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capítulo dos

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capítulo dos.
“breve presentación”


Alana.

—¡Holaaaa Alu! —grita al teléfono, mi siempre exagerada amiga, Antonella—. ¿Cómo te trata la bella ciudad?

—Mal. —suelto sin mucho que pensar, mi amiga se queja del otro lado pidiendo un porque y sonrío para tratar de cerrar la bolsa de basura—. Me siento sola, todavía... Y eso que apenas estoy hace un mes.

—¿Jodeme Alana? ¿En serio? ¿Tan feo es?

Quiero decir que es mentira y que todo iba de diez, pero no, no todo iba de diez.

—Me dijiste que ya cubriste algunos partidos... —recuerda mi amiga y empujó la bolsa de basura para la puerta, sacaría más tarde afuera.

—Sí. —confirmo y menciono frustrada—. Pero ese no es el problema...

—¿Cual entonces?

—Hacer amistades para no sentirme sola. —digo sincera y retiro la silla de mi pequeña mesa para sentarme—. Son todos, muy... Serios. No los tenía así.

—¿Los del club?

—Si y no, bah, todos son amables pero no son personas de mucho hablar, se nota. —digo resignada, lo único que pensaba era que extrañaba a ella y mis demás amigas y principalmente a mi familia, suspiro para seguir con mi problemas al teléfono—. Y apenas estoy hace un mes, Anto...

—Bueno, tal vez... Digo nomás eh, vos debes acercarte a ellos.

—Creo que soy la más joven de fotógrafa. —menciono y mi amiga parece que se sorprende—. Periodista si, hay muchos jóvenes, de diferentes canales o radios y eso, pero es como que tienen su grupito.

—Ay Alani, quisiera estar ahí para que no estés tan sola... —chilla y siento sus ganas de hacer real lo que decía.

—No pensé decirlo, pero extraño el pueblucho. —suelto y soltamos al mismo tiempo una carcajada.

—¿Que onda, ya te tomaste el tren?

Niego y reafirmó mi idea.

—Lo más lejos posible quiero estar de eso, al menos sola no lo tomó, no escuché toda mi adolescencia mitos sobre el tren, robos y abusos para querer ir animada a subir a uno. Además no conozco bien las líneas. —pienso en alto y todo es la misma conclusión—. Necesito amigos, dios...

Antonella se ríe y rápidamente tira cualquiera para animarme, entiendo su referencia así que comienzo a preguntar por ella, su novio Santiago y su vida en la facultad. Nuestra conversación dura casi una hora y agradezco tener llamada gratis con ella, al cortar me levanto de la silla para hacer lo que debía hacer antes, sacar la basura, al volver a entrar llaveo la puerta y rápidamente me pongo más cómoda para dormir pensando que quería que pase rápido todo, está cierta sensación de por momentos no hallarme y querer volver a estar con mamá y papá y abandonar esto que tanto quería, nunca fui de rezar o hablar con Dios, pero esta noche le pido un poco de compasión, fuerza para seguir y empezar a disfrutar esto único que era para mí.


Era viernes por la tarde y el equipo hacía su última práctica en el Monumental para quedar concentrado y jugar su partido mañana, yo lo sabía por eso había llegado más temprano por mí turno correspondiente.

La tarde pasa sin muchos atractivos, los únicos fotógrafos autorizados en hacer las fotos de esta tarde éramos solamente Diego Haliasz, el más famoso y que para mí era mucho en si compartir turno esta tarde y Fede Peretti y yo chocha, estaba aprovechando a full mi prueba, en estos momentos era dónde olvidaba el deseo de querer volverme solo porque estaba sola.

Camino hacia la confitería del club después de terminar mi hora no tenía idea que podía cocinar al alquiler y creo que también no tenía comida en la heladera así que no sé si de verdad quería cenar, solo llegar y dormir. A diferencia de lo que aprendí desde que llegué, el lugar estaba algo vacío, nada comparado a los días que River jugaba en el Monu o que solo River juegue visitante.

