Segundo lienzo

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Crowley no era de agobiarse con preocupaciones fijas en un solo asunto, Si iba a estar estresado o inquieto; prefería mantenerse atento a varios tópicos a la vez, un poco para no ahogarse en reflexiones sobre lo que debía hacer respecto a lo que apremiaba.

Sin embargo, con pesado libro de botánica en sus manos, y sus dedos dando un suave masaje a sus sienes, la ansiedad (la preocupación) que le embargaba, se centraba únicamente, e inequívocamente, en un solo acontecimiento: en su encuentro con el bibliotecario de aquel barrio comercial de Soho.

Estaba muy preocupado en la situación del hombre, y sus dificultades causadas por su obvia inexperiencia lidiando con una situación sin duda nueva, totalmente drástica, que acaeció en su vida. Que si leyó los libros (con sus ojos ardiendo hasta escocer), fue para ocupar su mente en otra cosa; su éxito mostró ser nulo cuando iba acabando el primero.

Guardó los libros en el primer espacio libre que encontró, y tomó las llaves de su Bentley en el primer día libre que apareció en su calendario.

«Puedo decirle que necesito más material...» Crowley pensó en varias justificaciones de su visita apenas una semana después a la librería, ninguna sonando un poco convincente.

Respiró hondo antes de bajar su auto, y acomodó sus cabellos rojizos con dedos nerviosos pasando por ellos. Si sus pasos eran inusualmente amplios, acortando en lo posible la distancia del cruce de la calle, no se dio cuenta.

Abrió la puerta con suavidad, y asomó su larga figura por el marco de esta.

-Buen... -Crowley interrumpió su saludo sintiéndose estúpido: ¿Cómo le iba a responder si no podía ni escucharle?

Negó un par de veces con su cabeza. Y revisó la tienda con paciencia; hasta que vio, al otro extremo, a un hombre joven con una mochila colgando de un hombro, probablemente un estudiante. Crowley observó la interacción a la distancia, terminando de ingresar a la tienda, optando por esperar a que Azira atendiera al chico.

El joven con el ceño fruncido, y los brazos cruzados, claramente intentando manejar su impaciencia, miraba con a Azira escribir, notablemente tenso y con el rostro sonrojado, alguna respuesta en la libreta.

Crowley no pudo evitar sentirse ofendido con la evidente impaciencia del estudiante, y como esto parece repercutir en el sutil nerviosismo del dueño de esa tienda. Si soportó su ánimo de ir a pararse enfrente del joven y discutir, fue porque notó también el esfuerzo de Azira de mostrarse amable, siempre profesional.

El joven tomó la libreta, buscando sonreír por mera educación, intentando mostrarse comprensivo con la condición del dueño (aunque Crowley fue testigo de los vistazos impacientes que le dio al reloj de su muñeca).

El estudiante pareció un poco conforme al leer la respuesta de Azira, y salió apurado del local, mirando brevemente a Crowley, que le provocó mostrarse avergonzado al darse cuenta que había sido observado.

El diseñador se acercó a Azira que lo miró sonriente, animado al reconocerlo. Ambos se saludaron con un movimiento de cabeza, y Crowley pidió la libreta del bibliotecario, estirando su mano suavemente.

»Hola, quería ver si tenías más libros de los que me diste. Por cierto ¿estás bien?

Azira leyó su respuesta con entusiasmo; su sonrisa cayó un poco al ver su pregunta. Miró a Crowley sonrojándose, avergonzado, y asintió. El diseñador negó inconforme ante su respuesta, y le pidió nuevamente el pequeño cuaderno.

Crowley pensó un poco su respuesta, y agachándose para mirar mejor el papel en sus manos, escribió:

»Realmente ese mocoso se veía impaciente, ¿seguro que estas bien?

Azira sostuvo con más fuerza de la necesaria su cuaderno cuando se devolvió el otro, luciendo triste y algo frustrado al exponer lo mal que estaba manejando ese tipo de situaciones.

