Mordí mis uñas con nerviosismo, y mi pierna comenzó a moverse nerviosamente, de forma involuntaria.
-Tranquila Venus, ya vendrán- Mamá acarició mi muslo y tapé mi rostro con mis manos, mientras que papá solo leía el diario.
-Es que en serio ya me siento mal- Dije poniendo una mano en mi vientre, que se revolvía contínuamente.
-Te lo dije. Los nervios son de lo peor- Aseguró mamá -Calma, Richard me acaba de decir que estaban bajando del avión. Se lo escuchaba súper emocionado...
-¿Qué?- La miré sonriendo -¿Y por qué hablaste con Richard y no me dijiste nada?
-Porque me...
-Es lo que menos importa ahora mamá, ¿están bajando del avión?- Llevé mis manos a mi boca nuevamente y mamá me pegó en forma de broma para que no siguiera arruinando mis uñas.
-Y hablando de Roma...- Mamá se cruzó de brazos y miró detrás mío.
Con todos los nervios del mundo, corrí a abrazarlo. En su rostro tenía una grande y hermosa sonrisa, e hizo que enrollara mis piernas en su cadera.
-No tienes idea de cuanto te extrañé mi amor...- Susurró en mi oído y besó mi cuello.
-Tu tampoco la tienes- Dije haciendo que riera.
Me bajé de arriba de él y tomé sus mejillas para besarlo. Puso sus manos en mi cintura y atrapó mi labio inferior. Nuestras lenguas jugaban haciendo caso omiso a los llamados de los chicos y Renato, que terminaron por cansarse.
-Y pensar que todavía me falta el regalo de bienvenida- Opinó bajando sus manos a mis glúteos y sonreí.
-Creo que ya estás tocando de más muchacho- Oímos la voz de papá y Richard se alejó rápidamente de mí.
-S... Señor Rivera- Sonrió apenado y los chicos comenzaron a reírse de lo nervioso que estaba Richard.
-Bienvenido chico- Estrecharon manos y mamá se acercó con una sonrisa en su rostro.
-¡Richard!- Lo abrazó empujándome a un lado, y los miré apretando mis labios.
-Hola, ¿no?- Zabdiel extendió sus brazos y lo abracé mientras reía -Ni siquiera le llevaste el apunte a tu mejor amigo- Comentó indignado.
-Lo siento- Miré a Zabdiel que me sacaba dos cabezas de alto, y le hice una seña para que se agachara un poco. Besé su mejilla en cuanto lo hizo, y saludé a los otros de igual forma como pidiéndoles perdón.
Minutos después de que todos se saludaran con todos, y de que las familias de los chicos los fueran a buscar, junto con Richard y mis padres salimos del aeropuerto.
Richard pasó un brazo por mis hombros y tomó mi mano.
-Tengo tantas cosas que contarte- Suspiró y mientras papá y mamá se iban hacia la derecha, yo caminé hacia la izquierda del estacionamiento -¿A dónde se van?
-Vine en motocicleta- Dije tendiéndole el casco que se encontraba en él, y me miró con una media sonrisa.
-Quedamos en que yo te iba a enseñar a conducir- Tomó el casco.
-Sabes que soy muy impaciente- Me encogí de hombros.
-Y muy linda- Dijo y le guiñé un ojo haciendo que riera.
Nos subimos al vehículo, y se aferró más a mi cintura en cuanto aumenté la velocidad en una calle desierta.
-¿Tienes miedo Camacho?- Pregunté en cuanto llegamos a un semáforo.
-Para nada, ¿y tú?- Reí y negué con la cabeza.
-Tengo experiencia- Contesté y comenzó a reírse.
-Disculpa niña que aprendió a manejar una moto poderosa y ahora se cree que tiene poder para poner en ridículo a su no...- Aceleré en cuanto el semáforo señaló el color verde, haciendo que Richard abrazara mi cintura y pegara su mejilla en mi espalda por lo que comencé a reírme.
...
Salimos al patio de casa, donde papá (gran admirador de las mayores ligas de Estados Unidos) tenía una cancha de básquet, en la que Richard y yo solíamos pasar nuestras tardes.
Ni siquiera nos importó el hecho de que estuvieran cayendo gruesas gotas de lluvia, comenzamos a jugar igual. Richard se desplazaba por la cancha como si realmente fuese un jugador de básquet, y utilizaba eso en mi contra. Él sabía técnicas de ese deporte que yo ignoraba, por lo que rápidamente llegamos a una cantidad de puntos de catorce a dos.
-¿Jugamos otra vez?- Preguntó Richard sosteniendo la pelota en su mano con su cabello mojado por la lluvia. Reí al verlo así, y de un rápido movimiento se la saqué de las manos.
-¿Viste eso?- Sonreí como niña pequeña y Richard rió.
-Dame esa mielda- Me quitó la pelota nuevamente y rodé los ojos. Corrí detrás suyo, y luego de una pelea de unos diez minutos por el balón, la conseguí y comencé a correr hacia el aro contrario.
Se trepó a mi espalda y me impidió seguir el paso. Mis fuerzas eran escasas y mis pasos pesados, hasta que pasó lo que tenía que pasar. Pisé un pequeño pozo en el piso que estaba repleto de agua y mi pie se resbaló, haciendo que tanto Richard como yo nos cayéramos.
Comenzamos a reírnos sin descanso durante diez o quince minutos, quién sabe cuánto, hasta que mi tobillo comenzó a dolerme. Me lo sostuve y me quejé.
-Lo siento, ¿estás bien?- Richard se acercó.
-Solo no me puedo levantar- Me encogí de hombros haciendo esfuerzos en vano.
-Ven- Richard me subió en su espalda y tomó mis piernas con cuidado para no dañar mi pie.
Entramos a casa, y luego de la mueca de desagrado de mamá que intentó ocultar al ver que manchábamos el piso con lodo, pudimos ir a mi recámara. Me dejó suavemente en la cama y caminó hacia el cuarto de baño.
-Mamá y papá salen esta noche, ¿qué crees que podamos hacer?- Pregunté con una cara pícara mientras Richard abría la ducha, pero interrumpió su tarea para comenzar a reírse.
-Tú solo descansa tu pie y veremos que podemos hacer luego.