—¿Si? ¿Me da por favor un café con con leche y...? —observo rápidamente lo que decía la carta para acompañar a los cafés, todo era muy pretencioso así que solo tiró al azar lo seguro—. Y algo de masitas dulces.

El hombre que esperaba que termina de decidirme asiente y se marcha, me iría a sentarme en las mesas pero al estar casi sin trabajo este día prefiero esperar ahí mismo.

Saco mi celular para ver qué eran las cinco y media pasada y llegaría al departamento más seguro como las seis o antes si tengo suerte en no tardar tanto en merendar algo. Solo tenía unas seis cuadras para caminar, así que no era tanto, además de que me ahorraba plata en ir y venir.

—¿Jefe? —una voz algo diferente interrumpe el silencio.

Levanto mi cabeza solo por chismosa para ver quién era y con la idea de después seguir chismoseando en mi celular, pero me sorprendo de ver al delantero.

¿Que hacía en la cafetería? Es decir, tenía cocineros que se encargaban de ellos exclusivamente.

El mismo hombre que me atendió lo ve y sonríe pidiéndole que aguarde un momento y desaparece detrás de la pared. Giro nuevamente mi cara para verlo, creo que el se da cuenta que lo estaban observando porque me mira y en ese momento siento que al pedo me emocionaba verlo de cerca porque seguro asentiría con la cabeza y seguiría en lo suyo.

Muy lejos de eso, me saluda.

—Hola. —saluda seguro solo por ser amable pero igual casi me muero, ahí, pero no soy tan estúpida y me sorprende su memoria—. ¿Eres la de la otra vez, creo, no?

Sonrío sin privarme y asiento, sintiendo como segurísimo mis mejillas se teñían de rojo.

—Si. Peretti, Alana. —me presentó casi sin necesidad, pero pensé que si se acordaba de mi de la otra noche podía seguir acordándose pero esta vez con mi nombre.

Borré asiente, pero por segundos noto como su ceño se frunce recordando algo, hasta que lo dice y lo entiendo.

—¿Peretti? —pregunta para confirmar que escucho bien, asiento, el también lo hace y pregunta por lo bajo mientras desvía su mirada de mi a la barra—. ¿Sos algo de Federico Peretti? Fotógrafo también.

Me río y parece todo muy confuso, en realidad me reí porque me encantaba escuchar su acento colombiano, es más siempre buscaba sus entrevista post partido solo para gozar de alguna forma escuchándolo.

—Algo así... Pariente lejano. —cuento brevemente, era una historia muy larga para contarla.

No es que no quería contarla a él pero seguramente ni le interesaría y no quería verme intensa contando mi vida, en ese momento el hombre aparece con algo envuelto seguramente algo dulce, Borré le agradece y se gira a mirarme y saludarme solo con la cabeza e irse, suspiro.

—Chau. —lo saludo por última vez para que verlo irse.

—¿Sos algo de Fede Peretti? —me sobresalto al ver que el que manejaba la caja estaba ahí en un costado viéndome.

—¿Perdón? —me indigno, suspiro—. ¿Estuviste escuchando? —me sale decirlo, molesta claro.

Sabía quién era ya que no era la primera vez en el mes que venía a la confitería del club.

—¡Perdón! —se disculpa el chico porque era más joven que los que trabajan acá.

Viro mis ojos, pero también me siento mal, había soltado aquello tan brusco y casi que se me sale pedir perdón a mi.

—La mujer de Fede es hermanastra de mi mamá. —finalmente suelto con confianza.

¿Que me pasaba ni idea? Pero a él se le escapa una sonrisa tranquilizadora y solo murmura un “Que bien.” En esa, el mismo hombre que ya me atendía me trae el pedido, esta vez sí elijo sentarme así que lo tomó para ir a sentarme en unas mesas alejadas y merendar tranquila con paz para después volverme a mi solitario alquiler.


Pasiones | RB. [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora