CAPÍTULO 11.
Los fuertes golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos asustado. Entraba bastante claridad por la ventana. Apartó con cuidado el brazo de la cintura de Candy, la cual se movió ronroneando, pero los insistentes golpes le hicieron incorporarse.
—¿Qué ocurre?
Terry saltó de la cama y se puso los pantalones y la camisa rápidamente.
—No lo sé. No te muevas de aquí —dijo mientras iba hacia la puerta, aunque se giró de inmediato—. Y no te muevas, de verdad —amenazó antes de salir. Bajó las escaleras de dos en dos, mientras los gritos y los golpes no cesaban. Abrió la puerta y se encontró con Jimmy y un pequeño grupo de la tripulación.
—¿Qué ocurre? —preguntó alertado. Jimmy dudó un poco y miró a sus compañeros de reojo.
—Se trata de Ridley… —susurró.
Terry enarcó una ceja.
—¿Ridley? ¿Qué le pasa? —Escuchó unos pasos por detrás. Se dio media vuelta y miró hacia las escaleras. Candy lo observaba desde la parte de arriba—. ¿No te he dicho que esperes en la habitación? —pronunció de los nervios.
—Capitán… —interrumpió Jimmy haciendo que la mirada de Terry cayese de nuevo en él—. Lo han encontrado en la playa… muerto —susurró. Terry puso su espalda recta y se quedó mirándolo fijamente.
—¿Qué? —Se pasó la mano por el cabello, nervioso—. ¿Qué ha ocurrido? —Lo degollaron. Dio un paso hacia atrás conmocionado ante la noticia y se giró un segundo hacia atrás observando a Candy, ella parecía intrigada por lo que Jimmy contaba.
—Espera aquí, no te muevas de la casa —dijo mientras salía de ella sin darle ninguna explicación más ni esperar a que ella contestase. Cerró la puerta tras de sí y se distanció un poco.
—¿Sigue en la playa?
—Sí, lo han encontrado hace apenas unos minutos. Terry aceptó y comenzó a alejarse de la vivienda rumbo a la playa, seguido de sus compañeros.
Ridley estaba muerto. No podía encajar aquella idea en su mente. Hacía pocas horas había estado con él conversando en el bar. Maldito loco. ¿En qué lío se habría metido? La playa estaba repleta, varios hombres rodeaban un cuerpo tendido sobre la arena. Terry incrementó su paso y apartó a varios hombres de malos modos. Ridley permanecía con los ojos abiertos, mirando hacia el cielo. Su rostro estaba blanquecino. En una parte de su rostro acumulaba bastante arena, como si lo hubiesen girado hacía poco. Se agachó a su lado lentamente, observando aquellos ojos que fueron color miel y su barba espesa. Habían hecho un corte profundo en su garganta y, además, su camisa blanca estaba manchada de sangre a la altura del estómago. Por lo visto también lo habían acuchillado en esa zona. Se pasó la mano desesperada por el cabello mientras observaba a su amigo. Si se hubiese quedado con él aquello no hubiese ocurrido, podría haberle protegido.
—¿Quién lo ha encontrado? —preguntó hacia los hombres. Uno de ellos alzó un poco la mano, con la mirada fija en el cadáver, como si estuviese conmocionado. —¿Había algo más?
—No, señor, nada. —Tragó saliva, nervioso—. Lo he reconocido y he pensado que estaría borracho, lo único que he hecho ha sido girarlo para despertarlo y entonces… entonces he visto el corte de su garganta. Teery miró de un lado a otro y acabó gritando por la impotencia. Recordaba lo que le había propuesto la noche anterior. Los barcos españoles, buques con oro y plata que cruzaban el Atlántico desde el virreinato de la plata hasta España. Era una información importante, teniendo en cuenta que fuese cierta. Pero no creía que nadie lo matase por algo así.
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UN OCÉANO PARA AMARTE
Ficción GeneralCandy es una joven feliz y dichoso, Tiene un futuro prometedor y esta apunto de terminar su master en historia de los siglos XVII. Candy y el profesor y amigo William, se ven atrapados en una tormenta, que arrastra a Candy a una increíble y...