!- Uno de los primos pequeños de Joel entró corriendo, saltando y gritando a la casa, contagiando a los demás pequeños. Reímos y entramos detrás de ellos.
-Al parecer te has portado bien este año- Dijo un niño mirando a Joel.
-Pues si, es mi deber- Respondió terminando el contenido de su copa.
-Toma- El niño rodó los ojos entregándole la pequeña caja forrada con un papel blanco con líneas negras y un moño negro, que yo misma había envuelto, y Joel sonrió tomándolo.
Lo abrió entusiasmado mientras mis nervios se hacían presentes. Dejé la copa en la mesa y carraspeé para sacar mi nudo en la garganta. Joel frunció sus cejas y sacó lentamente la caja rectangular. Sus manos comenzaron a temblar, por lo que rápidamente sacó el test de embarazo de la pequeña cajita, y una lágrima resbaló por su mejilla, haciendo que mis ojos se llenasen de lágrimas.
-¿Joel, tú...?- Patricia lo miró y luego me miró a mí -¡Oh, por Dios!- Exclamó haciendo que todos nos miraran, lo cual me incomodó un poco. Joel me miró con sus ojos brillosos y le sonreí débilmente. No tardó ni un segundo en abrazarme mientras todos silbaban y aplaudían.
-Luisa dime que esto no es una broma, por favor... dime que no lo es- Sollozó en mi hombro y yo también comencé a llorar.
-No lo es Joel- Acaricié su cabello y escondió su rostro en la curvatura de mi cuello -Felicidades...
Me miró y sequé sus lágrimas con mis pulgares, como solía hacer Joel conmigo. Sonreímos y me besó suavemente, por lo que todos comenzaron nuevamente a silbar y a vitorear.
Se separó lentamente de mí para sonreírme otra vez.
-Me has hecho el hombre más feliz de esta tierra- Acarició mis mejillas y volvió a besarme -Eres lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida, y eso no lo sabías porque no soy bueno demostrando lo que siento, pero... definitivamente eres lo mejor que me pasó en la vida...
Sacó una cajita de terciopelo bordó del bolsillo trasero de su pantalón, y se arrodilló ante mí. Todos sacaron sus celulares y comenzaron a grabar, y llevé mis manos a mi boca mientras mis ojos volvían a llenarse de lágrimas.
-Luisa Miller...- Abrió la cajita dejándome ver un reluciente anillo -¿Te casarías conmigo?- Sollocé y apreté mis labios mientras asentía con mi cabeza.
Joel se levantó y me abrazó. Rodeé su cuello con mis brazos fuertemente mientras mis lágrimas caían y todos volvían a silbar y a aplaudir.
Tomó mi mano y colocó el anillo en mi dedo anular. Unimos nuestros labios en un cálido beso, antes de sentir como todos comenzaban a tirarnos arroz.