»Querido. Es un poco mi culpa por no saber adaptarme mejor; me apena no poder desempeñarme como antes.

Crowley repasó la respuesta de Azira, sintiéndose realmente enojado, con ganas de salir por la puerta y decirle algunas cosas a aquel estudiante. Por otra parte, se dio cuenta lo mucho que era de admirar la voluntad y paciencia de aquel hombre que parecía recibir con amabilidad a todos, hasta al más insoportable.

Decidió tomar nuevamente su improvisado medio de comunicación de manos del otro sin preguntar, ansiando cambiar la incomodidad con que dejó ese adolescente al otro. ¿Cómo puede ser tan dulce y comprensivo Azira con ese trato? Crowley no dudaría en encontrar una manera de dejarle claro al chico lo que pensaba de su comportamiento, (o quizás hacer alguna maldad).

Azira Fell tenía el carácter más afable y gentil que hubiera tenido la coincidencia de encontrarse. El hombre quizás pudo ser con facilidad un monje; era casi como un ángel. Dejándose llevar por la irritación que ese episodio le hacía sentir, escribió como respuesta lo primero que le vino a la mente.

»Ángel, no es tu culpa.

Crowley no se dio cuenta de lo que puso en el papel, no hasta bastante después de que Azira lo leyó, alzando su rostro lentamente con sus ojos azules bien abiertos.

-Nghk -gimió intentando buscar cualquier excusa, cualquier incoherencia que los sacara de ese vergonzoso desliz.

¿Cómo es que nunca podía controlar mejor las palabras que atravesaban sus labios? Crowley siempre había lamentado ese rasgo suyo, que le trajo problemas más de una vez.

Azira sonrió tras unos segundos mostrarse sorprendido, y rió en silencio, cubriéndose con una mano los labios; y esa reacción alejó cualquier humillación o arrepentimiento de haber puesto lo primero que le vino a la mente.

Y, por decisión propia al notar como aquello hacía reír a Azira, aquel mote afectuoso, originado del desliz de Crowley, se quedó. El otro hombre no cuestionó mucho las acciones del diseñador, pero agradeció su noble esfuerzo en animarle.

Azira arrancó la hoja llena de su conversación, y después de una pequeña pausa, escribió con calma, no sintiéndose abrumado, por primera vez, de verse observado por otro en espera de su respuesta.

»No es el primer cliente difícil. Antes los manejaba con habilidad (era bueno con las palabras), sin embargo, desde que me encuentro todavía adaptándome a mi situación; las complicaciones han aumentado, y, ahora me veo privado de la herramienta que usaba para resolver mis problemas. Necesito todavía tiempo.

Crowley no podía soportar esos ojos claros mirar el suelo, mostrando clara vergüenza y responsabilidad de ese incidente, y probablemente de otros más que habrán ocurrido, muy seguramente, en días pasados.

¿Qué sentiría Azira cuando algún cliente perdió la paciencia con él? ¿Cuándo se negaron a comunicarse en forma que el entendiera? No podía ni imaginarse lo vulnerable que debía percibirse ante la mirada apremiante de un cliente, o la compasión frecuente con que sin duda algunos llegaban a mirarle. Estar rodeado de silencio, frustrado consigo mismo de no poder ni valerse por sí mismo en una tarea tan sencilla como era siquiera poder explicar su situación.

¿Cuántos clientes habrán decidido ni siquiera tomar la libreta, mostrándose incómodos de lidiar con una situación así?

Crowley volvió a la librería sin excusa o días de separación tras esa visita. Azira no pareció molestarse como ese cliente se convirtió en un habitante normal de su tienda.

En realidad, eso hacía hasta plácido el silencio que le permitía aprender a leer las sonrisas peculiares que ese hombre gafas oscuras.

El silencio, entonces, no era tan malo.

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N/A: Uff, me dio un golpe de inspiración, y actualice mis dos historias de Good Omens. Siento tanta azucar, pero esto purifica mi alma de mis anteriores acciones.

Las estaciones de vivaldi [Good Omens] [Ineffable Husbands]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora