O9. Despedidas tiernas.

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—Tomioka-San, ya no caminas rápido.—Me miró con una sonrisa.

¿Sonríe? ¿¡Porqué sonríe!?

¡Está sonriendo! ¿Es forzada?

—Estamos llegando.—Avisó.

—Lo sé...—Rápidamente me subí en su espalda. —¿Me cargaaas?

—¿No crees que es tarde para preguntar?—Diría ligeramente enojado.

Perdón Tomioka-San, necesitaba tu aroma tal vez por última vez...

Siguió caminando tranquilamente.

—Oye, ¡cuéntame una historia!

—No tengo ninguna.

—Pues yo sí.—Diría animadamente.—¿Haz celebrado el Tanabata?

—Zaneri-san, soy un pilar sin descanso para esas tonterías.

—Comprendo. Tampoco lo he celebrado... pero igual te contaré la historia que dicen en China de su origen...

—Ya la sé...

—Pues te la recordaré...— Insistí.

—Te escucho.—Me sonrojé un poco, pues aquel interés era inusual.

—Esta leyenda habla sobre la princesa Orihime la cual era una tejedora quien obsesionada por su trabajo no podía conocer a nadie, sin embargo, un día conoció a Hikoboshi, un pastor y ambos quedaron enamorados a primera vista. Pero, por el amor que se profesaban descuidaron sus actividades, algo que molesto al padre de la princesa, entonces su padre el rey celestial Tentei los separó poniendo a cada uno a un lado del río Amanogawa. Las lágrimas de la princesa hicieron que su padre acordará un día al año para poder reunirse con su amado, aunque el día acordado llegó y es entonces que se dieron cuenta que no podían cruzar al otro lado, entonces la princesa lloró y unas aves llegaron, creando un puente entre ellos y así permitirse volver a reunirse.

—Zaneri-San, solo son leyendas... sin importancia.

—¿Eso crees, Tomioka-San?

—Si

—Pues tengo mi teoría.—Me bajó de su espalda teniendo cuidado. Ya habíamos llegado. —Pienso que su padre estaba celoso de su amor... pues no pudo sentir aquello alguna vez...

—¿Celoso del amor de su hija?

—Puede ser...

El quedó pensando un poco aquello. Para volver a aquella característica mirada fría.

—Sayonara Zaneri-San.

¿Qué? ¿Así? ¿Eh?

—No, no, espera.—Diría con un nudo en mi garganta. Giyu paró en seco.—No puedes simplemente despedirte así fríamente...—Él se acercó un poco a mi, intimidandome.

—Sobrevive... pelea como has aprendido... en algunos años nos volveremos a ver... O no.—Mi corazón se achicó al escuchar eso.

Entonces con sus manos me acarició el cabello como yo le hacía. Se acercó más, un poco dudoso de lo que haría... a centímetros de mi, podía sentir su respiración en mi rostro. Mi corazón latía fuerte del nerviosismo. Tiernamente depositó un beso en mi frente, para desaparecer sin dejar rastro alguno.

—¿Qué?—Pregunté en un hilo de voz

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—¿Qué?—Pregunté en un hilo de voz. —Entonces fue esa la despedida...—Diría con mis lágrimas a punto de salir.

En el mismo mundo. (KNY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora